miércoles, 18 de marzo de 2009

74, 78.- LUZ en Jaula de Oro

¿En verdad eres libre? ¡Mira a tu espalda!
Capítulo 74: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones. Pensaba una y otra vez.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no aceptan la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo su propia y retorcida verdad es la realidad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten y no tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado adormecida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir sonido alguno. Mientras tanto, Rompecráneos revolcaba enfurecido los depósitos de comida. Su voz quebrada siguió emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, pensaba.
-Son lamentos auténticos, en verdad está herido. Esos gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.
Capítulo 75: Una buena comida
Una mañana, luego de toda una noche oyendo las virulentas conversaciones, ocurrió algo agradable. Al llegar la joven al sitio donde dormiría, encontró una gran ración de maíz tierno. Su alegría fue muy grande, y mayor fue al oír las voces de sus amigos.
Luego del desayuno, el Maestro Reidor comenzó su informe.
-Muchos cayeron en el regreso desde el norte, también fueron muchos los que llegaron. Obtuvimos información a buena distancia de La Piedra Salvadora. Todos ignoran cómo llegamos allí y no saben dónde nos ocultamos.- El anciano tomó una mano de Luz y continuó.
-Al principio, nuestros amigos tuvieron dificultades para hacerse creer. Comenzaron instruyendo en lectura a sus familiares y amigos. A medida que se fue corriendo la voz, los espías notaron que algo anormal estaba pasando. Por fortuna no fueron creídos por los superiores, consideraron imposible que esos prófugos pudieran saber leer y escribir. Era como si les estuvieran diciendo que algunos sabían volar sin alas y estaban enseñando cómo hacerlo a los demás- lanzó varias carcajadas -¡Que graciosa idea, volar sin alas!
El ataque de risa del Maestro Reidor se prolongó. Rayo tomó la palabra, cosa poco usual en él.
-Para cuando se dieron cuenta que algo estaba pasando, fue tarde, similar a una inundación: ya no se podía contener. Como dijo el maestro Reidor, hicimos nuestro primer contacto personal en los maizales con un grupo de esclavos, formado por antiguos pobladores del Bosque Oscuro. Los reconocimos y de allí en adelante los progresos fueron inmensos. Hasta algunos de los Nuevos Poderosos, en secreto, están aprendiendo- El joven hizo una pausa y miró a Reidor quien ya estaba tranquilo. El viejo hizo señas para que continuara.
-Para este momento no todo es agradable: están persiguiendo a quienes estén enseñando a leer y escribir y ahora también son esclavos. Hay otra cosa, los libres leales a Rompecráneos, los mata la curiosidad por saber aunque sea leer. Argumentan para sí mismos, que deben aprender para poder reconocer los conspiradores.- Dio otra mirada a Reidor y siguió hablando.
-Supe de mi familia, les hice llegar la falsa noticia que sigo vivo en el norte. Deben estar muy felices. Luz, disculpa mi escepticismo, pero veo que las cosas están demasiado fáciles. Sospecho algún tipo de trampa- Rayo quedó serio y calló.
Luz se levantó, lo abrazó y dijo.
-Estaremos preparados, sigamos con el plan principal; tranquilízate. – Rayo no solo quedó tranquilo, sino feliz por el abrazo de Luz.
Capítulo 76: La sagrada área de seguridad
Rompecráneos tenía varios días sin poder dormir, los informes de los espías cada vez eran peores. Se decía que la población estaba aprendiendo a leer y escribir. También se rumoreaba que muchos de sus leales servidores habían caído en la tentación de oír algunas clases, y de allí en adelante se habían decidido a estudiar.
Sintiéndose rechazado y despreciado gemía.
-¿Cómo se atreven esos ineptos para gobernarse? ¿Quiénes se han creído que son? Yo soy Rompecráneos, el gran líder de las masas, el elegido por las multitudes, el amado del pueblo. Soy el intérprete de la sabiduría de los antiguos sabios - Su cara hinchada, por el trasnocho y las malas digestiones, se congestionaba aún más.
Con los ojos enrojecidos observó a Destripador, el seguidor que más arriesgó la vida por él. Destripador tenía la vista fija en algo, Rompecráneos siguió su mirada, y con asombro, constató que su amigo veía El Gran Libro.
El Gran Libro estaba cerrado, recostado sobre el inmenso atril de madera; como lo había dejado el mismo Rompecráneos tiempo atrás. El atril y el libro son muy de antiguos y nadie recuerda como llegaron allí; desde siempre han estado en la cueva.
En el calenturiento cerebro de Rompecráneos, apareció una terrible idea.
-Destripador aprendió a leer. Destripador me quiere matar, quiere mi poder, quiere ser el intérprete de El Gran libro.
Destripador se sintió observado y miró a su adorado jefe, con horror notó la clase de mirada, se aterrorizó y cuando intentó huir no pudo; los cuatro puñales de Rompecráneos hicieron estallar su cabeza como un huevo de pájaro. Todo fue tan rápido, que los demás quedaron paralizados.
Rompecráneos gritaba.
-¡Hay un complot contra mi, me quieren matar! ¡Quieren mí mando! ¡Envidiosos conspiradores! ¡No dejaré uno vivo!- Ordenó retirar el cadáver del que fue su más fiel y antiguo seguidor y mandó a colocar una barricada de piedras en la entrada de la cueva. Entonces declaró.
-¡Las cosas serán muy diferentes!
A partir de ese día, el acceso a La Cueva de El Gran Libro quedó restringido. Sólo quienes fueran muy allegados al líder, podrían entrar y El Gran Libro fue alejado de la entrada. Lo hicieron entre varios de sus guardaespaldas, con órdenes estrictas de no abrirlo. Poco a poco empujaron el atril: el mudo libro parecía dormir.
Capítulo 77: Los prisioneros de la jaula de oro
Desde la repisa de piedra Luz oyó todo lo acontecido. A sus oídos llegaron los apenas contenidos lamentos de los familiares del antiguo guardaespaldas Destripador. Se atrevió a mirar, muy rápido, para conocer la nueva ubicación de El Gran Libro. La escrita fuente de sabiduría de su pueblo, tenía la portada cerrada, nadie podía tener acceso a sus páginas y Luz comprendió que la luz de la luna no podría, ahora, llegar por completo a sus páginas. Ni siquiera la noche de La Gran Ceremonia de la Luna, cuando sus rayos inundaran casi toda la cueva, tocarían la superficie de papel.
Escuchó cuando la mayoría de los habituales ocupantes de la cueva fueron desalojados. Las más pequeñas cavernas adyacentes quedaron hacinadas. Esbirros de rango menor, libres adeptos a Rompecráneos y hasta familiares cercanos del dictador, quedaron confinados en esas pequeñas cavidades con salida al exterior y nada más.
Rompecráneos se hizo rodear por quienes consideró más brutales y menos inteligentes de sus adeptos. Todos captaron la idea, y entonces fingían ser mas cortos de mente que su jefe, de esta manera aseguraban la comida gratis y la vida.
Ninguno, de allí en adelante, se arriesgó a emitir conceptos que pudieran parecer más brillantes que los del cabecilla. Sus conversaciones, con los cargadores de alimentos del exterior, se convirtieron en torpes monosílabos. Sólo Rompecráneos emitió discursos de allí en adelante.
La preocupación de la joven aumentó. Si la luz de la luna no podía llegar hasta el libro y si además, los espectadores no podían pasar la barricada, entonces todo estaba perdido.
La próxima noche de la Gran Ceremonia de la Luna, todos los que sepan leer, no podrían verificar si lo leído por Rompecráneos se correspondía con la verdad. La multitud, una vez más, tendrá que contentarse con la interpretación del jefe.
La situación es tenebrosa, al parecer el plan falló. Luz, muy pegada al piso de la repisa, miraba hacia los lados como si la solución la pudiera encontrar con la vista. Durante muchas noches estuvo allí pensando. Hasta que una vez cayó dormida en su escondite de observación.
Capítulo 78: El oscuro anfiteatro
Cuando la joven sintió algo de luz del día en la cara, se asustó. Sin moverse, miró hacia el techo, y sus ojos se abrieron por la sorpresa. Todas las veces que había estado en la repisa, el miedo la obligó a mantener los ojos cerrados y la cara pegada al suelo. Ahora, por primera vez, vio algo que la dejó estupefacta. La repisa de roca daba una vuelta completa al perímetro de la cueva. Estaba a tres o cuatro veces más arriba que la estatura de Rompecráneos y las paredes de la cueva eran de roca lisa, casi pulida. Vio con agrado que había estado más segura de lo que imaginó.
Era como un balcón circular, corriendo cerca del techo. Una formación natural nada común. Se arrastró despacio; abajo, los ocupantes dormían sobresaltados. Tardó un día, centímetro a centímetro, en recorrer la repisa y regresar a su sitio de partida En todo su trayecto, observó que el piso de la repisa estaba surcado con gruesas grietas en la roca.
Durante el recorrido, un plan se fue formando en su mente. Al llegar la noche, al mismo tiempo que arribó al sitio de inicio del balcón circular, tuvo su plan listo. Había contado veintiún grietas, casi equidistantes entre si.
Optimista de nuevo, Luz recorrió el estrecho túnel, y se retiró a su sitio de descanso, en el subsuelo de la cueva. Comió maíz tierno y durmió muy feliz.
Luego de un largo sueño, desenterró el morral. Abrió los sellos que su Maestro Helio había colocado. Arrancó la capa de brea, que protegía de humedad el misterioso contenido. Sacó uno a uno los objetos y procedió a llevarlos de a dos en cada viaje, hasta la repisa de roca que circundaba el techo de La Cueva de El Gran Libro. Llegó la noche, y los ocupantes de la gruta comenzaron a despertar. Luz bajó hasta su refugio y se dispuso a esperar el nuevo día.

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