sábado, 11 de julio de 2009

95, 96, 97, 98.- CAPITULO FINAL de LUZ

En algún momento, desde lo alto, llega la justicia.

Capítulo 95: Así habló Pericles, de nuevo.
Una suave corriente de aire regresó al presente a la joven.
—Adivino el pensamiento nacido en sus mentes y digo: me niego a tomar el papel de salvadora. Ustedes no son víctimas indefensas, no repitan la historia. Decídanse elegir los más capaces, que por ser más capaces no son superiores.
Hizo otra larga pausa, los maizales estaban estáticos, ni el viento se desplazaba.
— ¿Cómo reconocerlos?, por sus frutos—continuó—, ¿cumplen sus ofrecimientos más pequeños? ¿Son puntuales en las citas? ¿Han demostrado ser capaces y eficientes en lo que prometieron hacer? ¿Posponen la solución de los problemas? ¿Cooperan o sólo critican?
La multitud hizo pequeños movimientos.
—Reúnanse con sus clanes. Elijan a los más capaces y honestos. Formen un Gran Concejo. Pongan estrictos límites a su poder y a la duración de su gestión. No dejen impunes sus faltas.
Todos estaban de pie. Se miraron a las caras, y se reconocieron unos a otros.
—Para la próxima luna llena debemos tener reorganizado y funcionando nuestro gobierno. Nada de largos debates. Fijemos el tiempo que ha de durar una discusión y luego votemos. Quedaremos sorprendidos. Los que actúen de mala fe serán desenmascarados.
Suspiró, bajó los brazos y concluyó.
—Recordemos las palabras del gran estadista Pericles, frente a los cadáveres de muchos de los suyos, cuando murieron defendiendo La Democracia: “Por La Democracia murieron estos ciudadanos, considerando justo, con toda nobleza, que no les fuera arrebatada; por ella, todos los que quedamos, es natural que aceptemos sufrir penalidades”.
—Hermanos y hermanas—, respiró profundo y continuó— yo Luz, pido ahora: enterremos nuestros muertos, todos ellos son nuestros. Sepultemos nuestros odios. Abrámonos al optimismo. Hay demasiadas cosas bellas en nuestra corta vida para desperdiciarla con la furia.
En silencio bajó del atril y junto con Rayo, el Maestro Reidor y el grupo de Semilla, comenzaron a limpiar el lugar. La multitud los imitó.

Capítulo 96: El reto en la colina
La travesía del gran maizal ha sido trágica para Rompecráneos y sus seguidores. Terror y sus secuaces los han diezmado. Gordos y desentrenados por la cómoda vida, han sido presas fáciles y los monstruos del aire pareciera que intuyeron la debilidad. Cada bajada en picada es una presa segura.
Rompecráneos, rodeado de guardaespaldas, ha gozado de una barrera protectora. Avanzan por el sendero que sus anteriores esclavos abrieron con sus diarias tareas de trabajo forzado. Están jadeantes, aterrorizados y envenenados por la sed de venganza. Se acerca la noche, y ya están casi al otro lado del maizal.
Destacado por el crepúsculo, sobre una colina, y sobresaliendo por encima de los maizales, hay algo. Fue Rompecráneos quien primero lo vio. La cicatriz de su cráneo y espalda le produjeron un dolor agudo ante la vista de lo que parece un fantasma.
Lo señaló y sus guardaespaldas también lo vieron. Lo recordaron. Es el solitario defensor de la escalera. Está sentado sobre una loma, despreciando el peligro de Terror y los monstruos voladores.
Titubearon y evaluaron posibilidades. Son combatientes derrotados pero expertos. Tienen la mirada fija sobre el antiguo ganador de la batalla en la casona, al otro lado del río. Por su culpa tuvieron que huir a este lado, rechazados por otros clanes dominantes y es el culpable de la pérdida de influencia de Rompecráneos sobre las grandes tribus. El miedo inicial va convirtiéndose en furia.
Sonaron voces de mando y atacaron en bloque. Rompecráneos va flanqueado por los mejores de sus fuerzas. A medida que van llegando a su objetivo, se abren en abanico. Ya casi son un círculo de atacantes. El solitario enemigo está siendo rodeado. Se dan cuenta que ahora sí tienen grandes posibilidades a su favor. Son tan numerosos que hasta se estorban hombro con hombro en la aproximación. Y detrás de cada uno, vienen más filas. La victoria es segura.
Por sorpresa, el retador amarillo desapareció. De un salto escapó a través de una fisura en el semicírculo de odio que casi le atrapaba.

Capítulo 97: La Justicia, de alguna manera, alcanzará al criminal
Enfurecidos y frustrados se amontonaron en la loma, tratando de distinguir a su alrededor dónde se ocultó el enemigo. La oscuridad derrotó el día. Se sienten mejor, las sombras es su ambiente natural. Uno de ellos silba órdenes y un grupo compacto se lanzó a la retaguardia donde creyeron ver un movimiento.
Más órdenes se oyeron en las tinieblas. Los relámpagos se suceden unos tras otro; no hay lluvia pero las descargas eléctricas en lo alto se repiten sin pausa. Apenas llega el sonido de los truenos hasta la tierra, los rayos parecen mudos. La silueta del amenazador fantasma se vislumbró en otra parte. Otro grupo se lanzó a su encuentro.
Rompecráneos, desde la parte superior de la loma, rodeado por sus guardaespaldas, mira hacia el este. Mañana estará allí. Acabará con los jefes traidores que lo abandonaron y se establecerá para reorganizarse. El líder se levantó en toda su estatura y creyó sentir el olor de la sangre de sus enemigos. Un relámpago cegador se disparó en lo alto. No se apagó, permaneció encendido un largo segundo. El trueno tal vez llegará después.
Una sombra inmensa se proyectó sobre la loma. Algunos creyeron ver garras y alas, otros nada vieron. Un espantoso chillido de terror se perdió en la oscuridad.
Desde las sombras, el místico Garras Prometeo vio la escena y apartó la mirada. El par de garras del monstruo volador estrujó el cuerpo de Rompecráneos y lo ascendió a la oscuridad de las alturas.
— Aquí en la tierra, por los siglos de los siglos, en algún momento, desde lo alto, llega la justicia— susurró en voz muy baja.

Capítulo98: Optimismo y un Oasis de Sabiduría
El Gran Consejo Temporal está formado. Representantes de los dos sexos realizan cortos debates y votan. Al finalizar, regresan a sus respectivos clanes, el trabajo les espera. El Gran Libro, en su atril, permanece abierto en la página correspondiente a la receta: “Dulce amarillo para un triste luto”. Está de nuevo visible, en el fondo de la Cueva del Gran Libro, detrás de los cúmulos de grano depositado.
El optimismo germinó en los cuerpos de los sobrevivientes de la batalla. La esperanza, de que este clima de concordia se mantenga, es general. Semilla y su grupo se despiden, van hacia el norte a llevar las buenas noticias a los refugiados en el Bosque Oscuro. Espera regresar con el mayor número de ellos.
El Maestro Reidor no cabe dentro de sí por la emoción y la expectativa. Sus amigos, del otro lado del río, le han invitado a pasar con ellos una larga temporada. Podrá ver y leer muchos libros.
Más tarde, Luz y Rayo, tomados de la mano, miran hacia el oeste, hacia el río. Desde la falda del cerro, lejos de los clanes, ven a lo lejos venir al Maestro Helio con una gran caja, tras él, vigilando la retaguardia, le sigue Garras Prometeo.
Tiempo después están reunidos en la gran biblioteca de la vieja casona: los abuelos Cantador y Serena; los padres de Luz, Silbador y Rocío; el Maestro Reidor; Rayo, al lado de Luz; el Maestro Helio; el Maestro Garras Prometeo y muy cerca de él, un poco nerviosa, Luna la hermosa guerrera.
Luna con su cantarina voz comenzó a leer:
—“Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que somos un ejemplo y no imitamos a los demás. Su nombre es Democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada uno está en situación de igualdad de derechos…”
Es el discurso fúnebre, pronunciado más de dos mil años atrás, por Perícles, el demócrata estadista Ateniense, cuando se cumplió el primer año de guerra contra la liga del Peloponeso.
Está escrito en griego antiguo, de puño y letra de Tucídides, el historiador. Este grueso y único ejemplar original de la “Historia de las Guerras del Peloponeso”, es sólo uno de los maravillosos documentos que conserva el Maestro Helio en su remota biblioteca.

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