lunes, 9 de marzo de 2009

70, 73.- LUZ en Alma atormentada


Si ella partió o está regresando nadie lo sabe, ni siquiera ella misma. ¿No es la vida un círculo?

Capítulo 70: El valiente guardaespaldas
Desde el Bosque Oscuro, para llegar a la orilla del río, se requería viajar durante dos días. Por esta razón los tres amigos sólo enviaban mensajes esporádicos y bajo un estricto programa. Rayo llevaba la carta del Maestro Reidor. El viaje entrañaba grandes peligros.
Llevaban apenas algunas horas de viaje, cuando Luz detuvo su carrera, lo mismo hizo Rayo. Se escondieron bajo una gran raíz.
-¿Qué pasa? No he visto nada. - Preguntó el joven en voz baja, mientras oteaba el cielo y los alrededores con rápidas miradas.
-Algo nos espera tras esa gran piedra. Es extraño, no percibo peligro- Contestó Luz, con la mirada fija en una inmensa roca sobresaliente en la selva. A pleno sol, una sombra se movió, saltó sobre la alta roca, se destacó en dorado sobre el azul cielo por menos tiempo del necesario para parpadear, y desapareció.
Rayo comenzó a temblar de miedo y se dispuso a huir de regreso. Luz habló:
-No tengas miedo, es mi Maestro Garras Prometeo. Lo reconocí desde antes de su salto. Vamos hacia la roca. Agarró con mano firme a su amigo Rayo, e inició un cauteloso avance. Rayo se dejó llevar, fingiendo serenidad.
Bajo la roca, el Maestro Garras había excavado un amplio refugio; estaba disimulado y contaba con dos salidas de emergencia. Rayo quedó acurrucado en una de ellas, en tanto Luz hablaba en voz baja con su Maestro.
-Preferí esperarte aquí. Cada día es demasiado valioso para ustedes- Fueron las escuetas palabras del Maestro. Luz, apretada a uno de sus brazos, hablaba y reía en voz baja. Quería saber todo sobre sus padres y abuelos.
-Las viejas lesiones de tu padre están mejorando. Está ansioso por venir en tu ayuda, eso es imposible.
Garras continuó hablando un poco más e intercambiaron las cartas escritas en hojas de plantas. La despedida fue larga y triste. Antes de partir, Garras miró a Rayo y le habló.
-Eres muy valiente.
Y de un salto desapareció.
Los dos jóvenes Iniciaron el regreso. Rayo, aún temblándole las piernas, se preguntó en voz baja.
-¿Valiente yo?

Capítulo 71: El peligroso y furtivo retorno
De la vieja comunidad del este quedaron pocos en el bosque, sólo los más viejos, los muy jóvenes y las madres en tiempo de crianza. El acuerdo con miembros de los otros grupos estaba funcionando.
A cambio de aprender a leer y escribir, se comprometieron a proteger de bandoleros a los rezagados. Su anhelo también era regresar a los verdes maizales, a la amada tierra madre, a la patria iluminada todo el año por el sol.
Cuando el último grupo de expedicionarios partió, los tres amigos decidieron esperar unos días. Y antes de salir hacia el sur, hacia los maizales, se cercioraron de dejar todo en orden.
Luz se despidió.
-Amigos, sigan estudiando; cuando la Ley, la Libertad y la Igualdad estén establecidas en los maizales y en los bosques de los cerros, entonces los refugiados regresaran a la patria.
-Ustedes serán la siguiente ola de la resistencia si nosotros fallamos. Ya conocen el plan: desenmascarar a Rompecráneos la noche de La Gran Ceremonia de La Luna. Tenemos grandes probabilidades de lograrlo.
Partieron con la salida del sol, la luz iluminó la ruta; los tres amigos tomaron rumbo hacia el sur, más adelante dieron un rodeo, eludiendo las miradas curiosas. Destaparon el hueco de entrada al túnel y penetraron bajo tierra. Cerraron la entrada, con ramas y rocas e iniciaron el camino hacia el túnel madre.
Varios días después estaban en el sitio donde el Maestro Reidor se enfrentó al jefe de los bebedores de sangre.
-Tenemos suerte, afuera es de día y los monstruos duermen. Recuerden: sigan caminado sin detenerse. Manténganse calmados, no sientan miedo, ellos lo podrían percibir. No los miren. Si pasan volando cerca de nuestras cabezas, no hagan movimientos bruscos. No los asusten. Ellos también sienten miedo de nosotros.
El viejecito tomó la delantera sin titubear.
Muchos de los monstruos bajaron a investigar. Con la anterior experiencia, Luz y Rayo no perdieron la calma y siguieron el paso del Maestro Reidor. Cuando llegaron al final del área dominada por los chupa sangre, el viejecito estaba extenuado. Cayó al suelo y dijo:
-Déjenme dormir.
Sus dos amigos velaron su sueño, estableciendo turnos de guardia. Ellos también estaban agotados.

Capítulo 72: En el amenazador terreno conocido
La dieta de raíces y desechos vegetales los sostuvo durante el trayecto. Estaban comenzando la zona de terreno resbaladizo, en lo profundo, se oía el rugir del torrente. Nada se veía hacia abajo, estaba demasiado oscuro. El ruido del agua se había incrementado, las lluvias en las cabeceras de los ríos han sido intensas.
Luego de otra agotadora jornada para avanzar un corto trecho, llegaron a mejor terreno. Atraparon algunos alimentos traídos por la corriente, y se dispusieron a descansar. Rayo preguntó.
-¿Cómo les habrá ido a nuestros amigos en el viaje al sur? ¿Lograrían escapar a los monstruos voladores?
El Maestro Reidor contestó:
-El entrenamiento debe haber funcionado. Aunque es duro aceptarlo, algunos deben haber caído. Rayo quedó a cargo de la primera guardia.
Luz despertó a sus compañeros. De allí en adelante, siguieron al paso lento y seguro del Maestro Reidor. Con ese mismo paso, él había recorrido muchas veces el túnel madre y aún está vivo. Los tres reconocieron la curva de la galería donde se encontraban. Al final de ella y luego de una alta cascada, está el subsuelo de La cueva de El Gran Libro.

Capítulo 73: El ataque por dos frentes
- Amigos, llegó el momento de separarnos por unos días, debo ir a La Cueva de El Gran Libro; seré prudente- Con la voz quebrada de emoción, Luz impartió sus instrucciones finales.
Rayo, tartamudeando, soltó un torrente de palabras:
-Luz, estaremos bajo La Piedra Salvadora, será nuestro punto de encuentro, allí te dejaremos nuestros mensajes. Reabasteceremos todos los escondites de comida, desde El Refugio del Último Consejero, hasta aquí; ten paciencia, pronto comerás maíz.
En un impulso, el joven la abrazó con fuerza.
Riendo, el anciano Reidor dijo:
-Tengo ganas de llorar, esta despedida me emociona.
Se acercó a Luz y tomó una de sus manos entre las suyas; dijo en tono solemne.
-Buena suerte Luz La Iluminadora. Recuerda la profecía.
El viejecito dio la vuelta e inició la marcha.
Una vez estuvo sola, Luz inspeccionó el sitio donde dejó enterrado su morral. No había sido tocado por la crecida del río, había estado en un lugar alto y seco. Comió algo de los alimentos recolectados y se dirigió a la entrada del estrecho túnel que da a La Cueva de El gran libro.
En la superficie la oscuridad se mantenía, era de noche. Luz llegó a la repisa de roca y permaneció inmóvil, con la cara pegada al suelo y los ojos cerrados. No se asomó.
Rompecráneos y sus secuaces preferían estar despiertos durante gran parte de la noche. Las conversaciones que llegaban hasta Luz, parecían fuertes discusiones; nadie osaba hablarle alto al gran jefe.
-Su Gran Sabiduría - se oyó una zalamera voz - Siguen llegando más prófugos. La misma historia, dicen huir de una gran invasión de monstruos voladores en los Bosques Oscuros del norte. Como ordenaste, ahora serán esclavos. Los hemos separado y repartido entre todos los clanes. Nuestros seguidores están contentos, ahora habrá otros para correr los riesgos de los maizales. Se están acostumbrando a la idea de tener esclavos, les parece normal.
En la oscuridad de su escondite, Luz sonrió y pensó:
-Nos están ayudando sin saberlo. Esos traslados aseguran poder llegar a la mayor cantidad de clanes en corto tiempo.
Sonó la gruesa voz de Rompecráneos:
-¿Por qué tantos han sobrevivido al trayecto de regreso? Manténganlos vigilados de cerca. Aumenten los beneficios a los espías- Varias voces, al mismo tiempo contestaron:
-Si Gran Benefactor, tus órdenes serán cumplidas.

Capítulo 73: Pobre alma atormentada
Noche tras noche y algunas veces en el día, Luz permaneció oyendo las conversaciones de los ocupantes de la cueva. Entendió aunque no compartió sus motivaciones.
-Están convencidos que todo les pertenece, creen tener derechos infinitos y no conocen la palabra: deberes. No sienten responsabilidad por nada. Son discutidores radicales e intransigentes. Lo que no conocen, no existe; para ellos sólo existe su propia y retorcida verdad. Niegan los argumentos opuestos, aseguran que les mienten. No tienen conflictos morales.
Era de día y Luz se había quedado dormida en la repisa de roca. Un ruido la despertó sobresaltada. No se movió, no abrió los ojos, el miedo la obligó a mantenerlos cerrados y permaneció escuchando.
-¿Quieres decir, que se ha corrido la voz que yo no se leer? ¿Quiénes se atreven a dudar de mi sabiduría? ¿Alguien aquí presente duda de mi capacidad para leer El Gran Libro?- Los gritos, una vez lastimeros y otras veces furiosos de Rompecráneos, hacían retumbar la caverna.
Silencio total, nadie se atrevió a emitir ningún sonido. Mientras tanto, Rompecráneos revuelca los depósitos de mazorcas de maíz. Su voz quebrada sigue emitiendo llantos y rugidos.
Luz, aplastada en el suelo de roca, aumenta sus conclusiones:
-Son lamentos auténticos, se siente herido. Los gritos de rabia son para enmascarar su amargura. Sufre, esta pobre bestia siente dolor. En lo profundo de sí mismo desea ser creído, estimado, amado. A pesar de su éxito material, la vida le devuelve con dolor la equivocación de su actitud. Busca algo y gracias a la ruta escogida, obtiene lo opuesto. No veo cómo podrá salvarse de una tormenta de dolor y sufrimientos infernales hasta el final de sus días. Siento lástima, pobre alma atormentada.

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