jueves, 20 de diciembre de 2007

LUZ. Resumen 1 al 36

Se siente en su patria como en terreno desconocido.

Resumen de capítulos 1 al 36.

El golpe de estado ocurrió en la oscuridad. Luz fue salvada en brazos de sus abuelos. ¿Quién es Luz?
Los abuelos traspasaron la frontera, y en un viejo cuartel al borde de la selva tuvieron un encuentro electrizante con Garras Prometeo, un ser asombroso, y con un hombre llamado Helio, personaje difícil de comprender.
Helio, en su laboratorio, recordó tiempos pretéritos; muchas cosas se oscurecieron más: Garras Prometeo tiene un pasado sangriento, conectado con Rompecráneos el líder de los usurpadores. ¿Destinos paralelos o casualidad?
Una exótica guerrera apareció en escena, prendada de Garras Prometeo, vive un salvaje romance en el paisaje tropical.
Luz fue preparada, de extraña manera, para una desconocida misión por dos maestros asombrosos. Después de largo tiempo, la joven debe regresar a su patria, un país plagado de bestias, un clima impredecible y enemigos poderosos. Sobre su espalda lleva un cargamento importante y enigmático.
Sola en la selva, Luz encontró dos aliados: un esclavo fugado, y un anciano con una historia de supervivencia bajo el régimen dictatorial de Rompecráneos difícil de creer. Este anciano dice conocer secretos de los usurpadores y comienza a contarlos. ¿Será confiable o es una trampa?
¿Cuál es la misión de Luz? ¿Quiénes son sus enemigos? ¿Viven aún los padres de Luz, después de tanto tiempo? ¿Qué lleva en el bulto, ahora enterrado en un sitio tan lúgubre? ¿Cómo se ve Luz bajo el sol?
Sí has leído con detenimiento los anteriores capítulos, y observado las imágenes, probablemente ya tengas algunas respuestas.

domingo, 9 de diciembre de 2007

36.- LUZ

¿Es así la amenaza sobre Luz? Pronto conoceremos ambas: Luz y la amenaza.

Capítulo 36: Un extraño
Paralizados por la sorpresa, los dos jóvenes miraron a su alrededor. Luz puso una mano sobre el hombro de Rayo y con la otra señaló hacia un agujero en el suelo, bajo la cúpula de la calavera. Esa abertura quería ella mostrarle cuando antes lo llamó en susurros. Los jóvenes no se movieron, guardaron el más profundo silencio.
Algo oscuro comenzó a salir, primero una flaca mano, luego una cabeza y al final el resto de un pequeño cuerpo. Era un menudo anciano, ágil y fluido en sus movimientos.
Ambos jóvenes le ayudaron.
-Gracias, gracias. Perdónenme por el susto- dijo en un susurro. -Me encantan las bromas. No pude resistir la oportunidad- y se estremecía de risa.
El sobresalto y la molestia desaparecieron. El viejecito era demasiado simpático. Cuando comenzaron a hablar, el anciano se puso un dedo sobre la boca y les hizo señas para alejarse de allí. Salieron de la calavera por la nuca, donde las vértebras de la columna se insertan en el cráneo. El anciano se sentó en el suelo y habló a media voz:
-Estábamos en el centro de la cúpula del cráneo, la calavera está en el centro del domo de la caverna y debajo de la calavera está la salida de mi refugio; coincidencias.
Se quedó pensativo, los jóvenes permanecieron en silencio. En su interior, Luz se dijo:
-Más coincidencias.
-En la mente de Rayo se estaban formando muchas preguntas, casi no podía oír.
Continuó el anciano:
-Mi nombre es Reidor. Pertenecí al clan Grises Pelo Largo, ya no me considero parte de ese clan, ni tengo el pelo muy largo. En la actualidad, los clanes sólo existen de nombre, sus nuevas autoridades se vendieron a los más bajos objetivos y sus miembros están sumisos, aunque la mayoría cree gozar de libertad, se engañan sobre su verdadera situación.
Miró hacia los lados y guardó silencio.

domingo, 2 de diciembre de 2007

35.- LUZ

La oscuridad es intensa. Mano firme, fuego en alto, la luz aleja el mal.

Capítulo 35: Otra amenaza
Luz se aproximó a Rayo para oír mejor; el joven suspiró y comenzó un relato.
-Soy Rayo del clan Marrones Pelo Corto. Soy un esclavo. Mis padres eran parte del Consejo Menor, ése es mi crimen y la esclavitud mi castigo. Las autoridades resistentes a los usurpadores, fueron condenadas; pasaron a ser esclavos con sus familias.
-Tenía varias noches sin poder dormir tranquilo, un presentimiento me mantuvo sobresaltado; me calmaba componiendo poemas y canciones, mientras trabajaba en los campos de esclavos y durante la noche. Hoy me dejé llevar por los más extraños impulsos y escapé; sin saber cómo, me dirigí a tu encuentro.
Titubeante agregó:
-Perdóname por la última pregunta: tu forma de hablar es extraña, usas muchas palabras nuevas para mí.
Guardó silencio.
Fue Luz, quien ahora se sintió ruda y grosera. Se propuso estar a la altura de su interlocutor y comenzó a hablar:
-Gracias por salvarme. Mi nombre es Luz y no tengo clan.
Sin pausa, contó su historia. Omitió todo lo referente a las enseñanzas recibidas de sus maestros. Los describió como buenos samaritanos, quienes la ocultaron y protegieron, junto con los abuelos; no entró en detalles respecto al aspecto de sus protectores, mucho menos mencionó algo acerca del morral. De acuerdo a su versión, ella y sus abuelos habían estado escondidos, todo este tiempo, al otro lado del río y Luz había regresado oculta en un barco; estaba aquí para saber de sus padres. Al final, dijo:
-Ni tú ni yo hablamos de manera extraña, cada uno habla según sus costumbres.
Rayo se sintió mejor. En su mente se formaron muchas preguntas, prefirió posponerlas; sentía una desproporcionada confianza en ella para el poco tiempo de conocerla. Cuando abrió la boca para comenzar a hablar, una horrible voz, grave, fuerte y tenebrosa los cubrió:
-¡Que historias tan conmovedoras!
Retumbó una profunda y gutural carcajada dentro de la calavera, resonando con su propio eco. La gigantesca catedral de roca, contribuyó a acentuar el horror, repitiendo una y otra vez, la macabra risa.

lunes, 26 de noviembre de 2007

34.- LUZ

Las apariencias engañan. Luz nunca lo hace, aunque algunas veces puede equivocarse.

Capítulo 34: La catedral de huesos
Luz y Rayo despertaron, la luz del amanecer desplazó las sombras y la cueva se mantuvo en la penumbra. Permanecieron inmóviles; su olfato no se ha saturado del temible olor; se miraron un momento y salieron del refugio tras la roca.
El espectáculo les intimida: oscuridad, paredes muy altas y un techo imposible de distinguir; algo blanco, al fondo, atrajo su atención.
Luego de un momento, lograron distinguir la sombra: es un esqueleto colosal. El cráneo mira hacia la entrada de la cueva, inmensos colmillos blancos y afilados parecen amenazarles. Como hipnotizados se acercaron, Luz estaba admirada, sólo uno de los colmillos la supera dos o tres veces en tamaño; por segunda vez, desde su grito “Sígueme” Rayo habló:
-Tiene muchos huesos rotos. Vino aquí a morir.
Luz asintió en silencio y pensó:
-Hay mucha piel, murió hace poco tiempo, esas costillas rotas de un solo lado delatan un golpe lateral: una caída, o tal vez otro ser tan fuerte como él o ella lo hirió de muerte.
Admirados y sobrecogidos, continuaron explorando los restos. Luz se asomó a la boca de la calavera, pasó entre los colmillos y llamó en susurros:
-Oye, ven, mira esto.
Rayo entró y dijo:
-¡Sabes hablar! Una maravilla.
Luz reaccionó y se plantó frente a él, en voz baja, casi en la entrada de su oreja le arrojó:
-¡Puedo hablar!
Rayo retrocedió, susurrando dijo:
-Perdón. Todavía estoy asombrado con este encuentro. ¿Quién eres, de dónde vienes, porqué hablas de tan extraña manera?
Luz dijo con ira:
-Contéstame esas preguntas y te responderé.
Rayo trepó sobre uno de los molares de la calavera, masajeandose la oreja se dispuso a hablar.

martes, 13 de noviembre de 2007

33.- LUZ

Está cerca! Luz está cerca, puedo sentirla. ¿Cómo será?- No es este personaje quien habla, es tu voz lector.

Capítulo 33: La catedral de roca
Sin aliento se detuvieron al pie de un árbol rodeado de maleza; no hablaban, se mantuvieron oyendo. Cerca rondaban tres monstruos; les seguían, les buscaban. Los jóvenes se miraron y corrieron en sentido sur.
De soslayo, Luz estudiaba al desconocido. Por primera vez en su vida veía a alguien de su misma edad, está extrañada, siente demasiada confianza; de acuerdo a las descripciones de sus abuelos, el extraño debe pertenecer al clan de los Marrones Pelo Corto.
Un olor los hizo detenerse, es una pestilencia amenazadora, les golpea los sentidos; indecisos miran hacia atrás, los perseguidores están cerca. Decididos, traspasaron la frontera invisible; treparon sobre un árbol y desde allí observaron en silencio. En la distancia, Terror y sus secuaces regresaron frustrados.
Huellas de grandes uñas, en las ramas, les avisaron la presencia de monstruos voladores; bajaron y siguieron en dirección sur. Subieron el cerro y se encontraron con un espectáculo increíble: una cueva de magnitud inmensa, el techo parece estar a la misma altura del cielo.
Todavía no habían cerrado sus bocas, abiertas por la sorpresa, cuando oyeron el silbido del aire; un cuerpo venía cayendo sobre ellos; saltaron dentro de la cueva; el suelo explotó cuando dos garras destrozaron el sitio donde antes se encontraban, el monstruo volador se perdió en la creciente oscuridad.
En lo profundo de la catedral de piedra, los dos asustados desconocidos se miraron. Avanzaron hacia la pared izquierda, tras una gran roca encontraron espacio para esconderse y allí se refugiaron.
Luz dejó caer el morral, excavó y lo cubrió con piedras; sobre el mismo sitio se acostó, extenuada, en menos de un minuto quedó dormida. Rayo, pensaba:
-¿Qué hago aquí? ¿Quién es ella? ¿Qué escondió?- Un rato después el cansancio lo venció, cerró los ojos y durmió sin roncar.

lunes, 12 de noviembre de 2007

32.- LUZ


¡Luz! ¡Luz! ¿Dónde estás?

Capítulo 32: Emboscada
Luz está desorientada, es mediodía, el sol cae vertical, las sombras no indican los puntos cardinales y la maleza imposibilita ver los cerros. Se sintió alarmada, miró al cielo, olió el aire; fue a dar un paso y no llegó a hacerlo. Presintió la amenaza.
Terror cambió de planes; agazapado, avanzó.
Rayo bajó de su mirador, corrió como su nombre, si se detuviera resbalaría y se estrellaría contra la bestia. Trepó al lomo del monstruo, y utilizando la cabeza del gigante como trampolín, saltó al vacío.
Terror, sorprendido, lanzó puñales envenenados; falló por muy corta distancia.
Rayo pasó por un lado de Luz y gritó:
-¡Sígueme!

sábado, 3 de noviembre de 2007

31.- LUZ

¿En esos ojos se refleja la figura de Luz?

Capítulo 31: El regreso
En la más completa oscuridad, la noche anterior al escape de Rayo, un barco había arribado a la orilla del río. Garras Prometeo saltó a tierra, sin tocar las profundas aguas, y se perdió en la oscuridad.
Más de una hora después regresó, cayó en la cubierta como el rocío nocturno. Al cruzar la mirada con su Maestro, sin palabras le hizo entender:
-Está despejado, sigue siendo peligroso.
Esperando, Luz repasaba en su memoria el mapa de la zona; sus abuelos conocen la topografía del sitio y le transmitieron los detalles. En la espalda de la joven, un pesado morral, luce como una grotesca joroba.
Levantó la mirada por enésima vez, las estrellas son su fuente de orientación, ubicó los cerros en la lejanía, allí estaba su objetivo. La maleza le obstruía la visión sobre la llanura y sus maizales; a pesar de eso, se sintió orientada, su confianza aumentó.
Algún ruido la sobresaltó, sin moverse, pensó:
-Pirañas, encontraron un pez herido, lo están devorando.
Un rumor suave, invadió el ambiente. Era uno de los inmensos monstruos voladores, a estas horas rondan la llanura. En la orilla opuesta se oyó el canto del gallo.
Maestro y alumno asintieron, miraron a Luz; la joven, de una única y silenciosa carrera, saltó desde la borda. Hizo un arco perfecto sobre la superficie del agua, cayó en tierra y se sumergió en la espesura.

jueves, 18 de octubre de 2007

28, 29 y 30.- LUZ

¿La luz de una antorcha será suficiente? ¿Será esta joven Luz?

Capítulo 28: El Gran Consejo
Rayo el joven esclavo hierve de rabia; cuando traían pesadas cargas de alimentos, murieron varios de los trabajadores forzados. Terror y sus secuaces aprovecharon el cansancio de los cargadores, para cazarlos y devorarlos.
Desde muy temprana edad, Rayo conoció la esclavitud; mientras arrastra la carga, rememoró la historia contada por sus mayores.
“Antes había muchos clanes vecinos y diferentes, esparcidos en los cerros de la llanura, cerca de las grandes extensiones de maizales silvestres; gracias al clima, todo el año estaban cargados de mazorcas. Desde muchas generaciones atrás, un representante de cada comunidad formaba El Gran Consejo. Cada cierto tiempo, se renovaba todo el cuerpo de consejeros por medio de elecciones, los clanes eran libres para elegir su representante”
“Un día ocurrieron grandes tormentas, terribles inundaciones sumergieron la llanura; casi la totalidad de los maizales desaparecieron; y llegaron los monstruos depredadores; uno llamado Terror, se destacó. La situación se agravó, la escasez de alimentos generó peleas y robos de territorios entre los clanes”
“Con el tiempo, el Gran Consejo se corrompió, inventaron nuevas leyes para permanecer en el poder y gozar del beneficio de comer sin trabajar. En La Cueva de El Gran Libro, vivían los miembros de El Gran Consejo, rodeados de comida obtenida sin esfuerzo. Para mantener el poder, reclutaron numerosos esbirros”
“Los maizales se fueron recuperando de la catástrofe natural, la comida comenzó a aumentar y así mismo el número de esbirros se incrementó. Se estableció una poderosa oligarquía; ellos, aseguraban, estaban en el poder por voluntad popular”
Rayo interrumpió sus recuerdos para finalizar la jornada, no podía descuidarse. La muerte acechaba en la tierra y desde el cielo.

Capítulo 29: El Discurso Oscuro
Llegó la noche, el final de la jornada para Rayo y los miembros de su clan. Habían estado transportando comida desde los maizales y varios de sus amigos no regresaron; desaparecieron en la llanura. Agotado, en su lecho, siguió recordando las historias de los mayores.
“Poco tiempo atrás, ocurrió lo peor. Un grupo de bandoleros llegó de alguna parte, o tal vez siempre estuvieron entre nosotros. Se establecieron al norte de los maizales, mataron a muchos y se apoderaron de las mejores zonas de recolección. Terror, y su tribu de monstruos asesinos, empezaron a cazarlos, aprovechando su poca pericia para el duro trabajo de conseguir la comida”
“El cabecilla de los bandidos, un gigante bestial llamado Rompecráneos, logró aliarse con los peores servidores de El Gran Consejo. Convenció a los esbirros, de ser superiores y de estar destinados a mandar para siempre sobre todos los clanes”
“Una noche, la recordada como La noche que cayó El Gran Libro, dieron el golpe. Irrumpieron en La Cueva de El Gran Libro y mataron a todos los miembros de El Gran Consejo”
“Durante la lucha, El Gran Libro fue derribado. Todos quedaron paralizados, atacantes y defensores. Rompecráneos, con sorprendente astucia, tomó el libro y lo repuso, abierto, sobre el gigantesco atril; la matanza continuó”
“Finalizada la toma de La Cueva de El Gran Libro, Rompecráneos reunió los antiguos servidores de bajo rango y los nombró El Nuevo Gran Consejo. Él mismo, se adjudicó el título de Gran Concejero, y lanzó El Discurso Oscuro”
“Ante El Gran Libro, iluminado por la luz de la luna, con retumbante voz, fue leyendo sus páginas; todos quedaron maravillados, hipnotizados, enardecidos hasta las lágrimas; ningún Maestro, nunca antes había leído El Gran Libro en presencia de extraños; los antiguos miembros de El Gran Consejo, ahora muertos, cuentan los ancianos del país, lo leían a solas y luego, transmitían su sabiduría al vulgo, fuera de La Cueva de El Gran Libro”
“Convertidos en fanáticos enloquecidos, seguros de su superioridad recién descubierta; la multitud, arengada por los secuaces de Rompecráneos, ésa misma noche y las siguientes, invadieron las viviendas de los jefes de todos los clanes. Los mataron o los convirtieron en esclavos junto con sus familias. Muy pocos lograron escapar, no se sabe quiénes ni a dónde”

Capítulo 30: Presentimiento
Rayo no pudo podido dormir la pasada noche, los recuerdos ocuparon las horas oscuras. Estaba sobresaltado y no era sólo por la muerte de sus amigos, había algo más. Esta mañana, camino a los peligrosos maizales donde rondan Terror y su tribu, Rayo está formando parte de un grupo de esclavos.
De súbito y por un incontrolado impulso, se escabulló en la primera oportunidad, cruzó los peligrosos maizales y al medio día llegó al otro lado.
Los esbirros no se preocupan cuando alguien desaparece, el fugitivo estará en el estómago de Terror, piensan; o tal vez, en las garras de algún monstruo volador de la llanura.
Mientras corre, Rayo se pregunta:
-¿Por qué hice esto? Mis amigos se preocuparan, mi familia también. No me entiendo.
Siguió avanzando hacia el sur, trepó a un árbol y miró a lo lejos, a la orilla del río; insistió en preguntarse:
-¿Qué estoy buscando?
Bajó y corrió en dirección al río. Se movía entre la alta vegetación, evitando los terrenos abiertos. De repente se paró en seco; un lejano sonido llegó a sus oídos, lo reconoció:
-Es Terror o alguno de su tribu, está adelante y cerca- pensó, temblando de miedo.
Rayo trepó a un árbol y desde su observatorio vio algo.
A lo lejos, una joven se acercaba. Tenía algo oscuro y pesado, amarrado a su espalda, avanzaba hacia él. Ella venía con muchas precauciones, ocultándose, esperando y avanzando; entre Rayo y la joven, está escondido Terror, el temible monstruo devorador; como un arco tensado, está esperando acortarse la distancia.

lunes, 15 de octubre de 2007

LUZ, SINOPSIS CAPITULOS 1 AL 27


La pequeña Luz fue salvada en brazos de sus abuelos, hasta ahora nada se sabe de la suerte de sus padres, quienes quedaron combatiendo un enemigo cruel y despiadado la terrible noche de la tragedia.
Después de una desesperada carrera, perseguidos por el enemigo, los abuelos se refugiaron en un viejo cuartel al borde de la selva; allí tuvieron un terrible encuentro con Garras Prometeo, un temible ser y con un hombre misterioso.
En una sorprendente habitación, el hombre misterioso recuerda tiempos pretéritos, muchas cosas en lugar de aclararse se oscurecieron aún más. El temible ser, acompañante del hombre misterioso, tiene un pasado turbio y sangriento.
En el lejano pasado, hubo un terrible combate entre Garras Prometeo y el abominable líder de las fuerzas enemigas, perseguidoras de Luz y sus abuelos.
Un salvaje romance, con una exótica guerrera, se desarrolla en el paisaje tropical.
El tiempo pasó, la joven Luz fue preparada para una desconocida misión por dos maestros asombrosos. Debe ir sola e internarse en un país plagado de bestias, un clima impredecible y enemigos poderosos.
¿Cuál es la misión? ¿Quiénes son los enemigos? ¿Viven aún los padres de Luz, después de tanto tiempo?

sábado, 13 de octubre de 2007

26 y 27.- LUZ

Una oveja vestida de lobo, sigue siendo una oveja. Luz no es así

Capítulo 26: Luna la hermosa guerrera
Garras miró el cielo y la tierra, nada vio; olfateó el aire, nada percibió; su cuerpo le avisaba de un gran peligro. Entonces llegó el olor, la mezcla de olores; sus cicatrices enrojecieron; como una serpiente, llegó el lejano sonido: pasos suaves en la oscuridad, un grupo de extraños se movía en la llanura, venían en dirección del bosque.
En silencio, Garras subió más alto en la copa del árbol, se desplazó sobre una gruesa rama y dio un prodigioso salto hasta otro árbol. Allí repitió la maniobra; varias veces hizo lo mismo, hasta dejar lejos el refugio de Luz. Se situó a espaldas del grupo, los estudió unos momentos y luego descendió del árbol.
Eran los siete guerreros, los mismos del encuentro tiempo atrás en los límites de su terreno; transportaban cadáveres enemigos. Garras saludó:
- ¡Hola!
Los siete soltaron las cargas, giraron, listos a defenderse.
Luna, le reconoció:
-Eres bueno en las emboscadas, no te sentimos llegar.
Garras se recostó sobre el tronco del árbol y agregó:
-Descansaré un poco, más tarde continuaré el regreso.
Luna se acercó a Garras, el resto de la patrulla se echó sobre el suelo, al lado de los cadáveres; ella dijo:
-Era un grupo grande, los sorprendimos; lucharon, cuando cayeron los más agresivos, el resto huyó; no salimos malheridos. Están más audaces, su número aumenta. ¿Cuándo tendremos otra de tus agradables visitas?
Después de un momento de silencio, Garras Prometeo contestó:
-La próxima luna llena; me gusta visitarte a la luz de la luna. Adiós.
Garras se perdió en la oscuridad.
Ella lo vio alejarse, se irguió, levantó un cadáver y continuó la marcha. El resto de guerreros la siguió, cada uno con su macabra carga.
Desde su alto mirador, Luz vio y oyó todo; les siguió con la mirada hasta su desaparición en la llanura. Un rato después, sintió la presencia de su Maestro y luego le oyó llegar, silencioso, como el aire quieto. Garras dijo en voz baja:
-Luna habría entendido; los otros te habrían atacado.

Capítulo 27: La misión de su vida
El tiempo siguió pasando, Luz progresó a grandes saltos; los abuelos Cantador y Serena aprendieron a leer y escribir.
En un fresco atardecer, leían y conversaban; el maestro Helio dijo:
-Luz, llegó el momento de tu regreso.
Garras Prometeo levantó la mirada del libro y concentró su atención en la conversación. Los abuelos se pusieron de pie, asustados, exclamaron al mismo tiempo:
-¡Iremos contigo!
Helio argumentó:
-Esta es su misión, está preparada; sola estará más segura.
Helio miró a los abuelos, ellos se situaron al lado de Luz; Garras Prometeo continuó mirando el libro.
-Garras, no debes internarte más allá del río, por ahora. No debes seguirla, atraerías sobre ella la mirada de los enemigos.
Luz se puso de pie y mirando a los ancianos, dijo:
-Volveré abuelos, traeré noticias de su hija, mi madre; sabremos que pasó con ella y mi padre.

martes, 9 de octubre de 2007

23, 24 y 25.- LUZ

La experiencia es una joya. Esta belleza no es Luz, ella es diferente.


Capítulo 23: Iniciación
Helio regresó al presente; meditó entonces sobre sus visitantes.
-La joven llamada Luz, ya llegó; un reto para Garras. Entre los dos debemos ayudarla. Mañana comenzaré la tarea de prepararla; su misión espera.
Desde el principio Luz resultó dispuesta a aprender, estaba ávida de conocimiento. Al cabo de cierto tiempo, Helio la dejó en manos de Garras Prometeo, ahora erigido en Maestro.
Los días pasaron y una noche, Garras pidió a Helio ir a ver algo en la biblioteca; Luz, utilizando pluma y tinta, escribió su propio nombre y luego con infantil voz, leyó un antiguo escrito sobre un viejo pergamino:
Por la Democracia murieron estos ciudadanos, considerando justo, con toda nobleza, no les fuera arrebatada; por ella, todos los sobrevivientes, es natural aceptemos sufrir penalidades.
-Progresas rápido Luz. Te felicito, leíste con mucho sentimiento y fuerza, el discurso fúnebre pronunciado por Perícles; unos pocos lo han recordado, y muchos lo seguirán haciendo en el incierto futuro.
Luz rió complacida y Garras Prometeo se sintió como un orgulloso padre.
El tiempo fluía; fue una época maravillosa para los cinco amigos; los abuelos Serena y Cantador se sintieron rejuvenecidos, Helio agradecía a la vida estas temporadas de paz; el más feliz era Garras Prometeo, actuando como maestro, padre y guardián. Luz vivía el continuo ahora de su infancia.

Capítulo 24: El agua
Ha pasado el tiempo. Cierto día Luz observaba fascinada el caudaloso río; bajo el caluroso sol, recuerda las palabras de su Maestro Garras:
-No es el mismo río, no es la misma agua; cambia cada momento, igual tú lo haces.
Luz tenía varios días explorando, sola en la sabana; es una nueva etapa de su formación. Los abuelos le habían transmitido, en el gran patio central de la casa, sus experiencias de viejos, necesarias para conservar la vida frente a destinos inesperados.
El ardiente sol estaba sobre su punto más alto; el espectáculo era extraordinario, la corriente turbia, la selva al otro lado del agua, las barcazas moviéndose sobre la espesa masa líquida. Luz sintió deseos de tocar el agua y se acercó a la orilla; metió su pequeña mano en la suave corriente y sintió una agradable frescura.
De súbito, un fuerte golpe en su costado la levantó del suelo y la lanzó lejos de la orilla; a pesar del aturdimiento, en el aire giró y cayó de pie, se dejó rodar amortiguando el impacto; miró hacia el río, un enorme caimán había emergido del agua en el mismo sitio donde ella introdujo su mano; frente a la enorme boca abierta, estaba su maestro Garras Prometeo. Garras gritó, sin quitar la mirada sobre los afilados colmillos:
-¡Agua mansa, otra ilusión!
El caimán, sin cerrar las mandíbulas, retrocedió y se hundió entre turbios remolinos.
La noche cubrió la sabana, Luz y su maestro Garras Prometeo descansan en la horqueta de un árbol. Aunque Luz prefiere los refugios subterráneos, también sabe arreglárselas sobre las altas copas. Garras habló, por primera vez desde el encuentro con el caimán:
-Luz, te he vigilado, discúlpame, era desconfianza.
-No Maestro, soy yo quien pide perdón por olvidar tus enseñanzas y las de mis abuelos, tu desconfianza fue acertada. Me has salvado la vida. Me prometo no olvidar lo aprendido con esta experiencia.
Mucho rato después, Luz habló de nuevo:
-Maestro Garras, no sentí tu presencia estos días; creí estar sola en la sabana. No estoy lista.
Con un susurro el maestro contestó:
-Desde el mediodía lo estás.
Garras bajó aún más la voz y dijo:
–Luz, mira al otro lado del río.

Capítulo 25: Maestra
Un venado salió de la maleza. A la luz de la luna, nervioso miró a todos lados, olfateó el aire y sediento se acercó al río; pasó por encima de un gran tronco seco y continuó hacia el agua. Apenas había franqueado el obstáculo, éste se convirtió en un largo caimán; de un coletazo lanzó el venado hacia la orilla; medio muerto, el animal se arrastró en dirección a la maleza; el caimán giró sobre su panza y se dispuso a alcanzarlo.
Cuando las grandes mandíbulas casi se cerraban sobre los cuartos traseros del moribundo, de la maleza emergió una sombra, rápida como una saeta. Un jaguar, casi tan grande como el reptil, atrapó el cuello del venado y lo arrastró. El caimán quedó con la boca abierta.
La escena ocurrió en el tiempo de dos latidos del corazón de Luz. Cuando ella recuperó la voz, dijo, susurrando cerca de la cara de Garras:
-¿Cómo sabías Maestro? No podías haber visto al monstruo del agua y creo que tampoco al de la selva.
-Vi al joven venado; su actitud de víctima me anticipó la tragedia.
No hablaron más esa noche.
Pasaron el día siguiente, desde la copa del árbol, observando las orillas del río. Cazadores y presas luchaban por la vida. En la noche, Garras Prometeo habló:
-La experiencia ajena es un libro abierto.
Fuera de su costumbre, pronunció más palabras:
-Dime, querida alumna, viendo tantas desdichas, tantos tristes finales de seres bien preparados para evitarlos ¿has aprendido algo?
Garras se acomodó, dispuesto a oír una larga disertación, como era la costumbre de Luz. Ella, con la mirada perdida sobre los lejanos maizales al otro lado del río, dijo:
-Fallaron porque no oyeron.
Luz no habló más. Garras Prometeo se enderezó de su cómoda posición, sus ojos se entrecerraron por la sorpresa; esperó largo rato y por fin habló; al mismo tiempo paseó la mirada sobre el paisaje.
-Por favor, sé mi maestra por este momento.
También ella barrió el horizonte con la mirada, suspiró y dijo:
-Fallaron porque no oyeron. No oyeron las enseñanzas. No oyeron sobre las experiencias ajenas. No oyeron los avisos contenidos en las coincidencias de muchos eventos a su alrededor. No oyeron sus propias quejas internas. No oyeron esa suave voz, saliendo desde adentro, sugiriendo una y otra vez el mejor camino para evitar el dolor.
Garras Prometeo sintió ensancharse su corazón y pensó:
-Está lista para la gran misión.
Luz susurró:
-Maestro, un gran peligro se acerca.
Moviéndose rápido y en silencio, Luz se ocultó en la densa copa del árbol.

21 y 22.- LUZ

A veces debemos reafirmar nuestra opinión frente a otros. Esta joven no es Luz; espera a conocerla, será interesante tu propia reacción.



Capítulo 21: No pasaron
A pocos metros de distancia de la casa, el extenuado jinete vio regueros de sangre sobre el empedrado. La entrada del cuartel estaba cerrada. Helio recuerda haber saltado del caballo antes de detener la carrera; abrió la puerta y corrió machete en mano por el largo y ancho zaguán, hacia el gran patio. Vio entonces el cuerpo inerte de su alumno, envainó y se abalanzó hacia él.
- ¡Garras!
El moribundo debió regresar; se sintió transportado, y por su boca entró agua fresca. Oía la voz de su maestro.
-No puedes abandonar, tienes deberes que cumplir; tu misión no ha terminado; Garras, no puedes irte a disfrutar de la gloria; nadie puede morir antes de tiempo. Si tu misión no está cumplida, sobrevivirás cualquier cosa. Despierta Garras, te esperan.
Garras Prometeo abrió los ojos, reconoció la borrosa cara y dijo con voz muy ronca y baja:
-No pasaron.
Su Maestro asintió. Le dio otro poco de agua y en voz alta dijo:
-No pasaron. Nunca pasarán. Nunca destruirán el conocimiento.
La recuperación de Garras Prometeo fue lenta; tiempo después, estaba entrenando en el patio central.
Grandes cambios ocurrieron en el joven, recordó el viejo.

Capítulo 22: Los siete guerreros
Helio recordaba el posterior comportamiento de Garras Prometeo: un día inició una inesperada rutina, con paso firme traspasó el dintel de la casa; noche tras noche patrullaba los alrededores, ampliando cada vez más su radio de acción; trepaba a los altos árboles y mirando a lo lejos, se transportaba más allá del horizonte, al otro lado del imponente río, hacia el oriente, hacia el punto de donde vendría la luz del sol.
Garras Prometeo decía:
-Hay algo en ese lejano maizal, hay algo.
Una noche cuando Garras regresaba, luego de una amplia ronda de vigilancia, un inesperado encuentro ocurrió; un grupo de mercenarios, guardianes de alguna lejana comarca lo avistaron. Eran siete, similares a él en talla y armamento; cinco puñales en cada extremidad, cuerpos ágiles como centellas; las cicatrices en sus cuerpos demostraban haber combatido muchas veces; Garras Prometeo presintió el ataque.
Se abrieron en abanico mostrando sus armas; de sus gargantas salieron sonidos de guerra; Garras soltó su cuerpo y enfocó su mente. En la oscuridad de la sabana, sus amarillos ojos miraban sin miedo; hizo asomar las puntas de sus armas, se quedó inmóvil, esperando.
Los siete estaban sorprendidos; ese joven no sentía miedo, podían olerlo; vislumbraron varias muertes antes de vencerlo.
La jefa del grupo habló:
-Mi nombre es Luna, no tiene sentido matarnos entre nosotros, tenemos un enemigo común; tus cicatrices fueron producidas por ellos, podemos reconocerlas; aceptamos como tu terreno toda el área marcada en tus rondas, podrás visitarnos en nuestro territorio y si lo permites, te visitaremos alguna vez.
Los seguidores de Luna, la guerrera, guardaron las armas y esperaron.
Después de una tensa pausa, Garras hizo oír su voz:
-Yo soy Garras Prometeo. Acepto. La próxima luna llena te visitaré. Vayan en paz.
El solitario siguió su camino, pasó por en medio del grupo con paso tranquilo.
Luna murmuró:
-Desconcertante, interesante.

domingo, 30 de septiembre de 2007

18, 19 Y 20.- LUZ

¿Muestran los ojos la belleza de tu alma? Este tampoco es uno de los protagonistas de este cuento. Espera a ver los verdaderos ojos, vale la pena.

Capítulo 18: El brazo inútil
Tambaleante, Garras Prometeo bajaba las escaleras, un rastro de sangre lo seguía; llegó al nivel del patio, su cuerpo se bamboleaba; la oscuridad aumentó la confianza de las hordas enemigas.
-Está a punto de morir- pensó Rompecráneos -Debo actuar, será mi gloria, mi gran premio.
El excitado caudillo se adelantó apenas un poco; sin dudar, Destripador le siguió, nadie más se movió.
Durante un momento, Garras Prometeo se mantuvo erguido, entonces cayó sobre su brazo sano, los ojos casi cerrados.
-Debo atacar antes de su muerte, todos me están mirando; cayó sobre el brazo izquierdo, el derecho está inútil; sólo debo saltar y perforarle el cráneo, será fácil; casi no respira, sus ojos se van a cerrar; será fácil, sí, será fácil.
Rompecráneos se irguió, hizo chocar sus cuatro puñales, se encogió como un resorte y se lanzó como una centella, dispuesto a dar el golpe mortal; cuando estaba a mitad del vuelo, el brazo derecho de Garras Prometeo realizó un arco y barrió el aire de derecha a izquierda, al mismo tiempo había saltado hacia delante; Rompecráneos se encogió en el aire, intentando esquivar ser guillotinado, los cinco puñales le arrancaron la oreja derecha y gran parte de la piel del cráneo, un profundo canal sangriento desde su nuca hasta la cintura brilló en la oscuridad.
Garras Prometeo cayó entre los guardaespaldas, su brazo izquierdo aplastó la cabeza del más cercano; de varios saltos retrocedió hasta el centro de la escalera y se plantó de nuevo en su puesto de batalla.
Durante un instante, el guardaespaldas Destripador quedó paralizado, entonces reaccionó y huyó; de inmediato todos se batieron en retirada.

Capítulo 19: El canto del gallo
La media noche se apoderó de la casa; Garras Prometeo yacía en el suelo, sobre uno de los escalones. Desde la huída de los enemigos, el silencio más profundo había imperado. Garras no ha cerrado los ojos en ningún momento, siente la mirada de varios asesinos.
El esfuerzo del último golpe al enemigo lo dejó exhausto, percibe el avance de la muerte en su cuerpo, sus miembros no responden y padece mucho frío. Destripador y varios enemigos avanzan hacia él; inerme los observa. Llegaron hasta el cuerpo de Rompecráneos y comenzaron a arrastrarlo. Garras Prometeo divisó un débil movimiento en una de las manos; sin emoción alguna, pensó:
-Sigue vivo.
La claridad está cerca, el canto del gallo la anunció.

Capítulo 20: La aceptación
Tiempo después, Helio comprendió mejor los eventos pasados; a la misma hora, cuando Garras Prometeo había arrancado la oreja de Rompecráneos, él venía cabalgando por la sabana; cuando se disponía a acampar, la caída de una estrella fugaz despertó su atención; desde la oscuridad llegó el rugido de un Jaguar y el mugido agónico de una res; Helio sintió calor en su mano derecha.
Desenvainó el machete y espoleó la cabalgadura; corrió atravesando los esteros; el sudor del caballo se mezcló con el de su cuerpo. Al fin, muy a lo lejos, vio la silueta de la solitaria casa sobre el horizonte de la llanura. El caballo también la avistó y aceleró la carrera.
En el cuartel imperaba el silencio; Garras Prometeo había sentido la huída de todos los asesinos; temblaba de frío a pesar del calor de la mañana. Garras Prometeo adivinó la llegada del gran instante final, se había preparando para esto, cuando entendió la belleza de la vida. Pensó:
-El momento de la gran respuesta.
Y dijo:
-Fue bonito vivir, acepto morir.

jueves, 27 de septiembre de 2007

15, 16 y 17.- LUZ


¿Es este el verdadero yo de un líder? Nos sorprendemos al ver la cara oculta de un líder.

Capítulo 15: El Gran Líder
Es mediodía, el calor del trópico ataca; ha tenido dos noches de combate, sin agua ni comida; sangre seca cubre el cuerpo de Garras Prometeo, no tiene saliva, sus ojos están resecos e hinchados, sus párpados pesan; si duerme, la muerte es segura; los usurpadores le observan desde la distancia. Recogieron sus muertos, hasta los más cercanos a Garras Prometeo fueron retirados; él no se movió cuando dos asustados enemigos arrastraron los cadáveres.
Garras tiene dificultades para enfocar la mirada, se mantiene sentado y erguido; sí los invasores del cuartel comprendieran su debilidad, le embestirían a plena luz del día.
Comenzaron extraños movimientos en las filas enemigas; carreras descontroladas, el olor del miedo, voces de mando titubeantes; Garras Prometeo no capta la razón. A pesar de su dificultad visual, vio al recién llegado y lo reconoció.
A su mente saltó el recuerdo de la noche tormentosa, cuando fue rescatado por Helio. El recién llegado es el jefe de los asesinos de su madre y sus pequeños hermanos. Es un ser inmenso, tal como lo recordaba; está al otro extremo del patio central, a la sombra de los muros. Garras pudo oír su voz, le sonó prepotente y despectivo; todos le temen. Varios guardaespaldas le acompañan.
Sin previo aviso, la vista de Garras Prometeo se nubló y cayó hacia delante; como pudo se enderezó; todos vieron su desfallecer, ahora saben de su debilidad, sin embargo, nadie adelantó un paso hacia él.
La poca luz del día le protegió de un ataque masivo; Garras Prometeo se está apagando y la oscuridad se fortalece.

Capítulo 16: Terrible alternativa
Garras pensaba:
-En el siguiente ataque moriré; mi cuerpo casi no responde y ellos están aumentando en número.
Recordó las palabras de Helio:
-Guíate por tu instinto; piensa como el enemigo.
Con voz gruesa, dijo en voz muy baja:
-Le temen, no lo respetan; si sus seguidores lo ven caer lo abandonarán.
Desde el otro extremo del patio, Rompecráneos observaba la escalera, el único camino hacia la biblioteca. Él sabía lo valiosos de esos objetos de papel para sus enemigos. Los odia, desea convertirlos en pequeños trozos y acolchar su cama con ellos. Si no puede acabar con sus enemigos, destruirá sus cosas más amadas.
De nuevo, Rompecráneos fijó la mirada en Garras Prometeo; sabe quién es, lo ha vigilado desde el rescate de Helio, cuando el viejo lo arrancó de sus manos. No quiere fallar, esta vez lo matará.

Capítulo 17: La gran oportunidad
Rompecráneos se acercó a la escalera, sin arriesgarse mucho y aparentando valor; los guardaespaldas lo siguieron; él se detuvo y pensó:
-¿Por qué estos estúpidos no han podido derrotarlo?
Sus rojos ojos se encontraron con los focos amarillos del defensor; sintió miedo y lo disimuló aullándole insultos; Garras Prometeo no contestó.
El guerrero de la escalera comenzó a atender sus heridas, se movía con dificultad y tomando por sorpresa a todos, bajó un escalón. Rompecráneos dio un salto atrás; con la excepción de Destripador, todos los guardaespaldas lo imitaron; la tropa decidió replegarse un buen trecho; complaciente y sumiso, Destripador retrocedió hasta el jefe.
-Estoy haciendo el ridículo- pensó el caudillo -Todos me miran, mi dominio se debilitó, puedo olerlo.
Rompecráneos percibía las dificultades del defensor.
-Sangra, tiene el brazo derecho inútil, debería haber muerto; puedo sacar provecho de la situación; todos caerán a mis pies, estarán bajo mi dominio, mi poder será total.

12, 13 y 14.- LUZ


El canto del gallo no es suficiente. La claridad necesita más.


Capítulo 12: Choque en la oscuridad
Los asesinos cayeron sobre Garras; un coro de silbidos secos y restallantes órdenes de combate rompió la noche; la mitad de los atacantes cayeron, los lamentos vibraron.
Sin pausa, más asaltantes se lanzaron sobre el remolino de puñales; sangrando por múltiples heridas, Garras Prometeo siguió matando; retrocedió y ascendió varios escalones. Un cerro de cadáveres fue el resultado de sus golpes de guadaña.
Hubo una pausa, los invasores se reordenaron; otra masa de tropas frescas se les unió, sonó un intercambio de silbidos y se lanzaron en oleadas. Esta vez, la lucha terminó cuando el último cadáver rodó escaleras abajo.
Un nuevo contingente de fanáticos asesinos, comenzó a reunirse al pie de la escalera; entonces el canto de un lejano gallo, anunció el amanecer; los enemigos se retiraron.
Garras atendió sus heridas; sentado en el escalón, tranquilizó su cuerpo, y se dispuso a esperar.
Los enemigos retiraron los cadáveres; se desplazaban por la planta baja del viejo cuartel; nunca perdieron de vista al defensor de la escalera.
Al final de la tarde, se reagruparon; estaban menos ruidosos, casi en silencio.

Capítulo 13: Una oculta debilidad
La oscuridad rodeó la escalera; Garras no había tomado agua o comida, tampoco durmió durante el día, no podía, su vida estaba en juego.
Cerca de media noche se inició el ataque; fue algo abrumador, las oleadas de agresores llegaban una tras otra, se relevaban apenas su número caía a la mitad; los altos muros laterales de la escalera y lo enorme de los escalones, limitaban el número de atacantes en acción.
Durante una de las más feroces oleadas, ocurrió algo imprevisto: el enemigo, sin previo aviso, se retiró en desbandada. En la inesperada pausa, Garras se preguntó el por qué y rememoró sus últimos movimientos:
-Intentaron envolverme, los muros no lo permitieron; giré cinco veces a la derecha, tres a la izquierda, retrocedí doce escalones y salté sobre el grupo, al flanco izquierdo; habían tres enemigos hombro con hombro.
Garras recordó lo que allí ocurrió: vio los puñales de su mano derecha, abrir al guerrero del centro; los otros dos silbaron una estridente nota y ocurrió la desbandada. Garras abrió los ojos; venía otro ataque.

Capítulo 14: Decisión
La masa de invasores avanzó envolvente, limitada por los muros; Garras tomó una decisión desesperada: repitió un esquema en pleno combate. Saltó al flanco izquierdo del enemigo, desde el aire ubicó un trío compacto de corpulentos guerreros, de un golpe, arrancó la cabeza del más grande, el del centro. Garras cayó parado, esperando el asalto en una peligrosa posición: muchos enemigos alrededor y él acorralado contra el muro. La horda se retiró en desbandada. Algunos lo tropezaron en su huída; él no los atacó, a grandes saltos regresó a su posición.
Como una tormenta en la playa, las olas enemigas siguieron azotando la escalera; el esquema se repitió una y otra vez. Garras contó doce arremetidas, doce líderes enemigos descabezados, doce desbandadas; entonces, la tormenta amainó. El canto del gallo en la lejanía, anunció el amanecer; el final de la segunda noche de combates.
Garras oyó las últimas palabras de su maestro:
-Guíate por tu instinto; piensa como el enemigo.

domingo, 23 de septiembre de 2007

9, 10 y 11.- LUZ

Este personaje nada tiene que ver aquí.

Capítulo 9: Un pasado, una cadena de coincidencias
Helio subió al laboratorio, una gran cantidad de extraños aparatos de vidrio estaban sobre mesas y anaqueles; recipientes con hirvientes líquidos despedían raros olores. Sentado frente su escritorio, dejó vagar la mente por el pasado. Rememoró el primer encuentro con Garras Prometeo y los acontecimientos surgidos después.
Fue en una noche flagelada por la tormenta tropical; Helio iba por su caballo, venía de asistir un herido, el médico del pueblo estaba lejos y el viejo Helio le suplió en la emergencia. Entre el fragor de los truenos, oyó un lamento, miró a todos lados; cuando paseó la mirada hacia su derecha, ocurrió el relámpago más intenso. A lo lejos, por una fracción de segundo vio algo, no estaba seguro de la visión; el viejo reaccionó sin titubear. Corrió al máximo de sus posibilidades, desenvainó un filoso machete; de su boca salieron agudos y secos silbidos, órdenes furiosas; blandió el machete de plano, no quería matar; golpeó al primer agresor, le siguieron dos más y rodaron por tierra; el cuarto pandillero, corpulento y el mejor armado, enfrentó al viejo.
Helio giró el machete; puso el filo al frente y dijo en un seco lenguaje:
-Escogiste morir.
Desconcertado al oír su propia lengua, el jefe de la banda saltó a la oscuridad.
La tormenta arreció, de pie se mantenía la víctima, erguido en posición de batalla; era demasiado joven y débil para enfrentar cuatro asesinos. Tenía una herida en la espalda; entonces siguió lo más difícil para Helio.

Capítulo 10: El inicio
El joven lanzaba rápidas fintas; los ojos amarillos seguían a Helio, le consideraba otra amenaza; Helio hablaba en una lengua gutural. Cada vez más debilitado, el herido no tuvo alternativa, al final aceptó la ayuda.
Desde la oscuridad, muchos pares de malignos ojos observaban. En adelante se dedicarían a espiar; sabían ser pacientes.
Helio siguió recordando lo ocurrido después del rescate del valiente herido. La recuperación del joven de ojos amarillos fue rápida, nunca quiso hablar respecto a su procedencia; aceptó la disciplina y las enseñanzas del Maestro Helio; demostró poseer una inteligencia fuera de lo corriente, aprendió a leer, se interesó en los libros más antiguos y en el ejercicio físico.
Helio, desde el principio, percibió la angustia y la soledad de Garras Prometeo, así decidió llamarlo; el joven estudiaba en la biblioteca y se entrenaba en el gran patio central; nunca traspasaba la puerta de salida, ni miraba fuera de la casa.

Capítulo 11: La resolución
Cuando Garras terminó la preparación física y mental, programada por su maestro, siguió adelante por su cuenta.
Una tarde, recordaba Helio, llegó una carta, el viejo tendría que ausentarse tres días; había acontecido un incendio lejos de allí y necesitaban sus conocimientos en curar los heridos. Miró a su alumno y dijo:
-Si hay problemas, recuerda: guíate por tu instinto; piensa como el enemigo.
Helio salió a caballo; desde el techo de la casa, Garras le siguió con sus amarillos ojos, hasta más allá de la sabana, cuando la selva se lo tragó.
Garras comió y durmió el resto de la mañana; en la tarde bebió agua y afiló las armas bajo uno de los árboles del patio central. Estiró los músculos con la destreza de un gladiador.
Caminando con paso lento y elástico, entró bajo techo; se sentó en el suelo, frente a la descomunal escalera, único acceso al segundo nivel de la construcción; allí estaba la portentosa biblioteca, el laboratorio y las herméticas bodegas. Garras Prometeo cerró los ojos.
La casa se fue oscureciendo, la negrura de la noche tropical la estaba tomando por asalto; horas después, se comenzaron a oír, por debajo de los habituales ruidos nocturnos de la llanura y los crujidos de la vieja construcción, unos silbidos.
Garras no abrió los ojos; en cada extremidad, las cinco puntas de sus puñales emergieron. Cada latido de su corazón se hizo más fuerte, la respiración más profunda. Se visualizó rodeado por un óvalo de fuego; sus amarillos ojos se abrieron.

jueves, 20 de septiembre de 2007

7 y 8.- LUZ


Nota: La vida es una ilusion, las apariencias engañan, las ilustraciones no ilustran.

Capítulo 7: El hombre misterioso
Una voz masculina gritó desde la parte baja de la casa:
-¿Garras, dónde estás?
Los abuelos se miraron angustiados, esa voz proviene de un terrible enemigo; no se atrevieron a huir, la amarilla mirada los mantuvo clavados en el suelo.
Llegó un hombre, con barba y cabellos blancos; exclamó desde la puerta de la habitación:
-¡Garras, no sales de la biblioteca!- miró a los tres intrusos y ordenó:
No los dejes ir; ya regreso.
Un momento después, el hombre apareció con algo de comida y cambió su forma de hablar a una lengua suave y sibilante.
-Mi nombre es Helio y él es Garras Prometeo; no nos tengan miedo, queremos ayudarles. Coman. Es leche, maíz tierno, fruta y queso del mejor. Coman, están débiles.
Los abuelos estaban desconcertados, pensaban sorprendidos:
-¡Habla nuestra lengua!- tomaron a Luz y se arrinconaron, temblando de miedo.
El hombre, insistió:
-¿Cuáles son sus nombres? ¿Quién es esa pequeña? ¿Qué les ha pasado?
Sin moverse, el abuelo contestó con casi inaudible voz:
-Ella es Luz, nuestra nieta. Mi esposa es Serena y yo soy Cantador. Somos del clan Los Grises. Ya nos vamos, déjennos pasar.
La abuela intervino:
-Escapamos del otro lado del río, hay una guerra; nuestra hija y su esposo quedaron atrás; enfrentaron los enemigos para salvar a Luz. Ellos nos siguen.
Luz oyó la conversación y aún no logra comprender la magnitud de la tragedia. El hombre continuó:
-Por favor abuelos, coman, lo necesitan y su nieta también; somos amigos.
Los ancianos no se movieron, Luz se escondió tras la abuela; transcurrió un momento de silencio y el abuelo dijo:
-Tenemos miedo del veneno, no queremos comer.
El hombre tomó un pedazo de queso, lo mordió, lo saboreó y tragó.
Entonces, el abuelo comió parte del queso; esperó unos momentos y luego probó la leche y el maíz. La abuela se acercó, comió en la misma secuencia; mientras tanto, Luz esperaba. Un rato después, los abuelos la acompañaron hasta los alimentos; los tres comieron en silencio dando furtivas miradas a sus observadores. Por encima de la cabeza del hombre, el guerrero los observaba, impasible; él era un espectáculo aterrador para los comensales.
En silencio, el viejo anfitrión salió de la habitación y regresó con una gruesa alfombra.
-Duerman aquí, hablaremos esta noche.
Garras Prometeo y Helio salieron; cerraron la puerta de la biblioteca.

Capítulo 8: El Gran Libro
Es media noche, los tres refugiados están sentados en el suelo de la biblioteca frente a sus benefactores. Una vela los ilumina; los abuelos habían contado su historia, Helio dijo:
-Han tenido una experiencia terrible, estoy conmovido y preocupado por el destino de los padres de Luz y de su pueblo.
Más animoso agregó:
-Su habitación está lista, hay muchas; ésta construcción fue un cuartel.
Miró a Luz y dijo:
-Te ves muy fresca y sana gracias a tu juventud. Cuida los abuelos, en ellos está la experiencia, debes preservarla para tu supervivencia y la de tu futura familia.
Helio hizo una larga pausa, y continuó:
-Tuvieron mucha suerte habiendo entrado aquí, fue una feliz decisión.
Miró a las paredes y agregó:
-Esta biblioteca es única en miles de leguas a la redonda; nos rodean llanuras, selvas, montañas, ríos como océanos y fieras indescriptibles. A muchos les gustaría destruirla y saquear nuestras despensas. Una vez lo intentaron y fracasaron.- y miró a Garras quien estaba con la mirada fija en la luz de la vela.
Los abuelos Cantador y Serena siguen maravillados; éste hombre habla con ellos, conoce su idioma; los ancianos no dejan de mirar a su alrededor, a los anaqueles llenos de libros, nunca imaginaron que podría existir esa cantidad. La pareja de ancianos habían visto El Gran Libro en La Cueva de El Gran Libro. Cuando eran muy jóvenes, habían entrado sin que los Maestros Consejeros se percataran. A pesar de la oscuridad, miraron El Gran Libro durante largo rato; luego huyeron, habían cometido un grave delito.
Helio siguió hablando:
-Garras Prometeo ha superado terribles pruebas, confíen en él. Esto te lo digo a ti, pequeña Luz: considéralo tu Maestro.
Garras oyó, con la mirada fija en la luz de la vela; luego volteó y miró a Helio, quien le dijo:
-Sí, llegó tu siguiente etapa; he ahí a tu alumna.
Luz se había acercado a la vela y trató de tocar la llama.
-Luz.- dijo Helio, al mismo tiempo que la detuvo:
-El fuego será tu servidor si sabes respetarlo.

martes, 18 de septiembre de 2007

5 y 6.- LUZ


Nota: Esta es una ilustracion decorativa, las verdaderas caras de los protagonistas, apareceran pronto.

Capítulo 5: La oscura amenaza
Los dos viejos y la nieta están en la más completa oscuridad; por una ventana a su izquierda, penetra la negrura; el silencio es total, es más de media noche, la casa duerme.
Luz despertó, miró al frente, la oscuridad es intensa, nada ve; una pared está a sus espaldas, los abuelos habían caído en un sueño profundo, víctimas del cansancio. Luz movió la cabeza para mirar de reojo, un truco instintivo para ver mejor en la oscuridad, nada percibió; contuvo la respiración, y con la boca abierta trató de oír; tampoco logró recibir sonido alguno, es como si estuviera sorda y ciega.
El corazón de Luz latía agitado; ella siente a través de la piel, algo o alguien está frente a ellos; con cada mano tocó los cuerpos de sus abuelos, ambos despertaron y no se movieron; los ancianos repitieron las mismas maniobras con ojos y oídos antes realizadas por Luz; tampoco captaron una presencia real; aterrorizados, saben que están atrapados.

Capítulo 6: Ojos amarillos
Una luz, tan débil como una estrella, entró por la ventana; los tres fugitivos vieron algo, sus corazones se detuvieron un instante y luego se desbocaron; los músculos se tensaron para comenzar la huída.
Una inmensa sombra se erguía frente a ellos, en la zona de la cabeza brillan dos puntos amarillos, la sombra no se mueve, no respira; los horribles círculos no parpadean, son como carbones encendidos.
El tiempo no transcurría, no se hizo más lento, se detuvo; la habitación se fue aclarando, y con la vista fija en la sombra, los tres refugiados vieron en detalle la terrible figura. Es un guerrero, cinco puñales en cada una de sus extremidades; se adivina una agilidad de relámpago; su rostro es inescrutable; a pesar de estar sentado en el suelo, de manera relajada, están seguros que podría dar un salto muchas veces mas largo que el mejor de los suyos.
Los abuelos, temblando, mantienen la vista fuera de la cara del guerrero; Luz decidió mirarle a los ojos; quedó sorprendida: los ojos amarillos la estaban observando con atención y ella comprendió algo extraño. El guerrero desvió los carbones encendidos hacia un punto encima de la cabeza de Luz; luego se quedó estático, como una roca; algo espera, ellos ignoran qué es.

domingo, 16 de septiembre de 2007

3 y 4.- LUZ


Capítulo 3: Nuevo peligro
La luna quedó casi eclipsada por las nubes; la carrera por la selva fue brutal, a lo lejos se oye el ruido de la batalla; los dos ancianos, llevando a Luz, avanzan entre las sombras; el área de combate aumentó a sus espaldas, los viejos se sienten empujados en la dirección menos aconsejada por sus años de experiencia. El río, frente a los prófugos, está plagado de peligros: caimanes taimados, hirvientes bancos de pirañas y la pesada corriente del viajero océano, inmenso caudal, tibio y turbio. Un barco amarrado a la orilla, es otro peligro mortal; los ocupantes los matarán sí los sorprenden; no hay alternativa, en la nave podrán esconderse, en la selva cercana serán encontrados por sus perseguidores.
Aprovechando el paso de una negra nube, los tres refugiados se ocultaron entre la carga; no se atreven a producir sonido alguno; alertas, vigilan mientras la noche termina; el barco zarpó al amanecer en dirección a la orilla opuesta; la fría noche se fue transformando en una mañana calurosa y húmeda; las horas transcurren lentas y pesadas.
Llegaron a la otra orilla, los tres polizones no se han movido de su escondite; esperan la caída de la siguiente noche; les llegan aromas desconocidos y los abuelos se asustan aún más cuando el viento les lanzó un olor, ahora familiar para Luz, es el mismo olor desde donde salían los silbidos malignos en la oscuridad.
Llegó la noche, más tripulantes arribaron al bote; ante el peligro de ser vistos y asesinados, los viejos decidieron desembarcar entre las sombras.

Capítulo 4: El viejo cuartel
Otro día en extremo caluroso terminó. Las bocas de los tres fugitivos arden por la sed, tienen las lenguas inflamadas, los estómagos vacíos duelen, sus músculos tiemblan de cansancio; las luces de las casas los atemorizan, están en territorio enemigo; decidieron rodear el centro poblado y adentrarse en la selva, alejándose del río.
Tiempo después, una débil luz les mostró una solitaria casa; es una vieja construcción de dos pisos, gruesas paredes y un gran patio central. Tiene aspecto de haber sido un puesto armado de avanzada; la estructura les pareció gigantesca.
De súbito, el aire trajo un sonido lejano: intercambio de silbidos; los abuelos no se movieron hasta la llegada del temible olor. El miedo los impulsó y en veloz carrera, los dos ancianos con su nieta, subieron como pudieron hasta la primera ventana y penetraron en la oscura habitación. Una voz masculina se oyó muy dentro de la fortaleza, emitía una alegre canción; los fugitivos huyeron, en sentido opuesto, por una enorme escalera hacia el segundo piso.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

1 y 2.- LUZ


Capítulo 1: Así habló Perícles.
La fresca y luminosa mañana inundó hasta el último rincón de los cerros y la llanura, cientos de cadáveres yacían por todas partes, en las manos de cada muerto, pequeñas semillas doradas despedían luz y aroma.
La multitud de sobrevivientes no se movió, una capa de húmeda tristeza la cubría. Las miradas comenzaron a converger sobre Luz, ella permaneció junto al enorme libro y habló muy despacio. El coro de repetidores intentó seguirla y se detuvo poco a poco. Luz continuó subiendo el volumen de su voz, la llanura se dispuso a escuchar.
-Hace más de dos mil años, dos pueblos hermanos lucharon hasta la muerte. ¿La razón? La misma que nos llevó hoy a matarnos entre hermanos.
Su voz se quebró, se repuso y continuó:
-¿Por qué se recuerda aún esa contienda? Porque quedó escrito, y los ganadores en esa batalla, tuvieron como jefe un gran estadista. Él pronunció palabras grabadas hasta hoy en la mente de los seguidores del bien colectivo, esas palabras son: Ley, Libertad, Igualdad.
Un joven al lado de Luz, cubierto de heridas, la miraba con intensidad. Ella, después de recorrer con la mirada la extensión del campo de batalla, continuó:
-Su sistema de gobierno fue llamado Democracia. En el discurso fúnebre a los caídos en una terrible batalla, él Perícles, dijo: Por la Democracia murieron estos ciudadanos, considerando justo, con toda nobleza, que no les fuera arrebatada; por ella, todos los que quedamos, es natural que aceptemos sufrir penalidades.
Una ráfaga de frío viento acarició la cara de la joven, ella cerró los ojos por un momento y retazos del lejano pasado llegaron a su mente.

Capítulo 2: Llegó la oscuridad
Luz está rodeada por la oscuridad. Algo la despertó, un par de manos la levantaron, es su madre, reconoció el aroma; oyó el ruido de pasos apresurados, todos se mueven en silencio; el retumbar del corazón de la madre le llega a través de la piel, la respiración agitada y el aumento en la velocidad de la carrera, la asustan mucho más; Luz no emitió ningún sonido, por instinto guardó silencio. Murmullos muy bajos le dicen que delante de ellas van sus abuelos, dirigen la huida por túneles abandonados mucho tiempo atrás; también percibió a su padre, siente el olor de su furia y su miedo. Oyó pasos tumultuosos detrás del grupo, algunos gemidos de angustia, gritos inarticulados y algo que nunca antes había oído: silbidos largos y profundos, llevan órdenes secas y rabiosas.
El volumen de los silbidos aumentó, quienes los emiten están alcanzándolos en la oscuridad; a lo lejos, una débil iluminación anuncia una salida del laberinto; con dificultad los abuelos trepan. Su cuerpo se erizó, el silbido de guerra del padre retumbó; es la primera vez que lo oye; en la penumbra vio su espalda, el padre se plantó para enfrentar la arrolladora amenaza en la oscuridad; la madre se detuvo en seco; los abuelos tomaron a Luz, y la madre, coreando el canto guerrero, regresó para presentar batalla.
(continuará)

martes, 31 de julio de 2007

KO, LA ETERNIDAD


En un atardecer de Agosto, el monje Hiroshi entrenaba dos acólitos en un juego llamado Go; inclinado sobre el tablero cuadriculado, señaló con el dedo un espacio vacío entre dos piedras negras y dos blancas, ellas formaban un diamante.
-Este sitio, si tú Aikira, lo ocupas con tu piedra blanca, capturas la negra; quedará la figura Ko, la eternidad.
En el templo aferrado a la mitad de la ladera del Fuji Yama, los monjes están aislados de la vorágine del mundo; después de jugar, el pálido Aikira miró a Peter Kenji, un muchacho de rasgos mestizos. Peter tenía la vista clavada en la piedra negra que acaba de perder, intentó colocar otra, el monje Hiroshi detuvo su mano y explicó:
-No puedes jugar allí mismo; también lo repetirá Aikira y luego tú hasta la eternidad. Juega en otro sitio y en la siguiente jugada podrás vengar tu piedra perdida. Así es la regla del Ko.
A cientos de kilómetros al oeste del Fuji Yama, cerca de Hiroshima, dos soldados desarrollaban una partida de Go. Ozu y Mashiro, son unos jóvenes campesinos de la más reciente recluta del ejército. Ozu dijo:
-Planteaste un Ko; te has apresurado Mashiro, aún no hemos llegado al juego medio; mira el gran territorio que abarcas sin fortalecer tus fronteras; mala estrategia.
Mashiro no contestó y retiró la piedra blanca capturada; esperaba en silencio, sin parpadear; pensó:
-Ozu estás sorprendido, tengo el sente, la iniciativa; cuando un ejército lo pierde, su derrota está cercana.- y tomó una piedra.
El soldado Ozu, jugó en una esquina donde estaban acorraladas varias de sus piedras; esperaba vengar la pieza perdida, una vez sofoque la crisis creada con su invasión al territorio de Mashiro.
Más al oeste, en Nagasaki, dentro de un palacio particular, el general Ogawa está saboreando su trago de sake; frente a él, Miri una joven geisha, tomó con sus dedos índice y corazón una brillante piedra blanca; con destreza y elegancia, la colocó en el tablero y la hizo sonar con dulzura contra el bloque de madera. Con la misma distinción, retiró una piedra negra y la abandonó al lado de otras, sus prisioneros.
El general habló sin apartar la vista del tablero.
-Miri, sobreestimas tu poder; ese Ko, me será fácil ganarlo; no me importa perder unos cuantos soldados más, te debilitas al ampliar tu territorio- el militar dejó el sakasuki vacío sobre una mesa; el brazo derecho lo había perdido, semanas atrás, en un accidente entrenando pilotos kamikaze.
Miri siguió con la vista el movimiento de la piedra negra en los dedos del general; con un sonoro chasquido, quedó agazapada en la frontera más débil de su territorio; entonces ella dijo:
-Mi gran señor, aunque tu contraataque es poderoso, no has vengado la piedra muerta; ten cuidado, tal vez tengo un gran secreto en mi estrategia.
El general Ogawa acarició la espada y pensó:
-Ese Ko dentro de mi territorio debo anularlo; sacrificaré unas piezas más, cuando quiebre sus fronteras partiré en dos su gran dragón; después será fácil, arrasaré sus fortalezas y en el combate vida o muerte la someteré.
La noche cubrió la montaña sagrada, el Fuji Yama quedó rodeado por la oscuridad; dentro del templo, los jugadores y su maestro se iluminaban con lámparas de aceite y mantenían cerradas las ventanas; el tablero está abarrotado de piedras, cada uno de los combatientes posee un gran número de prisioneros. Con una larga y profunda inspiración, el viejo monje dijo:
-Un segundo Ko está planteado, exige de cada uno de ustedes aumentar la presión sobre el contrario.
Al suroeste de Hiroshima, los soldados Ozu y Mashiro ríen en la casi total oscuridad del recinto militar; Mashiro golpeó con la palma de la mano el hombro de Ozu y dijo:
-Qué gran reto, dos Ko en el tablero, va a ser una larga noche; estamos frente a una lucha de voluntades.
En el mismo momento, en el palacio de Nagasaki, el general miró a la geisha y habló:
-Con este segundo Ko fatigaré tu resistencia, prepárate, tengo más años que tú y más experiencia en la guerra; no me arredran las pérdidas, venceré.
La joven, en silencio, plantó otra piedra blanca y pensó:
-Tienes razón, aunque soy más joven, te comprendo; tú orgullo es mi aliado, cuento con eso en mi estrategia de batalla.
Está amaneciendo, el anciano monje Hiroshi se había quedado dormido; abrió los ojos y al estudiar el tablero intentó hablar; no salió sonido alguno de su boca; cuando lo logró, temblando levantó ambas manos y recitó una extraña historia, como si fuera una letanía:
-En 1582 el general Toyomi Hideyoshi, a las órdenes de Oda Nobunaga, no lograba vencer los enemigos; ese mismo año, en el templo Honnoji en Kyoto, Oda Nobunaga organizó un encuentro entre dos maestros de Go; un triple Ko se presentó en el fragor de la partida y el juego fue abandonado; no es posible cerrar tres Ko, cada jugador podrá vengar la piedra que pierde, por siempre, por siempre; esa misma noche, Nobunaga ordenó al general Akechi Mitsuhide relevar a Hideyoshi; Akechi tenía la intención de traicionar a Nobunaga. Cuando llegó al río Katsura, por encima de las turbulentas aguas, gritó a Toyomi Hideyoshi: “Mi enemigo está en el Honnoji;” avanzó sobre Kyoto, capturó el templo Honnoji y forzó a Oda Nobunaga al suicidio ritual.
Los monjes se mantuvieron en silencio y el maestro continuó hablando entre sollozos.
-El general Toyomi Hideyoshi continuó lo que Nobunaga le había ordenado, venció ejércitos y se lanzó sobre Kyoto; con su espada mató a Akechi Mitsuhide luego de una enorme y sangrienta lucha. Desde ese día, sabemos que el triple Ko anuncia destinos nefastos.
Los dos acólitos ayudaron a levantarse al maestro.
En el mismo momento, al suroeste de Hiroshima, los soldados Ozu y Mashiro miraban sorprendidos el tablero de Go; Ozu dijo:
-¿Cómo llegamos a un tercer Ko? Tenemos que abandonar la partida, ninguno de los dos puede ganar. Mala suerte.
En la penumbra interior del palacio particular, en Nagasaki, el general Ogawa murmuró con amargura.
-Un tercero y sorpresivo Ko; parece haberse gestado por sí mismo, si esto hubiera ocurrido en una guerra real merezco la muerte.
La geisha Miri agregó.
-Ambos fallamos. Siento malos augurios en el aire.
Eran las 8:16 de la mañana del 6 de Agosto de 1945, una bomba atómica cayó sobre Hiroshima.

jueves, 5 de julio de 2007

LUNA AZUL SOBRE EL MAR


La pared se nos vino encima, el autobús de pasajeros saltó empujado por la ola de agua; los gritos no se oyen, el ruido de la tormenta los ahogó; un hombre, desde la ventana de una casa, nos está filmando, lo vi cabeza abajo; no es él somos nosotros, estamos volteados. Ramón tenía agarrado mi pelo y con el otro brazo a José el mayor y a Lucía, ella lloraba con la boca cerrada, yo apretaba a Mariana, había tomado leche de mi pecho mientras esperábamos escampara en la laguna que se formó sobre la carretera frente al mar. Dimos varias vueltas, caímos sobre carros amontonados, el agua nos arrastra y sube de nivel; agua amarilla, negra y marrón, como café; no sé cómo, llegué al techo del autobús, más abajo Ramón agarró a José y lo montó arriba de un carro con otras personas, él no sabe nadar, se fue braceando tras Lucía, el agua la lleva junto con mucha gente, se hundió y no lo vi más. Lucía agarró un sofá que pasaba y en eso le cayó encima un tanque de agua, de una de las quintas que se derrumbó; otro carro golpeó al que mi hijo José había llegado, todos se hundieron en el agua sucia. El autobús se detuvo; vi al hombre de la cámara cuando la casa le cayó encima, los escombros vinieron contra nosotros; el autobús aguantó los golpes y allí estaba yo, sola, apretando a Mariana, ella no lloraba, me miró y me pareció que tenía cincuenta años; la niña estaba entendiendo todo, se despidió de mí con una sonrisa; el autobús se volcó, quedé abrazada a un poste, pasó un tiempo largo y llegó la oscuridad; todo está negro; con la luz de los relámpagos, vi de donde venía el torrente; no quedaban casas, a mi lado muchas personas pasan gritando, otros ya están ahogados. El ruido de las piedras aumenta; las vi desde lejos, grandes como carros, levanté a Mariana encima de mi cabeza; llegaron las piedras.
***
La luz del sol me despertó, llovía, yo estaba enredada con cables de electricidad arriba de un montón de arena y piedras, a todos lados vi trozos de personas; me solté y comencé a caminar, pensando: Ramón está en el rancho con José, Lucía y Mariana. Sentí dolor en los pies, no tenía zapatos; abrí un carro volteado y descalcé a una señora, estaba dormida con los ojos abiertos y la boca llena de barro. Olvidé todo y seguí caminando.
***
Era de noche, el aeropuerto lo vi muy abajo, dije: estoy en la autopista. Tengo una botella vacía de agua mineral y un pedazo de pan en las manos; no pasan carros, sobre el mar vi una luna grande y redonda, azul, azul como un vidrio. Recordé y grité, lloré mirando la luna y abrí los brazos, le pedí me devolviera mis amores; lloré, lloré, me dormí en la tierra mojada.
***
¿Cuánto tiempo ha pasado? Es de noche, estoy bajo un puente, frente a mí veo el río Guaire, está crecido, llueve; estoy sucia, uñas largas, mi cabello duro de mugre; hay luces que brillan sobre el río, parecen adornos, deben ser para buscar cadáveres. Oigo música, hay restaurantes lujosos del otro lado del río; conozco esa melodía; miro al cielo, allí está la luna azul; me oigo gritando, llorando, pidiéndole me devuelva mis amores; oigo unos quejidos entre las matas, arrastrándome bajé el terraplén, llegué hasta la orilla del río sucio y hediondo; una perra está pariendo. Son tres perritos lindos como niños, ella me miró asustada, mostró los colmillos, cambió de opinión y bajó las orejas; me acerqué, le pasé la mano por la cabeza, saqué una morcilla rancia de entre mi ropa y senos, se la di, le doy agua de una botella amarrada a mi cintura; me atrevo a levantar uno de los perritos, el más negrito como Mariana; me lo acerco al pecho, ya no tengo leche, el niño se quedó tranquilo y la mamá cerró los ojos, cansada, confiada. Del otro lado del río, los cantantes repiten:
I heard somebody whisper “please adore me”
And when
I looked the Moon had turned to gold.

(Alguien murmuró “por favor adórame”
Y entonces
Yo miré la luna, se había vuelto color de oro.)

domingo, 24 de junio de 2007

11.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 11: Guardián
Salió la luz del sol, la pequeña no se había movido del lado del hombre tendido en el suelo; pasaron algunos vagabundos, no se acercaron, tal vez la piedra en la mano de la niña los disuadió, o tal vez, la mirada de un pequeño pájaro verde sobre un cercano árbol.
Una patrulla de la policía se detuvo ante la escena; cuando llegó el vehículo de la morgue, la niña soltó la piedra y se dispuso a regresar bajo el puente; la mujer policía se dirigió a ella.
-Espera, tengo una chaqueta y algo de comida, es una chaqueta que abandonó un detenido y la comida la acabamos de comprar, está caliente.
La pequeña se puso la prenda grande y arrugada, comió en silencio; siguieron interrogándola:
-¿No sabes quién era? ¿No lo habías visto antes?
Llorosa, se alejó de la patrulla; caminó por el borde de la autopista, buscando latas vacías para vender y comprar comida; al final del día, descendió a su refugio bajo el viaducto de la autopista; un pájaro verde la había seguido de árbol en árbol y de techo en techo, se posó en un arbusto muy cercano a ella y la miró, sin hacer ruido. Ella no había notado su presencia en todo el día, lo vio, sonrió y dijo:
-Así me miraba mi abuelita. Quédate cerca, yo te cuidaré- Y le lanzó un trozo de pan que sacó de la chaqueta.
El pájaro saltó y lo comió, regresó a su sitio, se encogió y no cerró los ojos; la pequeña dijo:
-¡Gracias a Dios esta noche de Navidad tengo tu compañía! Hoy es noche de Navidad. ¿Sabes qué es eso?
La niña se sintió tranquila y cerró los ojos.
De allí en adelante, al ver aparecer un pájaro verde, algo bueno ocurrió en su vida; años después, en su puesto de trabajo en una oficina, vio uno a través de la ventana. Le pareció que era el mismo de siempre, sacudió la cabeza y dijo:
-Es imposible, los pajaritos no viven tanto tiempo. Han pasado muchas Navidades desde aquella noche. ¿Qué cosa me estará hoy anunciando?
Y le gritó:
-¡Feliz Navidad!

domingo, 17 de junio de 2007

10.- ALAS DE MARIPOSA


Capítulo 10: Alas de mariposa
En el mismo momento que el hombre comenzó a llorar, el duende de la oscuridad presintió que algo inesperado podía pasar; le parecía imposible que perdiera a este hombre; si ocurría así, su ascenso se detendría por siglos, tal vez miles de años y lo que sería peor, su poder disminuiría de manera dramática; quién sabe si tendría que regresar al desierto donde nació y empezar de nuevo, con más odio acumulado. De reojo, miró a la mujer; sintió que ella también presentía un desenlace inesperado, su perfil estaba iluminado por las luces de la tormenta, de su cara caían gotas de lluvia, de sus ojos salieron lágrimas.
El oscuro vio la primera gota, diferente en luminosidad a la lluvia; esa lágrima tenía un halo de poder tan grande que el visitante se sintió de nuevo en su infancia; fue en el desierto, cuando desde las profundidades de las cuevas de lobos, miraba la claridad del sol, allá afuera, con deseo y con rabia; le atraía la luz, pero también le atraía la oscuridad y él había decidido permanecer en las tinieblas.
Cuando el hombre murió, el visitante comprendió que lo perdió para siempre; decidió mirar de frente a su contrincante, quería ver cómo se regocijaba con el triunfo, ver su orgullosa mirada de superioridad.
Ante los estupefactos ojos del malvado, la mujer relajó todo su cuerpo; la más absoluta y completa paz la envolvió; abrió por completo sus blancas alas, levantó los brazos, alzó la mirada al cielo y con los ojos abiertos, sonrió; todo en total silencio.
El oscuro abrió por completo su boca, como para tragar la luz de felicidad que emanaba de la mujer. Paz, Divina Paz, ése era el poder que ella ganaba con la victoria, lo pudo ver en todo su esplendor; en su mente envilecida por millares de años de maldad, nació una pequeña duda; fue tan pequeña, comparada con la gigantesca firmeza de su decisión de permanecer en la oscuridad, como la diferencia entre una gota de agua y todos los océanos de la tierra; pero fue suficiente, se sintió en la cueva de su infancia rodeado de lobos; con su cuerpo de bestia se adelantó hacia la luz, permitió que un pequeño haz brillante lo tocara, avanzó aún más y al exponerse por completo a la luminosa claridad del sol, se sintió llevado hacia lo alto.
Desde el lugar en la azotea del inmenso edificio, donde antes ocupaba su terrible forma; salió flotando una pequeñísima y tenue mariposa, casi transparente y de apariencia tan frágil como una lágrima de alegría.
La lluvia cesó, la hermosa y pequeña joya alada enfiló hacia la montaña de El Ávila, seguida de otras figuras que despegaron de todos los edificios cercanos. La mujer de blancas alas, fue testigo de la transformación del ente oscuro en mariposa; de la transmutación de desarrollado malvado, a semilla de bien; era la primera vez en su larga existencia que vio algo así; siguió con la mirada a la pequeña mariposa hasta que llegó a la montaña y rodeada de otras muchas de múltiples colores, se posó dentro de la copa de un árbol, como un granito de Divina Paz. Un recién nacido pequeño duende alado, forma ahora parte de la mágica población de la montaña.
La mujer bajó la mirada hacia la solitaria figura de la niña; estaba erguida al lado del cadáver del hombre, parecía no sentir los azotes de la lluvia ni el peligro que todavía la amenazaba.

viernes, 15 de junio de 2007

9.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 9: Final
De la oscuridad de la mente del enfermo, brotaron todos sus pasados actos de venganza; las caras de miedo y de dolor de sus víctimas aparecían y desaparecían, al igual que la cara de la niña con las explosiones de luz; los gritos de dolor y terror del pasado, se correspondieron con el rugido de los motores de los vehículos y los truenos; las lágrimas de los que sufrieron, las sintió igual que la lluvia cayendo sobre su cara. Y entonces se arrepintió. El profundo dolor del arrepentimiento lo envolvió; se arrepintió desde las células más profundas del centro de sus huesos, cada átomo de su cuerpo se arrepintió; hasta la hierba sobre la que reposaba, sintió el arrepentimiento; la lluvia al tocarlo, se contagió con su pena.
La niña notó que algo nuevo estaba pasando e intentó ver mejor la cara del hombre.
-Estás llorando. Está lloviendo, pero también tienes lágrimas. ¿Te duele algo, verdad?- le susurró al oído.
El llanto contenido del hombre, desde que su hermana desapareció, se desbocó; lloró todos los llantos acumulados, todo su cuerpo empapado por la lluvia pareció mojado de lágrimas; en algunas partes de la ciudad, el río se salió de cauce, la lluvia arreció; arrepentimiento y llanto, llanto y arrepentimiento; era un lloro de tono bajo y continuo, como el quejido de una viga con sobrepeso; sonaba tan doloroso, que la niña lo sintió como suyo.
-No llores tanto, si hiciste algo malo, promete que no volverás a hacerlo. Así decía mi abuelita que ya murió- La voz en su oído, sobresalió por encima del sonido de los vehículos, los truenos, la lluvia y los gritos de sus víctimas.
-Toda mi vida fue una equivocación- murmuró el hombre en su idioma natal. Levantó la cabeza, miró hacia los rascacielos perdidos en la negrura, gritó:
-Si volviera a vivir, no haría el mal que hice- y murió.
Murió como mueren las plantas, los animales y los seres humanos; sólo quedó el cuerpo, la vida se fue a alguna parte.
-Te moriste, igual que mi abuelita. No tengas miedo, me quedo contigo hasta que sea de día y vengan los que limpian las calles, ellos te llevarán- Habló llorando por el extraño, que ahora sonreía, aliviado del dolor que lo hizo sufrir.

miércoles, 13 de junio de 2007

8.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 8: Compañía
-No tengas miedo, puedes dormir tranquilo, yo vigilaré.
Estas palabras llevaron al hombre al lejano pasado, a su infancia. Habían sido pronunciadas en otro idioma pero con igual significado.
Tenía él cinco años de edad y su hermana mayor, de ocho años, las había dicho en la fría oscuridad. Había una pausa entre guerras y ellos, al igual que muchos niños en Europa, sobrevivían en las calles; estaban solos en el mundo, sus padres y familiares habían desaparecido. Él siempre estaba asustado, su hermana lo cuidaba y todas las noches velaba su sueño; fue siempre así hasta que ella desapareció; el niño nunca supo que pasó. Una madrugada había despertado y su protectora ya no estaba allí. Tiempo después decidió nunca más sentir temor; tenía mucho miedo de sentir miedo, sin el consuelo de alguien. A partir de esa época, su máximo placer fue la venganza y decidió que la mejor era hacer sentir miedo, aterrorizar; nunca profundizó el por qué de sus acciones, su única motivación fue vengarse con el terror; disfrutó al ver las caras de miedo en sus víctimas; el mundo entero fue y es su enemigo.
La voz de la niña, cerca de su oído lo trajo al presente.
-Cierra los ojos y descansa, si hay algún peligro yo te defenderé y dejaré que me lleven para que no te vean.
Esta última frase le hizo abrir, mucho, los ojos; gritó palabras en el idioma de su infancia.
-¡Eso fue lo que pasó! Ella no me abandonó. Ella se sacrificó por mí. ¡Ella no me abandonó!- Lo repitió varias veces, la pequeña no entendió.
El hombre se esforzó por distinguir la cara de la niña y con voz lenta pero clara, le dijo en español.
-Huye si hay peligro, escapa, no merezco tu sacrificio- La miraba bajo la parpadeante luz de los vehículos y relámpagos en el cielo.
-No tengas miedo, duerme tranquilo, yo estoy aquí- Repitió ella muchas veces, mientras con la piedra en la mano miraba a su alrededor, asustada pero decidida.

domingo, 10 de junio de 2007

7.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 7: El gran poder
Cuando el visitante vio salir a la niña de debajo del puente, un ronquido de furia salió de su cuerpo; palabras lentas y pesadas como rocas, emergieron de su boca.
-¿Qué intentas hacer? ¿Quién es ella? ¡No te atrevas, ese hombre ya es mío, no puedes salvarlo!
De una de sus manos, salió un rayo que iluminó la azotea del rascacielos.
Más rápida que el pensamiento, el ángel interceptó la centella, que se extinguió con un sonido retumbante por todo el valle; sin desviar la mirada de la niña, ella dijo en voz baja, como para sí misma:
-Esto es una sorpresa, se están moviendo fuerzas muy profundas y superiores del universo; ni tú ni yo podemos hacer nada, sólo esperar.
A pesar de la distancia, ambos entes podían oír la conversación del hombre y la niña; tienen poderes parecidos, los dos vinieron de la misma fuente, pero cada uno eligió libremente el camino que ahora recorre. El oscuro ser intentó desplegar sus inmensas alas y lanzarse en picada, como un halcón hambriento, sobre la pequeña; no pudo, algo lo mantuvo petrificado sobre la azotea, fue una voluntad superior a la de ambos observadores; es una fuerza, que el furioso gigante conoce desde que nació; contra la que nada pueden sus poderes, a pesar que se han ido multiplicando en su larga existencia. Él no debe permitir que este hombre escape de su influjo, es su única esperanza para ascender en la escala de poder que escogió; con este discípulo, se multiplicará su fuerza de tal manera, que hasta podría lanzar a la mujer a las aguas putrefactas; esas aguas, que al igual que su poder, tienen la fuerza maloliente de la infección mortal.
-¿Por qué esta mujer escogió una misión tan tonta e infructuosa?- se preguntó, mientras esperaba el desenlace.
-La mayoría de las veces no puede evitar que ocurra lo que pretende detener, en cambio yo, escojo a los malvados más efectivos para facilitar su salto a la oscuridad; escojo a los débiles indecisos y la mayoría de las veces aceptan mi compañía, y hasta la buscan si me he retirado; vuelven a sus vicios y miserias, con eso me llaman; y yo me fortalezco a pasos gigantescos.
Continuó pensando, intrigado e impotente:
-¿Qué placer encuentra en esa tarea? Está sufriendo. Cuando raramente se cumplen sus propósitos, ¿qué clase de poder adquiere? ¿De qué manera se siente premiada?

sábado, 9 de junio de 2007

6.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 6: Piedad
La niña tenía sueño y frío, no se atrevía a dormir, era muy peligroso; adormecerse por la noche no era su opción, debía mantenerse en guardia; estaba sola bajo el puente de la autopista y hacía horas que sentía más miedo que de costumbre. El viento, la lluvia, los rayos y los ruidos de la noche eran diferentes; ahora los pasos sobre la hierba un poco más arriba de su refugio la aterrorizaron.
Se asomó con cuidado y vio a un hombre sentado en el suelo, lucía muy mal, tal vez enfermo o herido y no tenía aspecto de callejero o borracho; no aparentaba ofrecer peligro para ella, pero no bajó la guardia. A sus escasos ocho años, tenía suficiente experiencia para no confiarse; las luces de los vehículos que pasaban iluminaron la cara del hombre y ella sintió piedad; se arriesgó a salir.
Apenas la pequeña se movió, el hombre volteó la cabeza; había sentido su presencia, la miró con rostro impasible. Ella avanzó despacio, sin hacer caso a la lluvia; se detuvo a pocos pasos del sitio donde el solitario ser se disponía a dejar de vivir.
-Estás enfermo- le dijo –Debes irte a tu casa- y como él no contestó, continuó.
-No tienes casa, por eso estás aquí. Yo tampoco tengo, pero es peligroso que sigas solo. Te ves mal, acuéstate.
El hombre aflojó el cuerpo, dejó que su espalda reposara en la fría y mojada hierba; mantuvo los ojos abiertos y los fijó en la cara de la niña.
Desde su nueva posición, el enfermo vio sobre él sus dos grandes ojos. La pequeña cara se iluminaba con las luces de los vehículos al pasar por la autopista y con el destello de los relámpagos; no había luz artificial en la oscura explanada, además, los postes de iluminación más cercanos habían fallado momentos atrás.
La delgada figura se quitó de sus pequeños hombros un abrigo, sucio y roto, lo puso sobre el cuerpo del caído y afirmó:
–Tienes frío.
Corrió bajo el puente, en un instante regresó con trapos y periódicos, lo cubrió como pudo, sólo la cabeza del hombre asomaba bajo el manto de pobreza; con voz solícita la niña le dijo:
-No tengas miedo, puedes dormir tranquilo, yo vigilaré.
Le mostró una piedra en su pequeña mano, y la actitud de defenderlo de lo que fuera necesario.

jueves, 7 de junio de 2007

5.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 5: La presencia
En la oscura explanada, el hombre agonizante meditaba.
-Llegó el momento, se equivocaron los médicos. En lugar de tres meses, viví siete años más. Muchos pagaron por los dolores de mi enfermedad; voy a morir en minutos
Miró hacia los rascacielos que tenía a la vista. Sintió una presencia, la misma que le había acompañado cada vez que se dispuso ha realizar alguna hazaña, donde caerían culpables e inocentes. El no se sentía creyente, ni siquiera supersticioso, pero presentía cosas que nunca logró explicarse con su negación de lo invisible; siempre asoció esa sensación con aquello que, en su juventud, experimentó en un zoológico: estaba distraído y al voltear, se encontró a pocos pasos de unos amarillos ojos que lo miraban; un enorme tigre de Bengala lo había estado observando desde la oscura profundidad de una jaula, la fiera saltó hacia él y se estrelló contra los barrotes; él no se movió, se quedó admirando los ojos amarillos que lo seguían escrutando, anticipando el sabor de su carne; no sintió miedo, ya no lo conocía, no quería sufrirlo.
El hombre cada vez más débil, siguió observando los rascacielos; además de la mirada del depredador, sintió otra y para su sorpresa, la memoria le trajo algo más: su primera visión del mar cuando apenas tenía diez años; esa vez se sintió tan pequeño que le dolió el pecho; una gran felicidad lo invadió, al presentir que algún día cruzaría ese océano y encontraría lo que calmaría su rabia y tristeza; con la lluvia mojándolo, y en el pecho estas contradictorias emociones, se dispuso a morir.