domingo, 17 de junio de 2007

10.- ALAS DE MARIPOSA


Capítulo 10: Alas de mariposa
En el mismo momento que el hombre comenzó a llorar, el duende de la oscuridad presintió que algo inesperado podía pasar; le parecía imposible que perdiera a este hombre; si ocurría así, su ascenso se detendría por siglos, tal vez miles de años y lo que sería peor, su poder disminuiría de manera dramática; quién sabe si tendría que regresar al desierto donde nació y empezar de nuevo, con más odio acumulado. De reojo, miró a la mujer; sintió que ella también presentía un desenlace inesperado, su perfil estaba iluminado por las luces de la tormenta, de su cara caían gotas de lluvia, de sus ojos salieron lágrimas.
El oscuro vio la primera gota, diferente en luminosidad a la lluvia; esa lágrima tenía un halo de poder tan grande que el visitante se sintió de nuevo en su infancia; fue en el desierto, cuando desde las profundidades de las cuevas de lobos, miraba la claridad del sol, allá afuera, con deseo y con rabia; le atraía la luz, pero también le atraía la oscuridad y él había decidido permanecer en las tinieblas.
Cuando el hombre murió, el visitante comprendió que lo perdió para siempre; decidió mirar de frente a su contrincante, quería ver cómo se regocijaba con el triunfo, ver su orgullosa mirada de superioridad.
Ante los estupefactos ojos del malvado, la mujer relajó todo su cuerpo; la más absoluta y completa paz la envolvió; abrió por completo sus blancas alas, levantó los brazos, alzó la mirada al cielo y con los ojos abiertos, sonrió; todo en total silencio.
El oscuro abrió por completo su boca, como para tragar la luz de felicidad que emanaba de la mujer. Paz, Divina Paz, ése era el poder que ella ganaba con la victoria, lo pudo ver en todo su esplendor; en su mente envilecida por millares de años de maldad, nació una pequeña duda; fue tan pequeña, comparada con la gigantesca firmeza de su decisión de permanecer en la oscuridad, como la diferencia entre una gota de agua y todos los océanos de la tierra; pero fue suficiente, se sintió en la cueva de su infancia rodeado de lobos; con su cuerpo de bestia se adelantó hacia la luz, permitió que un pequeño haz brillante lo tocara, avanzó aún más y al exponerse por completo a la luminosa claridad del sol, se sintió llevado hacia lo alto.
Desde el lugar en la azotea del inmenso edificio, donde antes ocupaba su terrible forma; salió flotando una pequeñísima y tenue mariposa, casi transparente y de apariencia tan frágil como una lágrima de alegría.
La lluvia cesó, la hermosa y pequeña joya alada enfiló hacia la montaña de El Ávila, seguida de otras figuras que despegaron de todos los edificios cercanos. La mujer de blancas alas, fue testigo de la transformación del ente oscuro en mariposa; de la transmutación de desarrollado malvado, a semilla de bien; era la primera vez en su larga existencia que vio algo así; siguió con la mirada a la pequeña mariposa hasta que llegó a la montaña y rodeada de otras muchas de múltiples colores, se posó dentro de la copa de un árbol, como un granito de Divina Paz. Un recién nacido pequeño duende alado, forma ahora parte de la mágica población de la montaña.
La mujer bajó la mirada hacia la solitaria figura de la niña; estaba erguida al lado del cadáver del hombre, parecía no sentir los azotes de la lluvia ni el peligro que todavía la amenazaba.

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