jueves, 20 de septiembre de 2007

7 y 8.- LUZ


Nota: La vida es una ilusion, las apariencias engañan, las ilustraciones no ilustran.

Capítulo 7: El hombre misterioso
Una voz masculina gritó desde la parte baja de la casa:
-¿Garras, dónde estás?
Los abuelos se miraron angustiados, esa voz proviene de un terrible enemigo; no se atrevieron a huir, la amarilla mirada los mantuvo clavados en el suelo.
Llegó un hombre, con barba y cabellos blancos; exclamó desde la puerta de la habitación:
-¡Garras, no sales de la biblioteca!- miró a los tres intrusos y ordenó:
No los dejes ir; ya regreso.
Un momento después, el hombre apareció con algo de comida y cambió su forma de hablar a una lengua suave y sibilante.
-Mi nombre es Helio y él es Garras Prometeo; no nos tengan miedo, queremos ayudarles. Coman. Es leche, maíz tierno, fruta y queso del mejor. Coman, están débiles.
Los abuelos estaban desconcertados, pensaban sorprendidos:
-¡Habla nuestra lengua!- tomaron a Luz y se arrinconaron, temblando de miedo.
El hombre, insistió:
-¿Cuáles son sus nombres? ¿Quién es esa pequeña? ¿Qué les ha pasado?
Sin moverse, el abuelo contestó con casi inaudible voz:
-Ella es Luz, nuestra nieta. Mi esposa es Serena y yo soy Cantador. Somos del clan Los Grises. Ya nos vamos, déjennos pasar.
La abuela intervino:
-Escapamos del otro lado del río, hay una guerra; nuestra hija y su esposo quedaron atrás; enfrentaron los enemigos para salvar a Luz. Ellos nos siguen.
Luz oyó la conversación y aún no logra comprender la magnitud de la tragedia. El hombre continuó:
-Por favor abuelos, coman, lo necesitan y su nieta también; somos amigos.
Los ancianos no se movieron, Luz se escondió tras la abuela; transcurrió un momento de silencio y el abuelo dijo:
-Tenemos miedo del veneno, no queremos comer.
El hombre tomó un pedazo de queso, lo mordió, lo saboreó y tragó.
Entonces, el abuelo comió parte del queso; esperó unos momentos y luego probó la leche y el maíz. La abuela se acercó, comió en la misma secuencia; mientras tanto, Luz esperaba. Un rato después, los abuelos la acompañaron hasta los alimentos; los tres comieron en silencio dando furtivas miradas a sus observadores. Por encima de la cabeza del hombre, el guerrero los observaba, impasible; él era un espectáculo aterrador para los comensales.
En silencio, el viejo anfitrión salió de la habitación y regresó con una gruesa alfombra.
-Duerman aquí, hablaremos esta noche.
Garras Prometeo y Helio salieron; cerraron la puerta de la biblioteca.

Capítulo 8: El Gran Libro
Es media noche, los tres refugiados están sentados en el suelo de la biblioteca frente a sus benefactores. Una vela los ilumina; los abuelos habían contado su historia, Helio dijo:
-Han tenido una experiencia terrible, estoy conmovido y preocupado por el destino de los padres de Luz y de su pueblo.
Más animoso agregó:
-Su habitación está lista, hay muchas; ésta construcción fue un cuartel.
Miró a Luz y dijo:
-Te ves muy fresca y sana gracias a tu juventud. Cuida los abuelos, en ellos está la experiencia, debes preservarla para tu supervivencia y la de tu futura familia.
Helio hizo una larga pausa, y continuó:
-Tuvieron mucha suerte habiendo entrado aquí, fue una feliz decisión.
Miró a las paredes y agregó:
-Esta biblioteca es única en miles de leguas a la redonda; nos rodean llanuras, selvas, montañas, ríos como océanos y fieras indescriptibles. A muchos les gustaría destruirla y saquear nuestras despensas. Una vez lo intentaron y fracasaron.- y miró a Garras quien estaba con la mirada fija en la luz de la vela.
Los abuelos Cantador y Serena siguen maravillados; éste hombre habla con ellos, conoce su idioma; los ancianos no dejan de mirar a su alrededor, a los anaqueles llenos de libros, nunca imaginaron que podría existir esa cantidad. La pareja de ancianos habían visto El Gran Libro en La Cueva de El Gran Libro. Cuando eran muy jóvenes, habían entrado sin que los Maestros Consejeros se percataran. A pesar de la oscuridad, miraron El Gran Libro durante largo rato; luego huyeron, habían cometido un grave delito.
Helio siguió hablando:
-Garras Prometeo ha superado terribles pruebas, confíen en él. Esto te lo digo a ti, pequeña Luz: considéralo tu Maestro.
Garras oyó, con la mirada fija en la luz de la vela; luego volteó y miró a Helio, quien le dijo:
-Sí, llegó tu siguiente etapa; he ahí a tu alumna.
Luz se había acercado a la vela y trató de tocar la llama.
-Luz.- dijo Helio, al mismo tiempo que la detuvo:
-El fuego será tu servidor si sabes respetarlo.

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