martes, 9 de octubre de 2007

21 y 22.- LUZ

A veces debemos reafirmar nuestra opinión frente a otros. Esta joven no es Luz; espera a conocerla, será interesante tu propia reacción.



Capítulo 21: No pasaron
A pocos metros de distancia de la casa, el extenuado jinete vio regueros de sangre sobre el empedrado. La entrada del cuartel estaba cerrada. Helio recuerda haber saltado del caballo antes de detener la carrera; abrió la puerta y corrió machete en mano por el largo y ancho zaguán, hacia el gran patio. Vio entonces el cuerpo inerte de su alumno, envainó y se abalanzó hacia él.
- ¡Garras!
El moribundo debió regresar; se sintió transportado, y por su boca entró agua fresca. Oía la voz de su maestro.
-No puedes abandonar, tienes deberes que cumplir; tu misión no ha terminado; Garras, no puedes irte a disfrutar de la gloria; nadie puede morir antes de tiempo. Si tu misión no está cumplida, sobrevivirás cualquier cosa. Despierta Garras, te esperan.
Garras Prometeo abrió los ojos, reconoció la borrosa cara y dijo con voz muy ronca y baja:
-No pasaron.
Su Maestro asintió. Le dio otro poco de agua y en voz alta dijo:
-No pasaron. Nunca pasarán. Nunca destruirán el conocimiento.
La recuperación de Garras Prometeo fue lenta; tiempo después, estaba entrenando en el patio central.
Grandes cambios ocurrieron en el joven, recordó el viejo.

Capítulo 22: Los siete guerreros
Helio recordaba el posterior comportamiento de Garras Prometeo: un día inició una inesperada rutina, con paso firme traspasó el dintel de la casa; noche tras noche patrullaba los alrededores, ampliando cada vez más su radio de acción; trepaba a los altos árboles y mirando a lo lejos, se transportaba más allá del horizonte, al otro lado del imponente río, hacia el oriente, hacia el punto de donde vendría la luz del sol.
Garras Prometeo decía:
-Hay algo en ese lejano maizal, hay algo.
Una noche cuando Garras regresaba, luego de una amplia ronda de vigilancia, un inesperado encuentro ocurrió; un grupo de mercenarios, guardianes de alguna lejana comarca lo avistaron. Eran siete, similares a él en talla y armamento; cinco puñales en cada extremidad, cuerpos ágiles como centellas; las cicatrices en sus cuerpos demostraban haber combatido muchas veces; Garras Prometeo presintió el ataque.
Se abrieron en abanico mostrando sus armas; de sus gargantas salieron sonidos de guerra; Garras soltó su cuerpo y enfocó su mente. En la oscuridad de la sabana, sus amarillos ojos miraban sin miedo; hizo asomar las puntas de sus armas, se quedó inmóvil, esperando.
Los siete estaban sorprendidos; ese joven no sentía miedo, podían olerlo; vislumbraron varias muertes antes de vencerlo.
La jefa del grupo habló:
-Mi nombre es Luna, no tiene sentido matarnos entre nosotros, tenemos un enemigo común; tus cicatrices fueron producidas por ellos, podemos reconocerlas; aceptamos como tu terreno toda el área marcada en tus rondas, podrás visitarnos en nuestro territorio y si lo permites, te visitaremos alguna vez.
Los seguidores de Luna, la guerrera, guardaron las armas y esperaron.
Después de una tensa pausa, Garras hizo oír su voz:
-Yo soy Garras Prometeo. Acepto. La próxima luna llena te visitaré. Vayan en paz.
El solitario siguió su camino, pasó por en medio del grupo con paso tranquilo.
Luna murmuró:
-Desconcertante, interesante.

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