¿Por qué las víctimas llegan por sus propios pasos al matadero? ¿Ellas deciden inmolarse o es que son torpes?
Capítulo 79: Rayas y garabatos
Luz sintió la llegada del nuevo día. Subió por el túnel hasta el mirador de roca. En el más completo silencio, esperó hasta que todos los ocupantes de la cueva dormían.
Atemorizada pero decidida, tomó dos de los objetos y aseguró el primero de ellos en la primera grieta del piso de la repisa. Repitió la operación con el segundo objeto en la segunda grieta y regresó muy despacio al punto de partida.
Luego de un rato de atenta escucha, con los ojos abiertos, tomó dos objetos más y reanudó la tarea. Al final de la tarde había insertado veintiuno de los elementos de su plan, en las veintiuna grietas y el número veintidós, lo dejó en la entrada del túnel al balcón.
Recordó las palabras de su Maestro Helio:
-Estos objetos pronto serán inventados en el mundo exterior, muy pocos conocemos el secreto de su fabricación.
Se oyeron toses y gruñidos. Los durmientes comenzaron a despertar y Luz permaneció horas escuchando las conversaciones.
-Gran Sabiduría, atrapamos otro grupo de la resistencia. Los muy estúpidos fingían saber leer y escribir. Les confiscamos estas hojas de maíz garabateadas, antes de matarlos. Míralas Gran Sabio ¿Qué hacemos con esta basura?
Rompecráneos tomo la hoja, la cual tenía escrito con buena letra cursiva las palabras: Libertad, Igualdad, Familia, Deberes, Derechos. El escrito estaba al revés para su mirada, no lo notó y dijo:
-Garabatos sin sentido. No tienen idea del bello arte de escribir. Engañan a los tontos - Estrujó la hoja y la arrojó al suelo.
Miradas de reverente admiración le halagaron. Todos, con lágrimas en los ojos y voz quebrada, comenzaron a cantar Los Nuevos Cantos. Era peligroso no participar con efusividad de las alabanzas al jefe. Una cruel y retorcida sonrisa desfiguró aún más la cara del tirano. La terrible cicatriz, desde su frente hasta la espalda, enrojeció de placer.
Capítulo 80: Al calor del sol tropical
Luz oyó esas palabras y pensó.
-La negación de las evidencias de fracaso es el primer paso para el total fracaso. Lo dijo mi Maestro Garras Prometeo. Rompecráneos está viviendo un mundo falso, no quiere oír realidades y sus adulantes secuaces no se atreven a perturbarlo con hechos. Dicen lo que él quiere oír. Todos están inmersos en un remolino de autodestrucción. Pero todavía son peligrosos, cuentan con el poder de la fuerza bruta. La manera de vencer a la fuerza bruta es con la razón. Es lento y a veces frustrante, pero seguro. Cuando la mayoría recupere la razón, la fuerza bruta perderá su poder.
Inmersa en estos pensamientos, la joven avanzaba por el túnel madre. Estaba llegando a La Piedra Salvadora.
Al salir a la superficie y sentir la luz del sol en su cuerpo, se sintió renacer. Atenta de cualquier peligro, permitió que su cuerpo se calentara con el sol tropical.
Al atardecer llegaron sus amigos y se llevaron una sorpresa con el encuentro. Ambos jóvenes se abrazaron. El Maestro Reidor los miraba muy complacido y riendo expresó sus pensamientos.
-Me recuerdan mis encuentros con Miel, mi novia y luego mi esposa.
Los dos amigos fingieron no haber oído el comentario y trataron de disimular su turbación. Luz no contó lo relacionado con su nuevo plan y los objetos que colocó en la repisa de roca. Tampoco habló respecto a la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro. Siguió las recomendaciones de sus Maestros.
-Todo lo relacionado con estos objetos debes mantenerlo en secreto. Sólo tú eres capaz de manejarlos. Para otros sería un peligro mortal.
Capítulo 81: El más secreto de los planes
Siguieron días de tensa calma para los tres jefes de la resistencia. Pasaban la mayor parte del tiempo en El Refugio del Ultimo Consejero. Sus constantes contactos secretos, cerca de La Piedra Salvadora, los mantenían informados de los acontecimientos dentro de la comunidad de clanes.
Rayo era quien hablaba, cada día lo hacía más seguido y con menos preguntas.
-Los clanes están inquietos, no les han gustado los cambios de los últimos tiempos. Los fanáticos de Rompecráneos ahora no les permiten acercarse a ver El Gran Libro; hasta hace poco había un diario peregrinar de multitudes frente a La Cueva de El Gran Libro, eso se acabó por órdenes superiores.
-Hay rumores que algunos de los guardaespaldas, y otros muy próximos a Rompecráneos, aprendieron a leer en secreto. Utilizaron prisioneros como maestros. Se dice que hasta algunos de su propia familia han estado explorando los terrenos del lejano este, para formar una comunidad de refugiados.- Rayo, cada vez más emocionado con las buenas nuevas, continuó.
-Se acerca el momento, leeremos El Gran Libro, y desenmascararemos al falso intérprete de la Ley.
Luz, con serena voz le puso una mano en el hombro y dijo.
-Rayo, Rompecráneos movió el libro, ahora no le llegará la luz de la luna. Puso una barricada de rocas y a la cueva sólo pueden entrar sus más fieles allegados. Conviene correr la voz, digan que la noche de La Gran Ceremonia de La Luna deben acercarse lo más posible a la barricada. Los primeros peregrinos deben llegar en grandes grupos, para no ser intimidados por los incondicionales al dictador.
Rayo cayó sentado y el Maestro Reidor se puso de pié.
-¿Por qué no habías dicho eso? Habríamos hecho algo- El viejo se detuvo y agregó.
-Pensaste que nos habrías preocupado sin necesidad, habríamos contagiado el desánimo entre todos los clanes. ¿Verdad? Además debes tener algo en mente demasiado peligroso para ti.
Rayo se levanto.
-No lo puedo permitir, debo estar contigo. No debes arriesgarte sola. Dime qué vamos hacer.
Luz habló en voz baja y calmada.
-Maestro Reidor, me conoce más de lo que imaginé. Ustedes sí estarán conmigo, pero sólo sabrán todo en el momento adecuado. Los clanes deben saber lo de la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro y nada más.
El rasgar de las armas del Maestro Garras Prometeo, sobre la calavera gigante, llegó al interior del Refugio del Último Consejero.
Los tres se abalanzaron hacia la salida superior de la cueva.
Capítulo 82: Extrañas herramientas secretas
Media noche, y la reunión de los cuatro amigos había sido larga al lado de la calavera. Rayo y el Maestro Reidor se mantenían apartados pero tranquilos. Se estaban acostumbrando a la presencia del visitante de ojos amarillos. El intercambio de cartas fue motivo de alegrías y lágrimas de felicidad.
La voz susurrante del Maestro Garras Prometeo sonaba tranquilizadora.
-Esa noche no entren en los maizales, pase lo que pase. Ustedes dos, amigos Rayo y Reidor, sigan las instrucciones de Luz. Recuerden el plan alterno: sobrevivir para continuar.
En voz muy baja y en griego antiguo agregó.
-Luz, descubriste la forma de utilizar tu equipaje. Tu cara me lo dejar ver. Las probabilidades de triunfo son grandes, pero no te confíes. Rompecráneos es muy inteligente, no hay que subestimarlo. Toma previsiones, si es posible.
Una corta despedida y Garras Prometeo se sumergió en la oscuridad. Fuera de la cueva, lejanos truenos y relámpagos anunciaban el final de la calma.
Al día siguiente Luz salió al exterior y regresó con varias ramas secas.
-Rayo, Maestro Reidor, tendremos un simulacro de combate. Debemos prepararnos para una lucha y aprenderán a usar estas ramas.
Tomó un trozo un poco más largo que su brazo, lo clavó en una grieta del piso y se paró frente a la pared de piedra.
Arrancó el palo de la grieta donde lo había encajado y con las dos manos rayó con violencia de arriba abajo la pared. Fue un golpe corto y seco, luego lo levantó en alto, lejos de su cuerpo.
-Repitan esto mismo hasta que el movimiento les salga fluido. Los corregiré si hay errores. Confíen en mí. No hagan preguntas.- Entonces clavó dos estacas en grietas diferentes.
Durante días estuvieron entrenándose en el golpe a la pared. Rayo se preguntaba:
-Con este golpe apenas lograremos rasgar la panza de los enemigos. Tenemos muchos días sólo en este primer bastonazo. ¿Cómo remataremos? ¿Y porqué es tan importante la textura de la piedra donde golpeamos? Debo confiar, debo confiar.
Capítulo 83: La Gran Ceremonia de La Luna
Con mucha anterioridad a la hora, fueron llegando los peregrinos. Arribaron en grandes grupos, y se reunieron lejos de la barricada de piedra. La cueva estaba protegida por los miembros de El Nuevo Gran Consejo, los esbirros y también los libres, incondicionales de la dictadura de la fuerza. Todos ellos pronunciaban cantos llenos de violencia y hostilidad. Muerte, batalla, someter, vencer, derrotar, eran las palabras primordiales.
Poco a poco, el número de peregrinos fue superando a los violentos. Sus cantos a La Luna, al Gran Libro y palabras tales como: Ley, Libertad, Igualdad, Deberes, Derechos, Familia, Trabajo, se repetían. Los violentos comenzaron a preocuparse y cambiaron su estrategia. Entonaron Nuevos Cantos con menor contenido agresivo, e incluso corearon algunos de los viejos cantos.
La multitud ya estaba muy próxima de la barrera de roca y continuaba acercándose despacio. Muchos esbirros se retiraron dentro de la cueva.
Semilla y sus amigas estaban en la vanguardia. A pesar de la claridad de la tarde, no lograban distinguir en el interior de la caverna El Gran Libro. Tampoco a Rompecráneos.
Dentro de la caverna, el líder ocultaba su miedo y impartiendo bruscas órdenes y maltratando a sus servidores. Poco a poco, a medida que la oscuridad se fue cerniendo sobre los cerros, también fue incrementándose su confianza.
En la multitud, el afán de conocimiento había germinado. La gran mayoría sentía aclarado su entendimiento. Deseaban leer ellos mismos e interpretar de corazón y a conciencia las sagradas palabras escritas de la Ley. Sentían que una vez estuvieran ante sus ojos, esas letras quedarían grabadas en sus corazones y conocerían el correcto proceder. Tendrían La Verdad, y procederían de acuerdo a La Verdad, no de acuerdo a sus intérpretes.
Salió la luna, y todavía faltaba mucho para que su luz iluminara la entrada de la cueva. Dentro de la caverna, la negrura era total. La multitud nada podía distinguir desde afuera. El dictador y sus secuaces, desde adentro, podían ver a los reunidos frente a la cueva. La iluminación nocturna los hacía visibles a los ojos de los malvados.
Los cantos de la muchedumbre se fueron elevando de volumen, al igual que en el cielo la luna ascendía a las alturas.
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