jueves, 26 de marzo de 2009

79, 83.- LUZ en La Gran Ceremonia de la Luna

¿Por qué las víctimas llegan por sus propios pasos al matadero? ¿Ellas deciden inmolarse o es que son torpes?

Capítulo 79: Rayas y garabatos
Luz sintió la llegada del nuevo día. Subió por el túnel hasta el mirador de roca. En el más completo silencio, esperó hasta que todos los ocupantes de la cueva dormían.
Atemorizada pero decidida, tomó dos de los objetos y aseguró el primero de ellos en la primera grieta del piso de la repisa. Repitió la operación con el segundo objeto en la segunda grieta y regresó muy despacio al punto de partida.
Luego de un rato de atenta escucha, con los ojos abiertos, tomó dos objetos más y reanudó la tarea. Al final de la tarde había insertado veintiuno de los elementos de su plan, en las veintiuna grietas y el número veintidós, lo dejó en la entrada del túnel al balcón.
Recordó las palabras de su Maestro Helio:
-Estos objetos pronto serán inventados en el mundo exterior, muy pocos conocemos el secreto de su fabricación.
Se oyeron toses y gruñidos. Los durmientes comenzaron a despertar y Luz permaneció horas escuchando las conversaciones.
-Gran Sabiduría, atrapamos otro grupo de la resistencia. Los muy estúpidos fingían saber leer y escribir. Les confiscamos estas hojas de maíz garabateadas, antes de matarlos. Míralas Gran Sabio ¿Qué hacemos con esta basura?
Rompecráneos tomo la hoja, la cual tenía escrito con buena letra cursiva las palabras: Libertad, Igualdad, Familia, Deberes, Derechos. El escrito estaba al revés para su mirada, no lo notó y dijo:
-Garabatos sin sentido. No tienen idea del bello arte de escribir. Engañan a los tontos - Estrujó la hoja y la arrojó al suelo.
Miradas de reverente admiración le halagaron. Todos, con lágrimas en los ojos y voz quebrada, comenzaron a cantar Los Nuevos Cantos. Era peligroso no participar con efusividad de las alabanzas al jefe. Una cruel y retorcida sonrisa desfiguró aún más la cara del tirano. La terrible cicatriz, desde su frente hasta la espalda, enrojeció de placer.

Capítulo 80: Al calor del sol tropical
Luz oyó esas palabras y pensó.
-La negación de las evidencias de fracaso es el primer paso para el total fracaso. Lo dijo mi Maestro Garras Prometeo. Rompecráneos está viviendo un mundo falso, no quiere oír realidades y sus adulantes secuaces no se atreven a perturbarlo con hechos. Dicen lo que él quiere oír. Todos están inmersos en un remolino de autodestrucción. Pero todavía son peligrosos, cuentan con el poder de la fuerza bruta. La manera de vencer a la fuerza bruta es con la razón. Es lento y a veces frustrante, pero seguro. Cuando la mayoría recupere la razón, la fuerza bruta perderá su poder.
Inmersa en estos pensamientos, la joven avanzaba por el túnel madre. Estaba llegando a La Piedra Salvadora.
Al salir a la superficie y sentir la luz del sol en su cuerpo, se sintió renacer. Atenta de cualquier peligro, permitió que su cuerpo se calentara con el sol tropical.
Al atardecer llegaron sus amigos y se llevaron una sorpresa con el encuentro. Ambos jóvenes se abrazaron. El Maestro Reidor los miraba muy complacido y riendo expresó sus pensamientos.
-Me recuerdan mis encuentros con Miel, mi novia y luego mi esposa.
Los dos amigos fingieron no haber oído el comentario y trataron de disimular su turbación. Luz no contó lo relacionado con su nuevo plan y los objetos que colocó en la repisa de roca. Tampoco habló respecto a la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro. Siguió las recomendaciones de sus Maestros.
-Todo lo relacionado con estos objetos debes mantenerlo en secreto. Sólo tú eres capaz de manejarlos. Para otros sería un peligro mortal.

Capítulo 81: El más secreto de los planes
Siguieron días de tensa calma para los tres jefes de la resistencia. Pasaban la mayor parte del tiempo en El Refugio del Ultimo Consejero. Sus constantes contactos secretos, cerca de La Piedra Salvadora, los mantenían informados de los acontecimientos dentro de la comunidad de clanes.
Rayo era quien hablaba, cada día lo hacía más seguido y con menos preguntas.
-Los clanes están inquietos, no les han gustado los cambios de los últimos tiempos. Los fanáticos de Rompecráneos ahora no les permiten acercarse a ver El Gran Libro; hasta hace poco había un diario peregrinar de multitudes frente a La Cueva de El Gran Libro, eso se acabó por órdenes superiores.
-Hay rumores que algunos de los guardaespaldas, y otros muy próximos a Rompecráneos, aprendieron a leer en secreto. Utilizaron prisioneros como maestros. Se dice que hasta algunos de su propia familia han estado explorando los terrenos del lejano este, para formar una comunidad de refugiados.- Rayo, cada vez más emocionado con las buenas nuevas, continuó.
-Se acerca el momento, leeremos El Gran Libro, y desenmascararemos al falso intérprete de la Ley.
Luz, con serena voz le puso una mano en el hombro y dijo.
-Rayo, Rompecráneos movió el libro, ahora no le llegará la luz de la luna. Puso una barricada de rocas y a la cueva sólo pueden entrar sus más fieles allegados. Conviene correr la voz, digan que la noche de La Gran Ceremonia de La Luna deben acercarse lo más posible a la barricada. Los primeros peregrinos deben llegar en grandes grupos, para no ser intimidados por los incondicionales al dictador.
Rayo cayó sentado y el Maestro Reidor se puso de pié.
-¿Por qué no habías dicho eso? Habríamos hecho algo- El viejo se detuvo y agregó.
-Pensaste que nos habrías preocupado sin necesidad, habríamos contagiado el desánimo entre todos los clanes. ¿Verdad? Además debes tener algo en mente demasiado peligroso para ti.
Rayo se levanto.
-No lo puedo permitir, debo estar contigo. No debes arriesgarte sola. Dime qué vamos hacer.
Luz habló en voz baja y calmada.
-Maestro Reidor, me conoce más de lo que imaginé. Ustedes sí estarán conmigo, pero sólo sabrán todo en el momento adecuado. Los clanes deben saber lo de la barricada y el desplazamiento de El Gran Libro y nada más.
El rasgar de las armas del Maestro Garras Prometeo, sobre la calavera gigante, llegó al interior del Refugio del Último Consejero.
Los tres se abalanzaron hacia la salida superior de la cueva.

Capítulo 82: Extrañas herramientas secretas
Media noche, y la reunión de los cuatro amigos había sido larga al lado de la calavera. Rayo y el Maestro Reidor se mantenían apartados pero tranquilos. Se estaban acostumbrando a la presencia del visitante de ojos amarillos. El intercambio de cartas fue motivo de alegrías y lágrimas de felicidad.
La voz susurrante del Maestro Garras Prometeo sonaba tranquilizadora.
-Esa noche no entren en los maizales, pase lo que pase. Ustedes dos, amigos Rayo y Reidor, sigan las instrucciones de Luz. Recuerden el plan alterno: sobrevivir para continuar.
En voz muy baja y en griego antiguo agregó.
-Luz, descubriste la forma de utilizar tu equipaje. Tu cara me lo dejar ver. Las probabilidades de triunfo son grandes, pero no te confíes. Rompecráneos es muy inteligente, no hay que subestimarlo. Toma previsiones, si es posible.
Una corta despedida y Garras Prometeo se sumergió en la oscuridad. Fuera de la cueva, lejanos truenos y relámpagos anunciaban el final de la calma.
Al día siguiente Luz salió al exterior y regresó con varias ramas secas.
-Rayo, Maestro Reidor, tendremos un simulacro de combate. Debemos prepararnos para una lucha y aprenderán a usar estas ramas.
Tomó un trozo un poco más largo que su brazo, lo clavó en una grieta del piso y se paró frente a la pared de piedra.
Arrancó el palo de la grieta donde lo había encajado y con las dos manos rayó con violencia de arriba abajo la pared. Fue un golpe corto y seco, luego lo levantó en alto, lejos de su cuerpo.
-Repitan esto mismo hasta que el movimiento les salga fluido. Los corregiré si hay errores. Confíen en mí. No hagan preguntas.- Entonces clavó dos estacas en grietas diferentes.
Durante días estuvieron entrenándose en el golpe a la pared. Rayo se preguntaba:
-Con este golpe apenas lograremos rasgar la panza de los enemigos. Tenemos muchos días sólo en este primer bastonazo. ¿Cómo remataremos? ¿Y porqué es tan importante la textura de la piedra donde golpeamos? Debo confiar, debo confiar.

Capítulo 83: La Gran Ceremonia de La Luna
Con mucha anterioridad a la hora, fueron llegando los peregrinos. Arribaron en grandes grupos, y se reunieron lejos de la barricada de piedra. La cueva estaba protegida por los miembros de El Nuevo Gran Consejo, los esbirros y también los libres, incondicionales de la dictadura de la fuerza. Todos ellos pronunciaban cantos llenos de violencia y hostilidad. Muerte, batalla, someter, vencer, derrotar, eran las palabras primordiales.
Poco a poco, el número de peregrinos fue superando a los violentos. Sus cantos a La Luna, al Gran Libro y palabras tales como: Ley, Libertad, Igualdad, Deberes, Derechos, Familia, Trabajo, se repetían. Los violentos comenzaron a preocuparse y cambiaron su estrategia. Entonaron Nuevos Cantos con menor contenido agresivo, e incluso corearon algunos de los viejos cantos.
La multitud ya estaba muy próxima de la barrera de roca y continuaba acercándose despacio. Muchos esbirros se retiraron dentro de la cueva.
Semilla y sus amigas estaban en la vanguardia. A pesar de la claridad de la tarde, no lograban distinguir en el interior de la caverna El Gran Libro. Tampoco a Rompecráneos.
Dentro de la caverna, el líder ocultaba su miedo y impartiendo bruscas órdenes y maltratando a sus servidores. Poco a poco, a medida que la oscuridad se fue cerniendo sobre los cerros, también fue incrementándose su confianza.
En la multitud, el afán de conocimiento había germinado. La gran mayoría sentía aclarado su entendimiento. Deseaban leer ellos mismos e interpretar de corazón y a conciencia las sagradas palabras escritas de la Ley. Sentían que una vez estuvieran ante sus ojos, esas letras quedarían grabadas en sus corazones y conocerían el correcto proceder. Tendrían La Verdad, y procederían de acuerdo a La Verdad, no de acuerdo a sus intérpretes.
Salió la luna, y todavía faltaba mucho para que su luz iluminara la entrada de la cueva. Dentro de la caverna, la negrura era total. La multitud nada podía distinguir desde afuera. El dictador y sus secuaces, desde adentro, podían ver a los reunidos frente a la cueva. La iluminación nocturna los hacía visibles a los ojos de los malvados.
Los cantos de la muchedumbre se fueron elevando de volumen, al igual que en el cielo la luna ascendía a las alturas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

74, 78.- LUZ en Jaula de Oro

¿En verdad eres libre? ¡Mira a tu espalda!
Capítulo 74: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones. Pensaba una y otra vez.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no aceptan la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo su propia y retorcida verdad es la realidad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten y no tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado adormecida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir sonido alguno. Mientras tanto, Rompecráneos revolcaba enfurecido los depósitos de comida. Su voz quebrada siguió emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, pensaba.
-Son lamentos auténticos, en verdad está herido. Esos gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.
Capítulo 75: Una buena comida
Una mañana, luego de toda una noche oyendo las virulentas conversaciones, ocurrió algo agradable. Al llegar la joven al sitio donde dormiría, encontró una gran ración de maíz tierno. Su alegría fue muy grande, y mayor fue al oír las voces de sus amigos.
Luego del desayuno, el Maestro Reidor comenzó su informe.
-Muchos cayeron en el regreso desde el norte, también fueron muchos los que llegaron. Obtuvimos información a buena distancia de La Piedra Salvadora. Todos ignoran cómo llegamos allí y no saben dónde nos ocultamos.- El anciano tomó una mano de Luz y continuó.
-Al principio, nuestros amigos tuvieron dificultades para hacerse creer. Comenzaron instruyendo en lectura a sus familiares y amigos. A medida que se fue corriendo la voz, los espías notaron que algo anormal estaba pasando. Por fortuna no fueron creídos por los superiores, consideraron imposible que esos prófugos pudieran saber leer y escribir. Era como si les estuvieran diciendo que algunos sabían volar sin alas y estaban enseñando cómo hacerlo a los demás- lanzó varias carcajadas -¡Que graciosa idea, volar sin alas!
El ataque de risa del Maestro Reidor se prolongó. Rayo tomó la palabra, cosa poco usual en él.
-Para cuando se dieron cuenta que algo estaba pasando, fue tarde, similar a una inundación: ya no se podía contener. Como dijo el maestro Reidor, hicimos nuestro primer contacto personal en los maizales con un grupo de esclavos, formado por antiguos pobladores del Bosque Oscuro. Los reconocimos y de allí en adelante los progresos fueron inmensos. Hasta algunos de los Nuevos Poderosos, en secreto, están aprendiendo- El joven hizo una pausa y miró a Reidor quien ya estaba tranquilo. El viejo hizo señas para que continuara.
-Para este momento no todo es agradable: están persiguiendo a quienes estén enseñando a leer y escribir y ahora también son esclavos. Hay otra cosa, los libres leales a Rompecráneos, los mata la curiosidad por saber aunque sea leer. Argumentan para sí mismos, que deben aprender para poder reconocer los conspiradores.- Dio otra mirada a Reidor y siguió hablando.
-Supe de mi familia, les hice llegar la falsa noticia que sigo vivo en el norte. Deben estar muy felices. Luz, disculpa mi escepticismo, pero veo que las cosas están demasiado fáciles. Sospecho algún tipo de trampa- Rayo quedó serio y calló.
Luz se levantó, lo abrazó y dijo.
-Estaremos preparados, sigamos con el plan principal; tranquilízate. – Rayo no solo quedó tranquilo, sino feliz por el abrazo de Luz.
Capítulo 76: La sagrada área de seguridad
Rompecráneos tenía varios días sin poder dormir, los informes de los espías cada vez eran peores. Se decía que la población estaba aprendiendo a leer y escribir. También se rumoreaba que muchos de sus leales servidores habían caído en la tentación de oír algunas clases, y de allí en adelante se habían decidido a estudiar.
Sintiéndose rechazado y despreciado gemía.
-¿Cómo se atreven esos ineptos para gobernarse? ¿Quiénes se han creído que son? Yo soy Rompecráneos, el gran líder de las masas, el elegido por las multitudes, el amado del pueblo. Soy el intérprete de la sabiduría de los antiguos sabios - Su cara hinchada, por el trasnocho y las malas digestiones, se congestionaba aún más.
Con los ojos enrojecidos observó a Destripador, el seguidor que más arriesgó la vida por él. Destripador tenía la vista fija en algo, Rompecráneos siguió su mirada, y con asombro, constató que su amigo veía El Gran Libro.
El Gran Libro estaba cerrado, recostado sobre el inmenso atril de madera; como lo había dejado el mismo Rompecráneos tiempo atrás. El atril y el libro son muy de antiguos y nadie recuerda como llegaron allí; desde siempre han estado en la cueva.
En el calenturiento cerebro de Rompecráneos, apareció una terrible idea.
-Destripador aprendió a leer. Destripador me quiere matar, quiere mi poder, quiere ser el intérprete de El Gran libro.
Destripador se sintió observado y miró a su adorado jefe, con horror notó la clase de mirada, se aterrorizó y cuando intentó huir no pudo; los cuatro puñales de Rompecráneos hicieron estallar su cabeza como un huevo de pájaro. Todo fue tan rápido, que los demás quedaron paralizados.
Rompecráneos gritaba.
-¡Hay un complot contra mi, me quieren matar! ¡Quieren mí mando! ¡Envidiosos conspiradores! ¡No dejaré uno vivo!- Ordenó retirar el cadáver del que fue su más fiel y antiguo seguidor y mandó a colocar una barricada de piedras en la entrada de la cueva. Entonces declaró.
-¡Las cosas serán muy diferentes!
A partir de ese día, el acceso a La Cueva de El Gran Libro quedó restringido. Sólo quienes fueran muy allegados al líder, podrían entrar y El Gran Libro fue alejado de la entrada. Lo hicieron entre varios de sus guardaespaldas, con órdenes estrictas de no abrirlo. Poco a poco empujaron el atril: el mudo libro parecía dormir.
Capítulo 77: Los prisioneros de la jaula de oro
Desde la repisa de piedra Luz oyó todo lo acontecido. A sus oídos llegaron los apenas contenidos lamentos de los familiares del antiguo guardaespaldas Destripador. Se atrevió a mirar, muy rápido, para conocer la nueva ubicación de El Gran Libro. La escrita fuente de sabiduría de su pueblo, tenía la portada cerrada, nadie podía tener acceso a sus páginas y Luz comprendió que la luz de la luna no podría, ahora, llegar por completo a sus páginas. Ni siquiera la noche de La Gran Ceremonia de la Luna, cuando sus rayos inundaran casi toda la cueva, tocarían la superficie de papel.
Escuchó cuando la mayoría de los habituales ocupantes de la cueva fueron desalojados. Las más pequeñas cavernas adyacentes quedaron hacinadas. Esbirros de rango menor, libres adeptos a Rompecráneos y hasta familiares cercanos del dictador, quedaron confinados en esas pequeñas cavidades con salida al exterior y nada más.
Rompecráneos se hizo rodear por quienes consideró más brutales y menos inteligentes de sus adeptos. Todos captaron la idea, y entonces fingían ser mas cortos de mente que su jefe, de esta manera aseguraban la comida gratis y la vida.
Ninguno, de allí en adelante, se arriesgó a emitir conceptos que pudieran parecer más brillantes que los del cabecilla. Sus conversaciones, con los cargadores de alimentos del exterior, se convirtieron en torpes monosílabos. Sólo Rompecráneos emitió discursos de allí en adelante.
La preocupación de la joven aumentó. Si la luz de la luna no podía llegar hasta el libro y si además, los espectadores no podían pasar la barricada, entonces todo estaba perdido.
La próxima noche de la Gran Ceremonia de la Luna, todos los que sepan leer, no podrían verificar si lo leído por Rompecráneos se correspondía con la verdad. La multitud, una vez más, tendrá que contentarse con la interpretación del jefe.
La situación es tenebrosa, al parecer el plan falló. Luz, muy pegada al piso de la repisa, miraba hacia los lados como si la solución la pudiera encontrar con la vista. Durante muchas noches estuvo allí pensando. Hasta que una vez cayó dormida en su escondite de observación.
Capítulo 78: El oscuro anfiteatro
Cuando la joven sintió algo de luz del día en la cara, se asustó. Sin moverse, miró hacia el techo, y sus ojos se abrieron por la sorpresa. Todas las veces que había estado en la repisa, el miedo la obligó a mantener los ojos cerrados y la cara pegada al suelo. Ahora, por primera vez, vio algo que la dejó estupefacta. La repisa de roca daba una vuelta completa al perímetro de la cueva. Estaba a tres o cuatro veces más arriba que la estatura de Rompecráneos y las paredes de la cueva eran de roca lisa, casi pulida. Vio con agrado que había estado más segura de lo que imaginó.
Era como un balcón circular, corriendo cerca del techo. Una formación natural nada común. Se arrastró despacio; abajo, los ocupantes dormían sobresaltados. Tardó un día, centímetro a centímetro, en recorrer la repisa y regresar a su sitio de partida En todo su trayecto, observó que el piso de la repisa estaba surcado con gruesas grietas en la roca.
Durante el recorrido, un plan se fue formando en su mente. Al llegar la noche, al mismo tiempo que arribó al sitio de inicio del balcón circular, tuvo su plan listo. Había contado veintiún grietas, casi equidistantes entre si.
Optimista de nuevo, Luz recorrió el estrecho túnel, y se retiró a su sitio de descanso, en el subsuelo de la cueva. Comió maíz tierno y durmió muy feliz.
Luego de un largo sueño, desenterró el morral. Abrió los sellos que su Maestro Helio había colocado. Arrancó la capa de brea, que protegía de humedad el misterioso contenido. Sacó uno a uno los objetos y procedió a llevarlos de a dos en cada viaje, hasta la repisa de roca que circundaba el techo de La Cueva de El Gran Libro. Llegó la noche, y los ocupantes de la gruta comenzaron a despertar. Luz bajó hasta su refugio y se dispuso a esperar el nuevo día.

lunes, 9 de marzo de 2009

70, 73.- LUZ en Alma atormentada


Si ella partió o está regresando nadie lo sabe, ni siquiera ella misma. ¿No es la vida un círculo?

Capítulo 70: El valiente guardaespaldas
Desde el Bosque Oscuro, para llegar a la orilla del río, se requería viajar durante dos días. Por esta razón los tres amigos sólo enviaban mensajes esporádicos y bajo un estricto programa. Rayo llevaba la carta del Maestro Reidor. El viaje entrañaba grandes peligros.
Llevaban apenas algunas horas de viaje, cuando Luz detuvo su carrera, lo mismo hizo Rayo. Se escondieron bajo una gran raíz.
-¿Qué pasa? No he visto nada. - Preguntó el joven en voz baja, mientras oteaba el cielo y los alrededores con rápidas miradas.
-Algo nos espera tras esa gran piedra. Es extraño, no percibo peligro- Contestó Luz, con la mirada fija en una inmensa roca sobresaliente en la selva. A pleno sol, una sombra se movió, saltó sobre la alta roca, se destacó en dorado sobre el azul cielo por menos tiempo del necesario para parpadear, y desapareció.
Rayo comenzó a temblar de miedo y se dispuso a huir de regreso. Luz habló:
-No tengas miedo, es mi Maestro Garras Prometeo. Lo reconocí desde antes de su salto. Vamos hacia la roca. Agarró con mano firme a su amigo Rayo, e inició un cauteloso avance. Rayo se dejó llevar, fingiendo serenidad.
Bajo la roca, el Maestro Garras había excavado un amplio refugio; estaba disimulado y contaba con dos salidas de emergencia. Rayo quedó acurrucado en una de ellas, en tanto Luz hablaba en voz baja con su Maestro.
-Preferí esperarte aquí. Cada día es demasiado valioso para ustedes- Fueron las escuetas palabras del Maestro. Luz, apretada a uno de sus brazos, hablaba y reía en voz baja. Quería saber todo sobre sus padres y abuelos.
-Las viejas lesiones de tu padre están mejorando. Está ansioso por venir en tu ayuda, eso es imposible.
Garras continuó hablando un poco más e intercambiaron las cartas escritas en hojas de plantas. La despedida fue larga y triste. Antes de partir, Garras miró a Rayo y le habló.
-Eres muy valiente.
Y de un salto desapareció.
Los dos jóvenes Iniciaron el regreso. Rayo, aún temblándole las piernas, se preguntó en voz baja.
-¿Valiente yo?

Capítulo 71: El peligroso y furtivo retorno
De la vieja comunidad del este quedaron pocos en el bosque, sólo los más viejos, los muy jóvenes y las madres en tiempo de crianza. El acuerdo con miembros de los otros grupos estaba funcionando.
A cambio de aprender a leer y escribir, se comprometieron a proteger de bandoleros a los rezagados. Su anhelo también era regresar a los verdes maizales, a la amada tierra madre, a la patria iluminada todo el año por el sol.
Cuando el último grupo de expedicionarios partió, los tres amigos decidieron esperar unos días. Y antes de salir hacia el sur, hacia los maizales, se cercioraron de dejar todo en orden.
Luz se despidió.
-Amigos, sigan estudiando; cuando la Ley, la Libertad y la Igualdad estén establecidas en los maizales y en los bosques de los cerros, entonces los refugiados regresaran a la patria.
-Ustedes serán la siguiente ola de la resistencia si nosotros fallamos. Ya conocen el plan: desenmascarar a Rompecráneos la noche de La Gran Ceremonia de La Luna. Tenemos grandes probabilidades de lograrlo.
Partieron con la salida del sol, la luz iluminó la ruta; los tres amigos tomaron rumbo hacia el sur, más adelante dieron un rodeo, eludiendo las miradas curiosas. Destaparon el hueco de entrada al túnel y penetraron bajo tierra. Cerraron la entrada, con ramas y rocas e iniciaron el camino hacia el túnel madre.
Varios días después estaban en el sitio donde el Maestro Reidor se enfrentó al jefe de los bebedores de sangre.
-Tenemos suerte, afuera es de día y los monstruos duermen. Recuerden: sigan caminado sin detenerse. Manténganse calmados, no sientan miedo, ellos lo podrían percibir. No los miren. Si pasan volando cerca de nuestras cabezas, no hagan movimientos bruscos. No los asusten. Ellos también sienten miedo de nosotros.
El viejecito tomó la delantera sin titubear.
Muchos de los monstruos bajaron a investigar. Con la anterior experiencia, Luz y Rayo no perdieron la calma y siguieron el paso del Maestro Reidor. Cuando llegaron al final del área dominada por los chupa sangre, el viejecito estaba extenuado. Cayó al suelo y dijo:
-Déjenme dormir.
Sus dos amigos velaron su sueño, estableciendo turnos de guardia. Ellos también estaban agotados.

Capítulo 72: En el amenazador terreno conocido
La dieta de raíces y desechos vegetales los sostuvo durante el trayecto. Estaban comenzando la zona de terreno resbaladizo, en lo profundo, se oía el rugir del torrente. Nada se veía hacia abajo, estaba demasiado oscuro. El ruido del agua se había incrementado, las lluvias en las cabeceras de los ríos han sido intensas.
Luego de otra agotadora jornada para avanzar un corto trecho, llegaron a mejor terreno. Atraparon algunos alimentos traídos por la corriente, y se dispusieron a descansar. Rayo preguntó.
-¿Cómo les habrá ido a nuestros amigos en el viaje al sur? ¿Lograrían escapar a los monstruos voladores?
El Maestro Reidor contestó:
-El entrenamiento debe haber funcionado. Aunque es duro aceptarlo, algunos deben haber caído. Rayo quedó a cargo de la primera guardia.
Luz despertó a sus compañeros. De allí en adelante, siguieron al paso lento y seguro del Maestro Reidor. Con ese mismo paso, él había recorrido muchas veces el túnel madre y aún está vivo. Los tres reconocieron la curva de la galería donde se encontraban. Al final de ella y luego de una alta cascada, está el subsuelo de La cueva de El Gran Libro.

Capítulo 73: El ataque por dos frentes
- Amigos, llegó el momento de separarnos por unos días, debo ir a La Cueva de El Gran Libro; seré prudente- Con la voz quebrada de emoción, Luz impartió sus instrucciones finales.
Rayo, tartamudeando, soltó un torrente de palabras:
-Luz, estaremos bajo La Piedra Salvadora, será nuestro punto de encuentro, allí te dejaremos nuestros mensajes. Reabasteceremos todos los escondites de comida, desde El Refugio del Último Consejero, hasta aquí; ten paciencia, pronto comerás maíz.
En un impulso, el joven la abrazó con fuerza.
Riendo, el anciano Reidor dijo:
-Tengo ganas de llorar, esta despedida me emociona.
Se acercó a Luz y tomó una de sus manos entre las suyas; dijo en tono solemne.
-Buena suerte Luz La Iluminadora. Recuerda la profecía.
El viejecito dio la vuelta e inició la marcha.
Una vez estuvo sola, Luz inspeccionó el sitio donde dejó enterrado su morral. No había sido tocado por la crecida del río, había estado en un lugar alto y seco. Comió algo de los alimentos recolectados y se dirigió a la entrada del estrecho túnel que da a La Cueva de El gran libro.
En la superficie la oscuridad se mantenía, era de noche. Luz llegó a la repisa de roca y permaneció inmóvil, con la cara pegada al suelo y los ojos cerrados. No se asomó.
Rompecráneos y sus secuaces preferían estar despiertos durante gran parte de la noche. Las conversaciones que llegaban hasta Luz, parecían fuertes discusiones; nadie osaba hablarle alto al gran jefe.
-Su Gran Sabiduría - se oyó una zalamera voz - Siguen llegando más prófugos. La misma historia, dicen huir de una gran invasión de monstruos voladores en los Bosques Oscuros del norte. Como ordenaste, ahora serán esclavos. Los hemos separado y repartido entre todos los clanes. Nuestros seguidores están contentos, ahora habrá otros para correr los riesgos de los maizales. Se están acostumbrando a la idea de tener esclavos, les parece normal.
En la oscuridad de su escondite, Luz sonrió y pensó:
-Nos están ayudando sin saberlo. Esos traslados aseguran poder llegar a la mayor cantidad de clanes en corto tiempo.
Sonó la gruesa voz de Rompecráneos:
-¿Por qué tantos han sobrevivido al trayecto de regreso? Manténganlos vigilados de cerca. Aumenten los beneficios a los espías- Varias voces, al mismo tiempo contestaron:
-Si Gran Benefactor, tus órdenes serán cumplidas.

Capítulo 73: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no conocen la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo existe su propia y retorcida verdad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten. No tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado dormida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir ningún sonido. Mientras tanto, Rompecráneos revuelca los depósitos de mazorcas de maíz. Su voz quebrada sigue emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, aumenta sus conclusiones:
-Son lamentos auténticos, se siente herido. Los gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.