martes, 22 de diciembre de 2009

sábado, 11 de julio de 2009

95, 96, 97, 98.- CAPITULO FINAL de LUZ

En algún momento, desde lo alto, llega la justicia.

Capítulo 95: Así habló Pericles, de nuevo.
Una suave corriente de aire regresó al presente a la joven.
—Adivino el pensamiento nacido en sus mentes y digo: me niego a tomar el papel de salvadora. Ustedes no son víctimas indefensas, no repitan la historia. Decídanse elegir los más capaces, que por ser más capaces no son superiores.
Hizo otra larga pausa, los maizales estaban estáticos, ni el viento se desplazaba.
— ¿Cómo reconocerlos?, por sus frutos—continuó—, ¿cumplen sus ofrecimientos más pequeños? ¿Son puntuales en las citas? ¿Han demostrado ser capaces y eficientes en lo que prometieron hacer? ¿Posponen la solución de los problemas? ¿Cooperan o sólo critican?
La multitud hizo pequeños movimientos.
—Reúnanse con sus clanes. Elijan a los más capaces y honestos. Formen un Gran Concejo. Pongan estrictos límites a su poder y a la duración de su gestión. No dejen impunes sus faltas.
Todos estaban de pie. Se miraron a las caras, y se reconocieron unos a otros.
—Para la próxima luna llena debemos tener reorganizado y funcionando nuestro gobierno. Nada de largos debates. Fijemos el tiempo que ha de durar una discusión y luego votemos. Quedaremos sorprendidos. Los que actúen de mala fe serán desenmascarados.
Suspiró, bajó los brazos y concluyó.
—Recordemos las palabras del gran estadista Pericles, frente a los cadáveres de muchos de los suyos, cuando murieron defendiendo La Democracia: “Por La Democracia murieron estos ciudadanos, considerando justo, con toda nobleza, que no les fuera arrebatada; por ella, todos los que quedamos, es natural que aceptemos sufrir penalidades”.
—Hermanos y hermanas—, respiró profundo y continuó— yo Luz, pido ahora: enterremos nuestros muertos, todos ellos son nuestros. Sepultemos nuestros odios. Abrámonos al optimismo. Hay demasiadas cosas bellas en nuestra corta vida para desperdiciarla con la furia.
En silencio bajó del atril y junto con Rayo, el Maestro Reidor y el grupo de Semilla, comenzaron a limpiar el lugar. La multitud los imitó.

Capítulo 96: El reto en la colina
La travesía del gran maizal ha sido trágica para Rompecráneos y sus seguidores. Terror y sus secuaces los han diezmado. Gordos y desentrenados por la cómoda vida, han sido presas fáciles y los monstruos del aire pareciera que intuyeron la debilidad. Cada bajada en picada es una presa segura.
Rompecráneos, rodeado de guardaespaldas, ha gozado de una barrera protectora. Avanzan por el sendero que sus anteriores esclavos abrieron con sus diarias tareas de trabajo forzado. Están jadeantes, aterrorizados y envenenados por la sed de venganza. Se acerca la noche, y ya están casi al otro lado del maizal.
Destacado por el crepúsculo, sobre una colina, y sobresaliendo por encima de los maizales, hay algo. Fue Rompecráneos quien primero lo vio. La cicatriz de su cráneo y espalda le produjeron un dolor agudo ante la vista de lo que parece un fantasma.
Lo señaló y sus guardaespaldas también lo vieron. Lo recordaron. Es el solitario defensor de la escalera. Está sentado sobre una loma, despreciando el peligro de Terror y los monstruos voladores.
Titubearon y evaluaron posibilidades. Son combatientes derrotados pero expertos. Tienen la mirada fija sobre el antiguo ganador de la batalla en la casona, al otro lado del río. Por su culpa tuvieron que huir a este lado, rechazados por otros clanes dominantes y es el culpable de la pérdida de influencia de Rompecráneos sobre las grandes tribus. El miedo inicial va convirtiéndose en furia.
Sonaron voces de mando y atacaron en bloque. Rompecráneos va flanqueado por los mejores de sus fuerzas. A medida que van llegando a su objetivo, se abren en abanico. Ya casi son un círculo de atacantes. El solitario enemigo está siendo rodeado. Se dan cuenta que ahora sí tienen grandes posibilidades a su favor. Son tan numerosos que hasta se estorban hombro con hombro en la aproximación. Y detrás de cada uno, vienen más filas. La victoria es segura.
Por sorpresa, el retador amarillo desapareció. De un salto escapó a través de una fisura en el semicírculo de odio que casi le atrapaba.

Capítulo 97: La Justicia, de alguna manera, alcanzará al criminal
Enfurecidos y frustrados se amontonaron en la loma, tratando de distinguir a su alrededor dónde se ocultó el enemigo. La oscuridad derrotó el día. Se sienten mejor, las sombras es su ambiente natural. Uno de ellos silba órdenes y un grupo compacto se lanzó a la retaguardia donde creyeron ver un movimiento.
Más órdenes se oyeron en las tinieblas. Los relámpagos se suceden unos tras otro; no hay lluvia pero las descargas eléctricas en lo alto se repiten sin pausa. Apenas llega el sonido de los truenos hasta la tierra, los rayos parecen mudos. La silueta del amenazador fantasma se vislumbró en otra parte. Otro grupo se lanzó a su encuentro.
Rompecráneos, desde la parte superior de la loma, rodeado por sus guardaespaldas, mira hacia el este. Mañana estará allí. Acabará con los jefes traidores que lo abandonaron y se establecerá para reorganizarse. El líder se levantó en toda su estatura y creyó sentir el olor de la sangre de sus enemigos. Un relámpago cegador se disparó en lo alto. No se apagó, permaneció encendido un largo segundo. El trueno tal vez llegará después.
Una sombra inmensa se proyectó sobre la loma. Algunos creyeron ver garras y alas, otros nada vieron. Un espantoso chillido de terror se perdió en la oscuridad.
Desde las sombras, el místico Garras Prometeo vio la escena y apartó la mirada. El par de garras del monstruo volador estrujó el cuerpo de Rompecráneos y lo ascendió a la oscuridad de las alturas.
— Aquí en la tierra, por los siglos de los siglos, en algún momento, desde lo alto, llega la justicia— susurró en voz muy baja.

Capítulo98: Optimismo y un Oasis de Sabiduría
El Gran Consejo Temporal está formado. Representantes de los dos sexos realizan cortos debates y votan. Al finalizar, regresan a sus respectivos clanes, el trabajo les espera. El Gran Libro, en su atril, permanece abierto en la página correspondiente a la receta: “Dulce amarillo para un triste luto”. Está de nuevo visible, en el fondo de la Cueva del Gran Libro, detrás de los cúmulos de grano depositado.
El optimismo germinó en los cuerpos de los sobrevivientes de la batalla. La esperanza, de que este clima de concordia se mantenga, es general. Semilla y su grupo se despiden, van hacia el norte a llevar las buenas noticias a los refugiados en el Bosque Oscuro. Espera regresar con el mayor número de ellos.
El Maestro Reidor no cabe dentro de sí por la emoción y la expectativa. Sus amigos, del otro lado del río, le han invitado a pasar con ellos una larga temporada. Podrá ver y leer muchos libros.
Más tarde, Luz y Rayo, tomados de la mano, miran hacia el oeste, hacia el río. Desde la falda del cerro, lejos de los clanes, ven a lo lejos venir al Maestro Helio con una gran caja, tras él, vigilando la retaguardia, le sigue Garras Prometeo.
Tiempo después están reunidos en la gran biblioteca de la vieja casona: los abuelos Cantador y Serena; los padres de Luz, Silbador y Rocío; el Maestro Reidor; Rayo, al lado de Luz; el Maestro Helio; el Maestro Garras Prometeo y muy cerca de él, un poco nerviosa, Luna la hermosa guerrera.
Luna con su cantarina voz comenzó a leer:
—“Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que somos un ejemplo y no imitamos a los demás. Su nombre es Democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada uno está en situación de igualdad de derechos…”
Es el discurso fúnebre, pronunciado más de dos mil años atrás, por Perícles, el demócrata estadista Ateniense, cuando se cumplió el primer año de guerra contra la liga del Peloponeso.
Está escrito en griego antiguo, de puño y letra de Tucídides, el historiador. Este grueso y único ejemplar original de la “Historia de las Guerras del Peloponeso”, es sólo uno de los maravillosos documentos que conserva el Maestro Helio en su remota biblioteca.

viernes, 12 de junio de 2009

Escenas verdaderas de LUZ hasta capítulo 94

http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2007/09/1-y-2-luz.html

El volumen de los silbidos aumentó, ellos están alcanzándolos en la oscuridad. Una débil iluminación anuncia una salida del laberinto y con dificultad los abuelos trepan. Entonces el silbido de guerra de su padre retumbó, es la primera vez que Luz lo siente en sus oídos. En la penumbra vio su espalda cuando se plantó para enfrentar la arrolladora amenaza. Los abuelos tomaron a Luz, y la madre, coreando el canto guerrero, regresó para presentar batalla.



http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2007/09/3-y-4-luz.html

La carrera por la selva fue brutal, a lo lejos se oye el ruido de la batalla y los dos ancianos, llevando a Luz, avanzan entre las sombras. Los viejos se sienten empujados en la dirección menos aconsejada por sus años de experiencia. El río está plagado de peligros: caimanes taimados, hirvientes bancos de pirañas y la pesada corriente del viajero océano, es un inmenso caudal, tibio y turbio. Un barco amarrado a la orilla, es otro peligro mortal, los ocupantes los matarán sí los sorprenden.




http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2007/09/7-y-8-luz.html

Entonces, el abuelo comió parte del queso, esperó unos momentos y luego probó la leche y el maíz. La abuela se acercó y comió en la misma secuencia. Mientras tanto, Luz esperaba. Después los abuelos la acompañaron y los tres se alimentaron en silencio, dando furtivas miradas a sus observadores. Por encima de la cabeza del hombre, el guerrero los observaba impasible; él era un espectáculo aterrador.




http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2007/10/23-24-y-25-luz.html

Los días pasaron y una noche Garras pidió a Helio ir a ver algo en la biblioteca; Luz, utilizando pluma y tinta, escribió su propio nombre y luego, con infantil voz, leyó un antiguo escrito sobre un viejo pergamino.





http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2007/09/9-10-y-11-luz.html

Entre el fragor de los truenos, oyó un lamento y miró a todos lados; cuando paseó la mirada hacia su derecha, ocurrió el relámpago más intenso. A lo lejos, por una fracción de segundo vio algo, no estaba seguro de la visión; y el viejo reaccionó sin titubear. Corrió al máximo de sus posibilidades, desenvainó un filoso machete y de su boca salieron agudos y secos silbidos, como órdenes furiosas. Blandió el machete de plano, matar no era su intención. Golpeó al primer agresor, le siguieron dos más y rodaron por tierra; el cuarto pandillero, corpulento y mejor armado, enfrentó al viejo.
Helio giró el machete; puso el filo al frente y dijo en un seco lenguaje:
-Escogiste morir.
Desconcertado al oír su propia lengua, el jefe de la banda saltó a la oscuridad.






Los asesinos cayeron sobre Garras. Un coro de silbidos, restallando órdenes de combate, desgarró la noche. La mitad de los atacantes cayeron, los lamentos vibraron.
Sin pausa, más asaltantes se lanzaron sobre el remolino de puñales. Sangrando por múltiples heridas, Garras Prometeo siguió matando. Retrocedió y ascendió varios escalones. Un cerro de cadáveres fue el resultado de sus golpes de guadaña.




http://wardjan-josein-moros.blogspot.com/2009/04/84-88-luz-en-retorno-y-sexta-antorcha.html

La luz de la luna trepó desde los pies hasta su cara, y se oyó un quejido de la multitud cuando fueron capturados por la maligna seducción del líder tenebroso.
Despacio, Rompecráneos levantó sus inflados brazos, los otrora poderosos músculos estaban ablandados por la vida, robada y devorada, en el poder. Su cuerpo gritaba la verdad: hastío, dolor de alma, soledad espiritual, envidia, viciosa enfermedad.
- ¡Hermanos!- aulló –Están aquí para recibir la luz de mí sabiduría- Los gritos, chillidos, silbidos, saltos y llantos amenazaban extinguir la luna. Muchos rugían desconcertados ante su propia actitud.

sábado, 30 de mayo de 2009

Cumpleaños de Wardjan

El 31 de Mayo del 2009, este blog, Wardjan, cumple dos años de nacimiento.

lunes, 13 de abril de 2009

89, 94.- LUZ en Batalla y Comunión

¿Creíste que Luz es así? Te sorprenderás cuando veas su verdadera cara.
Capítulo 89: Apenas una batalla ganada
La batalla fue pavorosa, llantos de victoria, carcajadas de tristeza, ronquidos de muerte y la tierra embebiéndose de sangre, en silencio, ansiando rechazar la lluvia de dolor.
El sanguinario Rompecráneos, rodeado por sus más feroces guardaespaldas y adeptos, se abrieron paso entre la muchedumbre. Fueron dejando un reguero de cadáveres. Se proponían bajar de los cerros, esconderse en los maizales, cruzarlos y huir hacia el este. Sabían que muchos de los suyos habían huido, tiempo atrás, hacia esa región. Rompecráneos silbó órdenes.
-Nos reorganizaremos en el este. Regresaremos por la venganza.
En la retaguardia de los derrotados seguía la lucha, los perseguidores no querían dejarlos escapar.
-¡No entren en los maizales!- gritó Luz.
Fue coreada por Semilla y su grupo. La voz llegó hasta los enconados combatientes y los prófugos, libres de la persecución, se perdieron cerro abajo.
El lejano maizal les esperaba. Desde allí, muchos pares de ojos malignos observaron el descenso.
Los heridos fueron abandonados por las bandas de Rompecráneos. Pronto, los monstruos del aire los elevarían a las alturas. Los antiguos poderosos velaban sólo por su pellejo. Rompecráneos seguía gozando de ayuda, los guardaespaldas apostaban a un mejor futuro para sí mismos, en alguna otra parte, sí seguían con él.
Una suave y pertinaz llovizna comenzó a mojar la madrugada. La luz de la luna se atenuó con la capa de agua. Hubo un reagrupamiento de peregrinos a las puertas de la cueva y estaban derribando la barrera de rocas. Los cadáveres, de ambos bandos, tapizaban el terreno.
Al mismo tiempo que las teas se fueron consumiendo dentro de la cueva, el amanecer aumentó su brillo. La antorcha del sol tomó el mando de la luz. La multitud empujó el atril con El Gran Libro, hasta donde quedó iluminado; sin exponerlo a la suave lluvia.

Capítulo 90: La Palabra
El enorme atril muchas veces sirvió como púlpito. Incontables y elocuentes sabios habían emitido sus interpretaciones de la Ley, desde allí, en el desconocido pasado. Su plataforma había resistido el paso de los años. El Gran Libro, hecho a mano, a los expertos ojos de Luz, se conservaba de maravilla.
El Maestro Reidor se dejó caer sobre un mullido cerro de barbas de mazorca y ahora estaba al lado de Luz y Rayo. Ellos y toda la muchedumbre, mantenían los ojos fijos sobre El Gran Libro. Parecían esperar su voz. El receptáculo de la sabiduría permaneció mudo, decepcionando a muchos.
Comenzaron a mirarse unos a otros. Desconcierto y miedo empapaba la multitud. Eran niños perdidos en un feo bosque. La mayoría sabía leer y el resto conocía lo suficiente como para seguir a un lector, mientras pronunciaba las palabras escritas.
El miedo siguió creciendo, la duda a utilizar el conocimiento adquirido y asumir la responsabilidad de discernir entre lo malo y lo bueno, los mantenía callados. El terror a ser su propio guía y tomar las decisiones los enmudeció. El temor a ser adulto paralizó sus lenguas. El miedo a la libertad los atenazó.
Semilla, Rayo y El Maestro Reidor, desviaron sus miradas hacia Luz. Ella sintió las miradas de la multitud.
-No se atreven a tocarlo Tienen temor de leerlo. “El miedo al conocimiento”, como dijeron mis maestros.
La joven saltó al atril y como si fuera una enorme puerta, cerró la pesada tapa del Gran Libro. La luz del día destacó su figura sobre el mueble de madera, ella y El Gran Libro brillaban sobre el oscuro fondo de la cueva. Todos, sin excepción, podían ver hasta el último detalle. Numerosas manos se prestaron para voltear el sagrado objeto y dejarlo en su correcta posición. Después, ninguna de ellas se atrevió a separar la tapa del libro.
Con esfuerzo, Luz abrió la fuerte portada. Una inspiración colectiva, seguida de la contención de la respiración, movió al unísono todos los pechos.
Las letras de la primera página eran grandes, claras y legibles; sobre el amarillento, y muy antiguo papel, se destacó el texto. Una hermosa letra cursiva atrajo la vista de la multitud.
-Fue escrito a mano, es un ejemplar único. No fue impreso con planchas de madera como los libros modernos. Mis Maestros estarían maravillados- Pensó Luz, extasiada por la belleza de la página.
Y comenzó a leer en alta voz.

Capítulo 91: El Mensaje de Los Sabios
-Querida comunidad:
-Este libro ha sido escrito con la sana misión de hacer llegar hasta ustedes, la sabiduría acumulada por nuestros más preclaros hermanos y hermanas.
Todos los que tenían al alcance de la vista el sagrado texto, la imitaron en voz alta. Eran muchos, puesto que el tamaño del libro y la luz de la mañana, contribuyeron a tal efecto. Al finalizar la línea, Luz se detuvo un instante.
-¿Hermanas?- pensó. –Nunca hubo hermanas en El Gran Concejo, por lo menos que los actuales ancianos lo recuerden.
Se sobrepuso y continuó leyendo. El coro de voces la acompañó. Hasta el último de la multitud pudo enterarse del contenido.
-Nuestra vida monacal tiene muchas exigencias. Nuestros ayunos son largos y duros, pero nos dan fuerza espiritual. Nuestro cuerpo, templo de nuestra alma, necesita obligatorios cuidados. En una labor de años, más de la mitad de mi larga vida, he reunido las experiencias y conocimientos acumulados por nuestras hermandades. Aquí plasmo tal sabiduría. Estamos en tierras extrañas, debemos adaptar nuestros cuerpos a las exigencias de su clima. El alimento de nuestro cuerpo es importante; tanto como el de nuestra alma
Luz seguía leyendo y el coro magnificando su voz. El texto del libro se había convertido en una oración colectiva. Los cadáveres de los caídos parecían mansos feligreses atentos al sagrado escrito.
-Muchos de aquellos deliciosos manjares de nuestras tierras, no se encuentran aquí. Pero hemos sido bendecidos: tenemos el maíz y muchos otros frutos.
-Complicadas parábolas, todavía no capto su mensaje
- pensó Luz
Y continuó leyendo.
-En las siguientes páginas, encontrarán recetas recibidas por la tradición oral. Las adapté a nuestros actuales recursos, en compañía de mis hermanos y hermanas. Sus nombres están dirigidos a nuestro espíritu y su contenido a nuestro cuerpo. No separen uno de lo otro, se perdería el beneficioso efecto. Una sugerencia, hermanos y hermanas lectores: cuando tengan el alma desgarrada, abran al azar sus páginas y encontrarán alimento para cuerpo y espíritu.
Se terminó la página. Luz calló y también lo hizo el coro. Miró al Maestro Reidor y vio que éste, confundidas con la lluvia, tenía lágrimas en las mejillas. No le parecieron lágrimas de alegría.

Capítulo 92: Un coro de llanto
Las manos de Luz temblaban. La multitud estaba expectante, el olor del miedo a lo desconocido saturó el aire. La joven miró de nuevo la cara del Maestro Reidor, y vio más llanto. En la cara de Semilla distinguió temor y desconcierto. Rayo le sostuvo la mirada, esbozó una débil sonrisa y adelantó un paso al frente.
La joven se llenó de valor y tomando la primera página con ambas manos, la pasó con movimiento firme y decidido. Sin hablar leyó el título, luego con llorosa y débil voz pronunció:
-Ensalada para días brillantes.- El coro la imitó hasta en el pequeño sollozo del punto final.
Siguió un enunciado de componentes vegetales, un procedimiento de la tarea y una descripción de la presentación sobre el plato. Pasó la página y leyó primero el título, el cual, al igual que el anterior, estaba escrito con bellas letras con formas vegetales en sus trazos.
Luz, coreada por la multitud, siguió leyendo página tras página. No se atrevían a dejar de leer. Inmersos en la tarea, negaban la realidad. En la multitud muchos movían sus cabezas adelante y atrás, recitando en coro.
La furia fue invadiendo el menudo cuerpo de la joven. De repente, comenzó a pasar las páginas una tras otra, y más recetas alimenticias aparecieron. Ya nadie intentó leer en alta voz. La multitud pudo ver con claridad el similar contenido de cada hoja.
Jadeando por el esfuerzo, llegó a la última página y en un acto de furia negadora, las retrocedió una por una. Abrigaba la irracional esperanza de encontrar las sagradas escrituras. Llegó al principio, y se quedó mirando el prólogo leído antes. Por la cara de Luz corría la lluvia de sus ojos. El llanto del cielo siguió empapando la callada multitud. Los cuerpos de los caídos en la lucha fratricida, tenían surcos de agua a los lados de sus ojos. Parecían llorar por la inutilidad de sus muertes.
Todos comenzaron a someterse a la terrible realidad. Sabían de lo que hablaba el libro, desde siempre habían visto a los pescadores del río elaborar y con fuego, cocinar sus comidas en la playa o en la cubierta de los botes.
La desgarradora verdad se definió en palabras dentro de todas las mentes y en la de Luz.
-¡Es un libro de cocina! El Gran Libro, es un libro de cocina. La Verdad Escrita nunca existió. Desde el principio del principio, El Gran Consejo engañó al pueblo. Nunca nadie poseyó el conocimiento, ni siquiera para distinguir un libro de cocina de un Gran Libro. Nos engañaron, porque quisimos ser estafados.
Luz tomó asiento en el púlpito de los sabios y lloró con amargura, el coro la acompañó. La multitud, la acompañó.

Capítulo 93: Comunión
El Maestro Reidor, parado bajo la lluvia, leyó en voz muy baja el último párrafo de la introducción del libro.
-Sus nombres, están dirigidos a nuestro espíritu y su contenido a nuestro cuerpo. No separen uno de lo otro, se perdería el beneficioso efecto. Una sugerencia, hermanos y hermanas lectores: cuando tengan el alma desgarrada, abran al azar sus páginas y encontrarán alimento para cuerpo y espíritu.
Rayo lo miró de frente, sonrió y de un salto se proyectó sobre el atril. Luz lo miró entre la niebla de su llanto. Vio como Rayo intentaba abrir el libro avanzando un grueso grupo de páginas a la vez. Se levantó y lo ayudó.
Un bloque de páginas avanzó y golpeó con fuerza al otro lado del libro. Todos levantaron las miradas. El título de una receta, escrito con letras brillantes y muy adornadas, se destacó a la todavía tenue luz solar.
-Dulce amarillo para un triste luto. – Leyó Luz en alta voz. La multitud hizo coro y la joven continuó.
-Hermano, hermana. Tomen una mazorca de maíz tierno, coman sus suaves granos amarillos como el sol, despacio, paladeen su dulzura. Sientan el sabor de la luz y la tibieza. Permitan que su cuerpo se inunde con su optimismo. Cada una de estas semillas pudo haber sido una gran planta al sol de las llanuras, ahora formará parte de ti. Fortalecerá tu cuerpo para que tu alma se sostenga en este mundo. No la defraudes, nació para ti.
Luz guardó silencio. El Maestro Reidor tomó granos de maíz tierno, los repartió entre Luz y Rayo y dio algunos a los más cercanos. Semilla y sus amigas le imitaron. Los dorados granos fueron pasando, de mano en mano, hasta llegar a los últimos de la silenciosa multitud.
Un rato después, cada mano tenía brillantes y pequeños soles. Hasta las de los muertos sostenían las perlas amarillas. Los gigantescos caídos, congéneres de Rompecráneos, también tenían los suyos. No hay enemigo después de la muerte.
Luz, de pie, con Rayo a su lado, comió, muy despacio, el primer grano. Al mismo tiempo todos la imitaron. La lluvia comenzó a amainar, el sol empezó a brillar.

Capítulo 94: Salvados por ellos mismos
La fresca y luminosa mañana regó de luz hasta el último rincón de los cerros y la llanura. La multitud no se movió. Una capa de húmeda tristeza todavía los cubría. El optimismo apenas estaba en semilla dentro de sus cuerpos, después de la comunión con los granos dorados.
De nuevo, las miradas convergieron sobre Luz, ella permaneció sobre el atril del libro, junto a Rayo. Entonces la joven habló muy despacio. El coro de repetidores la siguió y se detuvo poco a poco. Ella continuó subiendo el volumen de su voz y la llanura se dispuso a escuchar.
-Hace más de dos mil años, dos pueblos hermanos lucharon hasta la muerte. ¿La razón? La misma que nos llevó hoy a matarnos entre hermanos: diferentes opiniones de cómo gobernarnos. Diferentes opiniones de cómo llegar a la paz. Diferentes opiniones de cómo llegar al poder y mantenerlo.
-¿Por qué se recuerda aún esa contienda? Quedó escrito y los amantes de la escritura conservaron esos documentos para no olvidar que los ganadores tuvieron como jefe un gran Estadista. Él pronunció unas palabras que se han ido repitiendo hasta hoy en las mentes de los seguidores del bien colectivo.
-El gran estadista se llamó Perícles y esas tres palabras fueron: Ley, Libertad, Igualdad. Su sistema de gobierno fue llamado Democracia. Después de esa triste matanza, no terminó la diferencia de opiniones. Persiste hasta nuestros días.
-¿Por qué llegan al poder seres tan contrarios al espíritu de la Democracia?-y Luz contestó su pregunta.
- Porque les entregamos nuestro poder. Porque nos convencemos que sin ellos no podríamos llegar.
Luz alzó la voz.
-Ustedes no necesitan ser salvados por un gran líder, los líderes son ustedes mismos. Ustedes no necesitan que les interpreten las cosas, ustedes son capaces de revisar, y corregir de ser necesario, sus propios criterios y opiniones. Ustedes no necesitan matar para convencer: ustedes cuentan con la palabra hablada y escrita. Ustedes no necesitan creer a ciegas en la palabra escrita, las escrituras también pueden mentir o estar equivocadas. Ustedes no necesitan atacar al oponente, combatan sus ideas, no su cuerpo.
Hizo una larga pausa, y nadie habló, nadie se movió. Hasta los pensamientos estaban detenidos en sólo una idea.

jueves, 9 de abril de 2009

84, 88.- LUZ en Retorno y Sexta antorcha

A veces la victoria es inesperada. ¿No te ha pasado?

Capítulo 84: El retorno del amado
En las tinieblas los tres jefes de la resistencia se ocultaban, dos días antes habían llegado por el túnel madre hasta La Cueva del Gran Libro y esperaron la llegada de la noche agazapados en la repisa de piedra. Bajo ellos, los ocupantes de la gruta hablaban poco. El olor del miedo y la incertidumbre competía con la oscuridad.
Los gritos de Rompecráneos revolvían la negrura. Luz percibió el temor oculto en la resonancia de la voz y Rayo recordó las advertencias de su amiga.
-La repisa de piedra es un saliente ancho y rodea en círculo toda la cueva, si avanzamos por él, regresamos al mismo sitio. Ustedes no deben hacer nada. No quiten la vista de mi proceder, insisto, actúen sólo si me pasa algo, al menos uno de nosotros debe sobrevivir.
Por fin la luz de la luna acarició la entrada de la caverna y sus ocupantes retrocedieron hacia lo profundo, como temiendo ser quemados por ella. Afuera, la muchedumbre gritaba: Ley, Libertad, Igualdad.
Los secuaces de Rompecráneos quedaron iluminados y desde afuera comenzó a verse parte del líder. Sus seguidores hicieron un último esfuerzo, y se desgañitaban gritando los Nuevos Cantos intentando superar el volumen sonoro de la multitud de peregrinos.
La visión parcial del enorme monstruo hizo bajar el volumen de los gritos en la multitud. Los más voluminosos secuaces presintieron llegar una oportunidad, y saltaron sobre la barricada para impresionar con su tamaño; los adeptos a la dictadura se formaron en sólido bloque tras la barricada. La situación estaba dando un peligroso giro.
Rompecráneos, con astucia, comprendió el cambio en las corrientes.
-Los estúpidos me temen. Necesitan mi liderazgo. Necesitan mi fuerza, me admiran. Hago lo que ellos son incapaces de hacer.

Capítulo 85: Emociones encontradas
La luz de la luna trepó desde los pies hasta su cara, y se oyó un quejido de la multitud cuando fueron capturados por la maligna seducción del líder tenebroso.
Despacio, Rompecráneos levantó sus inflados brazos, sus otrora poderosos músculos estaban ablandados por la vida, robada y devorada, en el poder. Su cuerpo gritaba la verdad: en su mente anidaba hastío, dolor de alma, soledad espiritual, envidia, viciosa enfermedad.
- ¡Hermanos!- aulló –Están aquí para recibir la luz de mí sabiduría- Los gritos, chillidos, silbidos, saltos y llantos amenazaban extinguir la luna. Muchos rugían desconcertados ante su propia actitud.
Semilla, apretada contra la muralla de roca, vio a sus amigas gritar fuera de sí. Ella, al no poder comprender, rompió en llanto.
-¿Qué poder maléfico tiene este bárbaro monstruoso? ¿Por qué dudo de mis convicciones?- La sal de sus lágrimas le entristecieron el paladar.
-Hermanos, hay un complot contra ustedes y contra mí. Las fuerzas del mal intentaron dividirnos: y no pudieron. Mi fiel compañero de batallas, Destripador, fue asesinado por mis enemigos. El noble soldado Destripador cayó, él dio su vida por mí, salvó mi vida una vez más, casi robada por los oscuros malvados, esos infames ocultos entre ustedes. Fingen ser como nosotros y traman lo peor.
El discurso se fue prolongando, manteniendo la mente colectiva de la multitud adormecida. Conservaban sus bocas abiertas, y los ojos redondos, fascinados, como seres sin raciocinio.
Rompecráneos tenía el instinto para decir aquellas cosas que les revolvían sus más ocultas frustraciones. Con las mentes en blanco, sin preguntas, pasivos, sin juicios, sin desconfianza: se dejaban intoxicar por el veneno de las falsas promesas.
La luz de la luna tocó el borde inferior del Gran Libro y se rompió el embrujo.
Capítulo 86: Remolinos de emociones
La luz de la luna los despertó. La muchedumbre se agitó con sentimientos encontrados, mirando hacia detrás del líder. Semilla y sus amigas dejaron de observar la cara de Rompecráneos y sus ojos quedaron fijos en el borde inferior del libro.
Hasta Rompecráneos miró al mismo sitio. El pequeño trozo del Gran Libro se manifestó con todo su poder, compitió contra Rompecráneos y estaba ganando. El monstruo continuó, aprovechando el inesperado aumento del silencio cuando la multitud dejó de respirar.
-Amados seguidores, ha llegado la hora; oiremos La Verdad. La antigua sabiduría escrita es inapelable. Lo aquí escrito es definitivo, nada lo puede cambiar. Yo les transmitiré esas Verdades Absolutas, imposibles de transformar. Deberán aceptarlas sin dudas, son las verdades de los antiguos, no se discuten, se aceptan o estarán contra mí.
Con parsimonia abrió muy despacio El Gran Libro y sólo pudieron verse los bordes inferiores de sus páginas. La más absoluta negrura ocultaba La Verdad.
La luna pareció detenerse y la luz no ascendió más. Los ojos de esbirros, adeptos, y esclavos, irradiaban decepción. Rompecráneos se propuso no soltar el control de la multitud.
-El Consejero es la voz de la Ley. Quien no obedece la Ley, es culpable de traición
-¡Muerte a los traidores! ¡Muerte a los traidores! - El grito vino de las hordas de esbirros y coreado por El Nuevo Gran Consejo. Comenzaron a oírse ecos espaciados entre la multitud de peregrinos.
Semilla y sus amigas se aterrorizaron, esto podía convertirse en un linchamiento de los miembros conocidos de la resistencia. No podían retroceder y escapar, la multitud se había compactado y sólo podían esperar el fatal desenlace.
-Tantos caídos para nada- Pensó con tristeza.
Rompecráneos, sabiendo imposibles de ver las páginas por la falta de iluminación, gritó, cuando terminó de abrir El Gran Libro:
-¡Véanlo, está como lo dejé cuando leí la última vez! ¡Las palabras aquí plasmadas me iluminaron! ¡Sólo yo puedo comprender! ¡Sólo yo conozco su interpretación!

Capítulo 87: El número quince
Al advertir que la luz de la luna ya no subiría más sobre las páginas del Gran Libro, Luz tomó la decisión. Dio un beso en la mejilla de Rayo, se levantó y con el objeto número veintidós de su equipaje, avanzó hasta el primero clavado en la grieta.
Con un rápido movimiento raspó la pared con la punta del artificio. Se oyó un siseo y el extremo opuesto a sus manos se encendió. El fuego, algo temido por instinto, surgió con violencia.
Luz avanzó y acercó la llama a la antorcha clavada en la primera grieta, se repitió el siseo y más luz iluminó la cueva. Corrió hacia la siguiente, enarbolando la incandescente vara.
El tiempo se detuvo para Rompecráneos. No comprendía, la cueva se estaba iluminando. Desde afuera, la multitud no pudo oír el siseo del fuego cuando las páginas del Gran Libro se hicieron visibles.
Luz fue a encender la antorcha número quince, y su pié entró en una grieta. Soltó la madera encendida y cayó al vacío. La tea quedó en el suelo de la repisa, encendida y solitaria.
Los más cercanos a la barricada vieron iluminadas las páginas abiertas del Gran Libro. También lo hicieron los seguidores del ahora mudo líder.
Con enorme sorpresa todos observaron la posición de los escritos: estaban al revés. El Gran Libro estaba de cabeza. Los que no estuvieron presentes en esa oportunidad, recordaron las historias de cuando ese objeto sagrado cayó al suelo y que fue el mismo Rompecráneos quien lo colocó así. Todos al mismo tiempo concluyeron con horror en una idea terrible.
-¡Rompecráneos no sabe leer!-Gritó alguien dentro de la cueva y los primeros de la muchedumbre lo repitieron.
La caída de la joven fue violenta. Quedó aturdida sobre un montón de barbas de mazorca. Rompecráneos la vio caer y en un instante comprendió todo. Se arrojó hacia ella y los desechos en el suelo no le permitieron emplear toda su velocidad.

Capítulo 88: La sexta antorcha
Rayo se había congelado cuando Luz encendió la primera antorcha. El miedo al fuego lo atenazó, recordó centellas quemando árboles gigantescos. Quedó hipnotizado, viendo a Luz encender una tras otra las siguientes catorce antorchas. Entonces ella cayó. Antes que la joven golpeara el suelo, Rayo adivinó el ataque de Rompecráneos.
Corrió por la repisa, arrancó la sexta tea encendida y se lanzó al vacío. Cayó de pie entre Luz y la avalancha de grasa, músculos y puñales. Sostuvo la antorcha al frente y la bestia frenó su carrera. El terror al fuego lo detuvo.
Desde la entrada a la cueva, Semilla reconoció a Luz. Superó el miedo y reaccionó.
-¡Vamos! Son Luz y Rayo- y sin mirar atrás saltó la barricada. Sus tres amigas la siguieron. La enardecida muchedumbre envolvió la barrera como una ola de furia. Habían sido engañados y querían venganza.
El Maestro Reidor brincó hacia delante cuando Luz tropezó, pero la distancia era demasiado grande y le fue imposible agarrarla. Vio como Rayo arrancó la antorcha y se lanzó al vacío. El anciano pensó en saltar, pero recordó las instrucciones de Luz.
-Por lo menos uno debe sobrevivir para continuar con la resistencia
Sin pensar, corrió hacia antorcha caída. La recogió con ambas manos y encendió la número quince. Casi soltó la vara cuando se produjo la explosión ígnea. Con rapidez encendió una por una las restantes.
Cuando la número veintiuno brilló, miró hacia abajo, el olor de la sangre y los rugidos de la pelea lo hicieron tambalearse. Una lucha a muerte se llevaba a cabo bajo la claridad de las antorchas. Reidor sintió la necesidad de pelear y se dominó, debía sobrevivir, era su deber.
Reidor vio como Rompecráneos atacaba y mataba con inaudita velocidad para su tamaño. Vio a Rayo intentando proteger a Luz con su antorcha. Corrió y se colocó cercano por encima de sus amigos y emitió el silbido guerrero de Los Grises, el clan de Luz.
La joven miró hacia lo alto y el Maestro Reidor, sin tiempo para emitir palabra, soltó la antorcha encendida. Luz, saltó y la atrapó en vuelo.
Rayo pegó su espalda a la de Luz, para combatir con fuego a los gigantes iracundos que venían sobre ellos.

jueves, 26 de marzo de 2009

79, 83.- LUZ en La Gran Ceremonia de la Luna

¿Por qué las víctimas llegan por sus propios pasos al matadero? ¿Ellas deciden inmolarse o es que son torpes?

Capítulo 79: Rayas y garabatos
Luz sintió la llegada del nuevo día. Subió por el túnel hasta el mirador de roca. En el más completo silencio, esperó hasta que todos los ocupantes de la cueva dormían.
Atemorizada pero decidida, tomó dos de los objetos y aseguró el primero de ellos en la primera grieta del piso de la repisa. Repitió la operación con el segundo objeto en la segunda grieta y regresó muy despacio al punto de partida.
Luego de un rato de atenta escucha, con los ojos abiertos, tomó dos objetos más y reanudó la tarea. Al final de la tarde había insertado veintiuno de los elementos de su plan, en las veintiuna grietas y el número veintidós, lo dejó en la entrada del túnel al balcón.
Recordó las palabras de su Maestro Helio:
-Estos objetos pronto serán inventados en el mundo exterior, muy pocos conocemos el secreto de su fabricación.
Se oyeron toses y gruñidos. Los durmientes comenzaron a despertar y Luz permaneció horas escuchando las conversaciones.
-Gran Sabiduría, atrapamos otro grupo de la resistencia. Los muy estúpidos fingían saber leer y escribir. Les confiscamos estas hojas de maíz garabateadas, antes de matarlos. Míralas Gran Sabio ¿Qué hacemos con esta basura?
Rompecráneos tomo la hoja, la cual tenía escrito con buena letra cursiva las palabras: Libertad, Igualdad, Familia, Deberes, Derechos. El escrito estaba al revés para su mirada, no lo notó y dijo:
-Garabatos sin sentido. No tienen idea del bello arte de escribir. Engañan a los tontos - Estrujó la hoja y la arrojó al suelo.
Miradas de reverente admiración le halagaron. Todos, con lágrimas en los ojos y voz quebrada, comenzaron a cantar Los Nuevos Cantos. Era peligroso no participar con efusividad de las alabanzas al jefe. Una cruel y retorcida sonrisa desfiguró aún más la cara del tirano. La terrible cicatriz, desde su frente hasta la espalda, enrojeció de placer.

Capítulo 80: Al calor del sol tropical
Luz oyó esas palabras y pensó.
-La negación de las evidencias de fracaso es el primer paso para el total fracaso. Lo dijo mi Maestro Garras Prometeo. Rompecráneos está viviendo un mundo falso, no quiere oír realidades y sus adulantes secuaces no se atreven a perturbarlo con hechos. Dicen lo que él quiere oír. Todos están inmersos en un remolino de autodestrucción. Pero todavía son peligrosos, cuentan con el poder de la fuerza bruta. La manera de vencer a la fuerza bruta es con la razón. Es lento y a veces frustrante, pero seguro. Cuando la mayoría recupere la razón, la fuerza bruta perderá su poder.
Inmersa en estos pensamientos, la joven avanzaba por el túnel madre. Estaba llegando a La Piedra Salvadora.
Al salir a la superficie y sentir la luz del sol en su cuerpo, se sintió renacer. Atenta de cualquier peligro, permitió que su cuerpo se calentara con el sol tropical.
Al atardecer llegaron sus amigos y se llevaron una sorpresa con el encuentro. Ambos jóvenes se abrazaron. El Maestro Reidor los miraba muy complacido y riendo expresó sus pensamientos.
-Me recuerdan mis encuentros con Miel, mi novia y luego mi esposa.
Los dos amigos fingieron no haber oído el comentario y trataron de disimular su turbación. Luz no contó lo relacionado con su nuevo plan y los objetos que colocó en la repisa de roca. Tampoco habló respecto a la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro. Siguió las recomendaciones de sus Maestros.
-Todo lo relacionado con estos objetos debes mantenerlo en secreto. Sólo tú eres capaz de manejarlos. Para otros sería un peligro mortal.

Capítulo 81: El más secreto de los planes
Siguieron días de tensa calma para los tres jefes de la resistencia. Pasaban la mayor parte del tiempo en El Refugio del Ultimo Consejero. Sus constantes contactos secretos, cerca de La Piedra Salvadora, los mantenían informados de los acontecimientos dentro de la comunidad de clanes.
Rayo era quien hablaba, cada día lo hacía más seguido y con menos preguntas.
-Los clanes están inquietos, no les han gustado los cambios de los últimos tiempos. Los fanáticos de Rompecráneos ahora no les permiten acercarse a ver El Gran Libro; hasta hace poco había un diario peregrinar de multitudes frente a La Cueva de El Gran Libro, eso se acabó por órdenes superiores.
-Hay rumores que algunos de los guardaespaldas, y otros muy próximos a Rompecráneos, aprendieron a leer en secreto. Utilizaron prisioneros como maestros. Se dice que hasta algunos de su propia familia han estado explorando los terrenos del lejano este, para formar una comunidad de refugiados.- Rayo, cada vez más emocionado con las buenas nuevas, continuó.
-Se acerca el momento, leeremos El Gran Libro, y desenmascararemos al falso intérprete de la Ley.
Luz, con serena voz le puso una mano en el hombro y dijo.
-Rayo, Rompecráneos movió el libro, ahora no le llegará la luz de la luna. Puso una barricada de rocas y a la cueva sólo pueden entrar sus más fieles allegados. Conviene correr la voz, digan que la noche de La Gran Ceremonia de La Luna deben acercarse lo más posible a la barricada. Los primeros peregrinos deben llegar en grandes grupos, para no ser intimidados por los incondicionales al dictador.
Rayo cayó sentado y el Maestro Reidor se puso de pié.
-¿Por qué no habías dicho eso? Habríamos hecho algo- El viejo se detuvo y agregó.
-Pensaste que nos habrías preocupado sin necesidad, habríamos contagiado el desánimo entre todos los clanes. ¿Verdad? Además debes tener algo en mente demasiado peligroso para ti.
Rayo se levanto.
-No lo puedo permitir, debo estar contigo. No debes arriesgarte sola. Dime qué vamos hacer.
Luz habló en voz baja y calmada.
-Maestro Reidor, me conoce más de lo que imaginé. Ustedes sí estarán conmigo, pero sólo sabrán todo en el momento adecuado. Los clanes deben saber lo de la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro y nada más.
El rasgar de las armas del Maestro Garras Prometeo, sobre la calavera gigante, llegó al interior del Refugio del Último Consejero.
Los tres se abalanzaron hacia la salida superior de la cueva.

Capítulo 82: Extrañas herramientas secretas
Media noche, y la reunión de los cuatro amigos había sido larga al lado de la calavera. Rayo y el Maestro Reidor se mantenían apartados pero tranquilos. Se estaban acostumbrando a la presencia del visitante de ojos amarillos. El intercambio de cartas fue motivo de alegrías y lágrimas de felicidad.
La voz susurrante del Maestro Garras Prometeo sonaba tranquilizadora.
-Esa noche no entren en los maizales, pase lo que pase. Ustedes dos, amigos Rayo y Reidor, sigan las instrucciones de Luz. Recuerden el plan alterno: sobrevivir para continuar.
En voz muy baja y en griego antiguo agregó.
-Luz, descubriste la forma de utilizar tu equipaje. Tu cara me lo dejar ver. Las probabilidades de triunfo son grandes, pero no te confíes. Rompecráneos es muy inteligente, no hay que subestimarlo. Toma previsiones, si es posible.
Una corta despedida y Garras Prometeo se sumergió en la oscuridad. Fuera de la cueva, lejanos truenos y relámpagos anunciaban el final de la calma.
Al día siguiente Luz salió al exterior y regresó con varias ramas secas.
-Rayo, Maestro Reidor, tendremos un simulacro de combate. Debemos prepararnos para una lucha y aprenderán a usar estas ramas.
Tomó un trozo un poco más largo que su brazo, lo clavó en una grieta del piso y se paró frente a la pared de piedra.
Arrancó el palo de la grieta donde lo había encajado y con las dos manos rayó con violencia de arriba abajo la pared. Fue un golpe corto y seco, luego lo levantó en alto, lejos de su cuerpo.
-Repitan esto mismo hasta que el movimiento les salga fluido. Los corregiré si hay errores. Confíen en mí. No hagan preguntas.- Entonces clavó dos estacas en grietas diferentes.
Durante días estuvieron entrenándose en el golpe a la pared. Rayo se preguntaba:
-Con este golpe apenas lograremos rasgar la panza de los enemigos. Tenemos muchos días sólo en este primer bastonazo. ¿Cómo remataremos? ¿Y porqué es tan importante la textura de la piedra donde golpeamos? Debo confiar, debo confiar.

Capítulo 83: La Gran Ceremonia de La Luna
Con mucha anterioridad a la hora, fueron llegando los peregrinos. Arribaron en grandes grupos, y se reunieron lejos de la barricada de piedra. La cueva estaba protegida por los miembros de El Nuevo Gran Consejo, los esbirros y también los libres, incondicionales de la dictadura de la fuerza. Todos ellos pronunciaban cantos llenos de violencia y hostilidad. Muerte, batalla, someter, vencer, derrotar, eran las palabras primordiales.
Poco a poco, el número de peregrinos fue superando a los violentos. Sus cantos a La Luna, al Gran Libro y palabras tales como: Ley, Libertad, Igualdad, Deberes, Derechos, Familia, Trabajo, se repetían. Los violentos comenzaron a preocuparse y cambiaron su estrategia. Entonaron Nuevos Cantos con menor contenido agresivo, e incluso corearon algunos de los viejos cantos.
La multitud ya estaba muy próxima de la barrera de roca y continuaba acercándose despacio. Muchos esbirros se retiraron dentro de la cueva.
Semilla y sus amigas estaban en la vanguardia. A pesar de la claridad de la tarde, no lograban distinguir en el interior de la caverna El Gran Libro. Tampoco a Rompecráneos.
Dentro de la caverna, el líder ocultaba su miedo y impartiendo bruscas órdenes y maltratando a sus servidores. Poco a poco, a medida que la oscuridad se fue cerniendo sobre los cerros, también fue incrementándose su confianza.
En la multitud, el afán de conocimiento había germinado. La gran mayoría sentía aclarado su entendimiento. Deseaban leer ellos mismos e interpretar de corazón y a conciencia las sagradas palabras escritas de la Ley. Sentían que una vez estuvieran ante sus ojos, esas letras quedarían grabadas en sus corazones y conocerían el correcto proceder. Tendrían La Verdad, y procederían de acuerdo a La Verdad, no de acuerdo a sus intérpretes.
Salió la luna, y todavía faltaba mucho para que su luz iluminara la entrada de la cueva. Dentro de la caverna, la negrura era total. La multitud nada podía distinguir desde afuera. El dictador y sus secuaces, desde adentro, podían ver a los reunidos frente a la cueva. La iluminación nocturna los hacía visibles a los ojos de los malvados.
Los cantos de la muchedumbre se fueron elevando de volumen, al igual que en el cielo la luna ascendía a las alturas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

74, 78.- LUZ en Jaula de Oro

¿En verdad eres libre? ¡Mira a tu espalda!
Capítulo 74: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones. Pensaba una y otra vez.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no aceptan la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo su propia y retorcida verdad es la realidad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten y no tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado adormecida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir sonido alguno. Mientras tanto, Rompecráneos revolcaba enfurecido los depósitos de comida. Su voz quebrada siguió emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, pensaba.
-Son lamentos auténticos, en verdad está herido. Esos gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.
Capítulo 75: Una buena comida
Una mañana, luego de toda una noche oyendo las virulentas conversaciones, ocurrió algo agradable. Al llegar la joven al sitio donde dormiría, encontró una gran ración de maíz tierno. Su alegría fue muy grande, y mayor fue al oír las voces de sus amigos.
Luego del desayuno, el Maestro Reidor comenzó su informe.
-Muchos cayeron en el regreso desde el norte, también fueron muchos los que llegaron. Obtuvimos información a buena distancia de La Piedra Salvadora. Todos ignoran cómo llegamos allí y no saben dónde nos ocultamos.- El anciano tomó una mano de Luz y continuó.
-Al principio, nuestros amigos tuvieron dificultades para hacerse creer. Comenzaron instruyendo en lectura a sus familiares y amigos. A medida que se fue corriendo la voz, los espías notaron que algo anormal estaba pasando. Por fortuna no fueron creídos por los superiores, consideraron imposible que esos prófugos pudieran saber leer y escribir. Era como si les estuvieran diciendo que algunos sabían volar sin alas y estaban enseñando cómo hacerlo a los demás- lanzó varias carcajadas -¡Que graciosa idea, volar sin alas!
El ataque de risa del Maestro Reidor se prolongó. Rayo tomó la palabra, cosa poco usual en él.
-Para cuando se dieron cuenta que algo estaba pasando, fue tarde, similar a una inundación: ya no se podía contener. Como dijo el maestro Reidor, hicimos nuestro primer contacto personal en los maizales con un grupo de esclavos, formado por antiguos pobladores del Bosque Oscuro. Los reconocimos y de allí en adelante los progresos fueron inmensos. Hasta algunos de los Nuevos Poderosos, en secreto, están aprendiendo- El joven hizo una pausa y miró a Reidor quien ya estaba tranquilo. El viejo hizo señas para que continuara.
-Para este momento no todo es agradable: están persiguiendo a quienes estén enseñando a leer y escribir y ahora también son esclavos. Hay otra cosa, los libres leales a Rompecráneos, los mata la curiosidad por saber aunque sea leer. Argumentan para sí mismos, que deben aprender para poder reconocer los conspiradores.- Dio otra mirada a Reidor y siguió hablando.
-Supe de mi familia, les hice llegar la falsa noticia que sigo vivo en el norte. Deben estar muy felices. Luz, disculpa mi escepticismo, pero veo que las cosas están demasiado fáciles. Sospecho algún tipo de trampa- Rayo quedó serio y calló.
Luz se levantó, lo abrazó y dijo.
-Estaremos preparados, sigamos con el plan principal; tranquilízate. – Rayo no solo quedó tranquilo, sino feliz por el abrazo de Luz.
Capítulo 76: La sagrada área de seguridad
Rompecráneos tenía varios días sin poder dormir, los informes de los espías cada vez eran peores. Se decía que la población estaba aprendiendo a leer y escribir. También se rumoreaba que muchos de sus leales servidores habían caído en la tentación de oír algunas clases, y de allí en adelante se habían decidido a estudiar.
Sintiéndose rechazado y despreciado gemía.
-¿Cómo se atreven esos ineptos para gobernarse? ¿Quiénes se han creído que son? Yo soy Rompecráneos, el gran líder de las masas, el elegido por las multitudes, el amado del pueblo. Soy el intérprete de la sabiduría de los antiguos sabios - Su cara hinchada, por el trasnocho y las malas digestiones, se congestionaba aún más.
Con los ojos enrojecidos observó a Destripador, el seguidor que más arriesgó la vida por él. Destripador tenía la vista fija en algo, Rompecráneos siguió su mirada, y con asombro, constató que su amigo veía El Gran Libro.
El Gran Libro estaba cerrado, recostado sobre el inmenso atril de madera; como lo había dejado el mismo Rompecráneos tiempo atrás. El atril y el libro son muy de antiguos y nadie recuerda como llegaron allí; desde siempre han estado en la cueva.
En el calenturiento cerebro de Rompecráneos, apareció una terrible idea.
-Destripador aprendió a leer. Destripador me quiere matar, quiere mi poder, quiere ser el intérprete de El Gran libro.
Destripador se sintió observado y miró a su adorado jefe, con horror notó la clase de mirada, se aterrorizó y cuando intentó huir no pudo; los cuatro puñales de Rompecráneos hicieron estallar su cabeza como un huevo de pájaro. Todo fue tan rápido, que los demás quedaron paralizados.
Rompecráneos gritaba.
-¡Hay un complot contra mi, me quieren matar! ¡Quieren mí mando! ¡Envidiosos conspiradores! ¡No dejaré uno vivo!- Ordenó retirar el cadáver del que fue su más fiel y antiguo seguidor y mandó a colocar una barricada de piedras en la entrada de la cueva. Entonces declaró.
-¡Las cosas serán muy diferentes!
A partir de ese día, el acceso a La Cueva de El Gran Libro quedó restringido. Sólo quienes fueran muy allegados al líder, podrían entrar y El Gran Libro fue alejado de la entrada. Lo hicieron entre varios de sus guardaespaldas, con órdenes estrictas de no abrirlo. Poco a poco empujaron el atril: el mudo libro parecía dormir.
Capítulo 77: Los prisioneros de la jaula de oro
Desde la repisa de piedra Luz oyó todo lo acontecido. A sus oídos llegaron los apenas contenidos lamentos de los familiares del antiguo guardaespaldas Destripador. Se atrevió a mirar, muy rápido, para conocer la nueva ubicación de El Gran Libro. La escrita fuente de sabiduría de su pueblo, tenía la portada cerrada, nadie podía tener acceso a sus páginas y Luz comprendió que la luz de la luna no podría, ahora, llegar por completo a sus páginas. Ni siquiera la noche de La Gran Ceremonia de la Luna, cuando sus rayos inundaran casi toda la cueva, tocarían la superficie de papel.
Escuchó cuando la mayoría de los habituales ocupantes de la cueva fueron desalojados. Las más pequeñas cavernas adyacentes quedaron hacinadas. Esbirros de rango menor, libres adeptos a Rompecráneos y hasta familiares cercanos del dictador, quedaron confinados en esas pequeñas cavidades con salida al exterior y nada más.
Rompecráneos se hizo rodear por quienes consideró más brutales y menos inteligentes de sus adeptos. Todos captaron la idea, y entonces fingían ser mas cortos de mente que su jefe, de esta manera aseguraban la comida gratis y la vida.
Ninguno, de allí en adelante, se arriesgó a emitir conceptos que pudieran parecer más brillantes que los del cabecilla. Sus conversaciones, con los cargadores de alimentos del exterior, se convirtieron en torpes monosílabos. Sólo Rompecráneos emitió discursos de allí en adelante.
La preocupación de la joven aumentó. Si la luz de la luna no podía llegar hasta el libro y si además, los espectadores no podían pasar la barricada, entonces todo estaba perdido.
La próxima noche de la Gran Ceremonia de la Luna, todos los que sepan leer, no podrían verificar si lo leído por Rompecráneos se correspondía con la verdad. La multitud, una vez más, tendrá que contentarse con la interpretación del jefe.
La situación es tenebrosa, al parecer el plan falló. Luz, muy pegada al piso de la repisa, miraba hacia los lados como si la solución la pudiera encontrar con la vista. Durante muchas noches estuvo allí pensando. Hasta que una vez cayó dormida en su escondite de observación.
Capítulo 78: El oscuro anfiteatro
Cuando la joven sintió algo de luz del día en la cara, se asustó. Sin moverse, miró hacia el techo, y sus ojos se abrieron por la sorpresa. Todas las veces que había estado en la repisa, el miedo la obligó a mantener los ojos cerrados y la cara pegada al suelo. Ahora, por primera vez, vio algo que la dejó estupefacta. La repisa de roca daba una vuelta completa al perímetro de la cueva. Estaba a tres o cuatro veces más arriba que la estatura de Rompecráneos y las paredes de la cueva eran de roca lisa, casi pulida. Vio con agrado que había estado más segura de lo que imaginó.
Era como un balcón circular, corriendo cerca del techo. Una formación natural nada común. Se arrastró despacio; abajo, los ocupantes dormían sobresaltados. Tardó un día, centímetro a centímetro, en recorrer la repisa y regresar a su sitio de partida En todo su trayecto, observó que el piso de la repisa estaba surcado con gruesas grietas en la roca.
Durante el recorrido, un plan se fue formando en su mente. Al llegar la noche, al mismo tiempo que arribó al sitio de inicio del balcón circular, tuvo su plan listo. Había contado veintiún grietas, casi equidistantes entre si.
Optimista de nuevo, Luz recorrió el estrecho túnel, y se retiró a su sitio de descanso, en el subsuelo de la cueva. Comió maíz tierno y durmió muy feliz.
Luego de un largo sueño, desenterró el morral. Abrió los sellos que su Maestro Helio había colocado. Arrancó la capa de brea, que protegía de humedad el misterioso contenido. Sacó uno a uno los objetos y procedió a llevarlos de a dos en cada viaje, hasta la repisa de roca que circundaba el techo de La Cueva de El Gran Libro. Llegó la noche, y los ocupantes de la gruta comenzaron a despertar. Luz bajó hasta su refugio y se dispuso a esperar el nuevo día.

lunes, 9 de marzo de 2009

70, 73.- LUZ en Alma atormentada


Si ella partió o está regresando nadie lo sabe, ni siquiera ella misma. ¿No es la vida un círculo?

Capítulo 70: El valiente guardaespaldas
Desde el Bosque Oscuro, para llegar a la orilla del río, se requería viajar durante dos días. Por esta razón los tres amigos sólo enviaban mensajes esporádicos y bajo un estricto programa. Rayo llevaba la carta del Maestro Reidor. El viaje entrañaba grandes peligros.
Llevaban apenas algunas horas de viaje, cuando Luz detuvo su carrera, lo mismo hizo Rayo. Se escondieron bajo una gran raíz.
-¿Qué pasa? No he visto nada. - Preguntó el joven en voz baja, mientras oteaba el cielo y los alrededores con rápidas miradas.
-Algo nos espera tras esa gran piedra. Es extraño, no percibo peligro- Contestó Luz, con la mirada fija en una inmensa roca sobresaliente en la selva. A pleno sol, una sombra se movió, saltó sobre la alta roca, se destacó en dorado sobre el azul cielo por menos tiempo del necesario para parpadear, y desapareció.
Rayo comenzó a temblar de miedo y se dispuso a huir de regreso. Luz habló:
-No tengas miedo, es mi Maestro Garras Prometeo. Lo reconocí desde antes de su salto. Vamos hacia la roca. Agarró con mano firme a su amigo Rayo, e inició un cauteloso avance. Rayo se dejó llevar, fingiendo serenidad.
Bajo la roca, el Maestro Garras había excavado un amplio refugio; estaba disimulado y contaba con dos salidas de emergencia. Rayo quedó acurrucado en una de ellas, en tanto Luz hablaba en voz baja con su Maestro.
-Preferí esperarte aquí. Cada día es demasiado valioso para ustedes- Fueron las escuetas palabras del Maestro. Luz, apretada a uno de sus brazos, hablaba y reía en voz baja. Quería saber todo sobre sus padres y abuelos.
-Las viejas lesiones de tu padre están mejorando. Está ansioso por venir en tu ayuda, eso es imposible.
Garras continuó hablando un poco más e intercambiaron las cartas escritas en hojas de plantas. La despedida fue larga y triste. Antes de partir, Garras miró a Rayo y le habló.
-Eres muy valiente.
Y de un salto desapareció.
Los dos jóvenes Iniciaron el regreso. Rayo, aún temblándole las piernas, se preguntó en voz baja.
-¿Valiente yo?

Capítulo 71: El peligroso y furtivo retorno
De la vieja comunidad del este quedaron pocos en el bosque, sólo los más viejos, los muy jóvenes y las madres en tiempo de crianza. El acuerdo con miembros de los otros grupos estaba funcionando.
A cambio de aprender a leer y escribir, se comprometieron a proteger de bandoleros a los rezagados. Su anhelo también era regresar a los verdes maizales, a la amada tierra madre, a la patria iluminada todo el año por el sol.
Cuando el último grupo de expedicionarios partió, los tres amigos decidieron esperar unos días. Y antes de salir hacia el sur, hacia los maizales, se cercioraron de dejar todo en orden.
Luz se despidió.
-Amigos, sigan estudiando; cuando la Ley, la Libertad y la Igualdad estén establecidas en los maizales y en los bosques de los cerros, entonces los refugiados regresaran a la patria.
-Ustedes serán la siguiente ola de la resistencia si nosotros fallamos. Ya conocen el plan: desenmascarar a Rompecráneos la noche de La Gran Ceremonia de La Luna. Tenemos grandes probabilidades de lograrlo.
Partieron con la salida del sol, la luz iluminó la ruta; los tres amigos tomaron rumbo hacia el sur, más adelante dieron un rodeo, eludiendo las miradas curiosas. Destaparon el hueco de entrada al túnel y penetraron bajo tierra. Cerraron la entrada, con ramas y rocas e iniciaron el camino hacia el túnel madre.
Varios días después estaban en el sitio donde el Maestro Reidor se enfrentó al jefe de los bebedores de sangre.
-Tenemos suerte, afuera es de día y los monstruos duermen. Recuerden: sigan caminado sin detenerse. Manténganse calmados, no sientan miedo, ellos lo podrían percibir. No los miren. Si pasan volando cerca de nuestras cabezas, no hagan movimientos bruscos. No los asusten. Ellos también sienten miedo de nosotros.
El viejecito tomó la delantera sin titubear.
Muchos de los monstruos bajaron a investigar. Con la anterior experiencia, Luz y Rayo no perdieron la calma y siguieron el paso del Maestro Reidor. Cuando llegaron al final del área dominada por los chupa sangre, el viejecito estaba extenuado. Cayó al suelo y dijo:
-Déjenme dormir.
Sus dos amigos velaron su sueño, estableciendo turnos de guardia. Ellos también estaban agotados.

Capítulo 72: En el amenazador terreno conocido
La dieta de raíces y desechos vegetales los sostuvo durante el trayecto. Estaban comenzando la zona de terreno resbaladizo, en lo profundo, se oía el rugir del torrente. Nada se veía hacia abajo, estaba demasiado oscuro. El ruido del agua se había incrementado, las lluvias en las cabeceras de los ríos han sido intensas.
Luego de otra agotadora jornada para avanzar un corto trecho, llegaron a mejor terreno. Atraparon algunos alimentos traídos por la corriente, y se dispusieron a descansar. Rayo preguntó.
-¿Cómo les habrá ido a nuestros amigos en el viaje al sur? ¿Lograrían escapar a los monstruos voladores?
El Maestro Reidor contestó:
-El entrenamiento debe haber funcionado. Aunque es duro aceptarlo, algunos deben haber caído. Rayo quedó a cargo de la primera guardia.
Luz despertó a sus compañeros. De allí en adelante, siguieron al paso lento y seguro del Maestro Reidor. Con ese mismo paso, él había recorrido muchas veces el túnel madre y aún está vivo. Los tres reconocieron la curva de la galería donde se encontraban. Al final de ella y luego de una alta cascada, está el subsuelo de La cueva de El Gran Libro.

Capítulo 73: El ataque por dos frentes
- Amigos, llegó el momento de separarnos por unos días, debo ir a La Cueva de El Gran Libro; seré prudente- Con la voz quebrada de emoción, Luz impartió sus instrucciones finales.
Rayo, tartamudeando, soltó un torrente de palabras:
-Luz, estaremos bajo La Piedra Salvadora, será nuestro punto de encuentro, allí te dejaremos nuestros mensajes. Reabasteceremos todos los escondites de comida, desde El Refugio del Último Consejero, hasta aquí; ten paciencia, pronto comerás maíz.
En un impulso, el joven la abrazó con fuerza.
Riendo, el anciano Reidor dijo:
-Tengo ganas de llorar, esta despedida me emociona.
Se acercó a Luz y tomó una de sus manos entre las suyas; dijo en tono solemne.
-Buena suerte Luz La Iluminadora. Recuerda la profecía.
El viejecito dio la vuelta e inició la marcha.
Una vez estuvo sola, Luz inspeccionó el sitio donde dejó enterrado su morral. No había sido tocado por la crecida del río, había estado en un lugar alto y seco. Comió algo de los alimentos recolectados y se dirigió a la entrada del estrecho túnel que da a La Cueva de El gran libro.
En la superficie la oscuridad se mantenía, era de noche. Luz llegó a la repisa de roca y permaneció inmóvil, con la cara pegada al suelo y los ojos cerrados. No se asomó.
Rompecráneos y sus secuaces preferían estar despiertos durante gran parte de la noche. Las conversaciones que llegaban hasta Luz, parecían fuertes discusiones; nadie osaba hablarle alto al gran jefe.
-Su Gran Sabiduría - se oyó una zalamera voz - Siguen llegando más prófugos. La misma historia, dicen huir de una gran invasión de monstruos voladores en los Bosques Oscuros del norte. Como ordenaste, ahora serán esclavos. Los hemos separado y repartido entre todos los clanes. Nuestros seguidores están contentos, ahora habrá otros para correr los riesgos de los maizales. Se están acostumbrando a la idea de tener esclavos, les parece normal.
En la oscuridad de su escondite, Luz sonrió y pensó:
-Nos están ayudando sin saberlo. Esos traslados aseguran poder llegar a la mayor cantidad de clanes en corto tiempo.
Sonó la gruesa voz de Rompecráneos:
-¿Por qué tantos han sobrevivido al trayecto de regreso? Manténganlos vigilados de cerca. Aumenten los beneficios a los espías- Varias voces, al mismo tiempo contestaron:
-Si Gran Benefactor, tus órdenes serán cumplidas.

Capítulo 73: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no conocen la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo existe su propia y retorcida verdad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten. No tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado dormida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir ningún sonido. Mientras tanto, Rompecráneos revuelca los depósitos de mazorcas de maíz. Su voz quebrada sigue emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, aumenta sus conclusiones:
-Son lamentos auténticos, se siente herido. Los gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.

martes, 10 de febrero de 2009

68 y 69.- LUZ en Información y Retirada

No temas la oscuridad. ¿No es todo una ilusión de tu mente?

Capítulo 68: La Información
Luz decía.
-Hemos sido gobernados y oprimidos con el engaño, Rompecráneos no sabe leer ni sabe escribir. Cada individuo debe saber informarse, sin mentiras ni distorsiones, del contenido del Gran Libro. Antes del día de La Gran Ceremonia de La Luna todos deberán saber leer y escribir.
Los refugiados ahora tenían una meta a largo plazo, superior a sobrevivir un día más en el bosque. Todo se aceleró: los primeros grupos instruidos por Luz, Reidor y Rayo, se transformaron en multiplicadores de la enseñanza. Los miembros del Consejo de Mayores aprendieron y se esforzaron en instruir a muchos más.
Los más jóvenes se vieron atraídos por la magia de los números, querían contar las hojas de los árboles, el número de días entre fases lunares y recitaban las tablas de multiplicar y dividir como si fueran canciones.

Capítulo 69: Retirada cubierta
Trascurrió el tiempo y llegó el momento crucial: todos ya sabían leer y escribir. Entonces escogieron por medio de elecciones libres a los jefes de los grupos de ataque. Luz y Rayo habían considerado utilizar el túnel madre del río subterráneo; pero el maestro Reidor fue firme en su negativa.
-Los monstruos chupa sangre se asustarán al ver demasiados de nosotros. Nos atacarán, en su territorio no tenemos esperanza de vencerlos. Tampoco debemos revelar nuestros secretos, espías y traidores florecen como mala hierba; sí algo sale mal, debemos contar con refugio seguro, para esperar e intentar de nuevo con otro plan. ¿Por qué ponen esa cara tan graciosa?
Sus dos amigos mantenían las bocas abiertas con mirada de asombro. Luz carraspeó y contestó.
-Maestro Reidor, tu sabiduría es inmensa; tienes razón, debemos contar con planes alternos. Nada es seguro, trabajaremos sobre eso desde ahora. La joven escribió una carta. Ésa madrugada, ella y Rayo saldrían para enterrarla en el lugar acordado con sus maestros, tal como habían estado haciéndolo desde que llegaron al Bosque Oscuro.

martes, 27 de enero de 2009

66 y 67.- LUZ en Ceremonia y Maizales


¿Como se mide el éxito en la vida? Preguntó, antes de cerrar los ojos.
Por los obstáculos enfrentados. Contestó el ángel.


Capítulo 66: La Gran Ceremonia de La Luna
Bajo la luz de la luna Luz agregó algo más a la historia que había narrado cuando llegaron a la comunidad de refugiados, de nuevo omitió hablar de sus Maestros y dio la misma versión contada a Rayo y Reidor: unos buenos samaritanos habían ayudado a sus abuelos a la otra orilla del río. Sin embargo contó, en detalle, lo visto y oído desde la repisa de roca dentro de La Cueva del Gran Libro.
Todos prestaron atención. Luz dijo.
-Recuperaremos La Cueva del Gran Libro y todos los clanes elegirán sus delegados para crear un nuevo Gran Consejo.
Los rostros cambiaron de expresión, el desencanto y falta de esperanza oscureció las miradas. Semilla expresó la inquietud general.
-¿Luz, cómo podremos hacer eso si Rompecráneos tiene todo el poder?
Luz contestó.
-La próxima noche de La Gran Ceremonia de La Luna, estaremos todos allí. En el momento que Rompecráneos finja leer El Gran Libro, quedará desenmascarado. No sabe leer y su falsa sabiduría quedará descubierta ante todos.
Por respeto, no estallaron en carcajadas. Todos trataron de hacerle entender lo imposible de su plan. Reidor y Rayo se mantuvieron en silencio.
Trepador, disimulando una sonrisa, argumentó.
-Luz, hija, tal vez Rompecráneos sí sabe leer, no podemos saberlo, nadie de los nuestros sabe leer, todos los miembros del antiguo Gran Consejo fueron muertos, según nos contaste. Nuestro querido amigo Reidor no tuvo tiempo de aprender, era un novicio menor en El Gran Consejo, cuando la noche del golpe de Rompecráneos, él lo ha confesado. Decían nuestros abuelos: para aprender a leer se requiere la mitad de la vida y para aprender a escribir, la otra mitad. Y también decían: no todos nacimos para aprender
Luz dijo:
-Queremos mostrarles algo.

Capítulo 67: En los maizales de mi llanura quiero vivir
Reidor y Rayo se levantaron en silencio, luego salieron de la vivienda. Luz, en alta voz, dijo al anciano Consejero.
-Venerable, dime dos frases de tu propia creación.
Por diversión y sin comprender el objetivo del asunto, el viejecito declamó, todavía emocionado por las añoranzas del último momento.
-Aunque Terror me amenace, en los maizales de mi llanura quiero vivir.- pensó un poco más y agregó.
-El Gran Libro sólo es leído por los sabios.
Luz tomó dos trozos de hoja y con una pequeña piedra afilada hizo muchas rayas sobre ellas. Todos le observaron, nunca habían visto alguien raspando hojas de árbol, algunos pensaron se trataría de algún nuevo tipo de comida.
Luz silbó y sus dos amigos regresaron, traían expresiones muy serias; entonces entregó una hoja a cada uno de ellos. El Maestro Reidor miró la suya, una sola vez, y de cara a los presentes, pronunció.
-El Gran Libro sólo es leído por los sabios.
Todos abrieron la boca y no hablaron.
Rayo, con temblor en sus manos, recitó.
-Aunque Terror me amenace, en los maizales de mi llanura quiero vivir.
Los miembros del Consejo de Mayores estaban de pie. Miraban al trío como si fueran dioses.
El resto de la noche resultó inolvidable; algunos, no por duda, sino ansiando más emociones, pidieron otras demostraciones; muchos lloraban, otros reían y otros callaban. Todos embargados por la certeza de la cercanía del triunfo: la amada patria parecía estar más cerca.