sábado, 9 de junio de 2007

6.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 6: Piedad
La niña tenía sueño y frío, no se atrevía a dormir, era muy peligroso; adormecerse por la noche no era su opción, debía mantenerse en guardia; estaba sola bajo el puente de la autopista y hacía horas que sentía más miedo que de costumbre. El viento, la lluvia, los rayos y los ruidos de la noche eran diferentes; ahora los pasos sobre la hierba un poco más arriba de su refugio la aterrorizaron.
Se asomó con cuidado y vio a un hombre sentado en el suelo, lucía muy mal, tal vez enfermo o herido y no tenía aspecto de callejero o borracho; no aparentaba ofrecer peligro para ella, pero no bajó la guardia. A sus escasos ocho años, tenía suficiente experiencia para no confiarse; las luces de los vehículos que pasaban iluminaron la cara del hombre y ella sintió piedad; se arriesgó a salir.
Apenas la pequeña se movió, el hombre volteó la cabeza; había sentido su presencia, la miró con rostro impasible. Ella avanzó despacio, sin hacer caso a la lluvia; se detuvo a pocos pasos del sitio donde el solitario ser se disponía a dejar de vivir.
-Estás enfermo- le dijo –Debes irte a tu casa- y como él no contestó, continuó.
-No tienes casa, por eso estás aquí. Yo tampoco tengo, pero es peligroso que sigas solo. Te ves mal, acuéstate.
El hombre aflojó el cuerpo, dejó que su espalda reposara en la fría y mojada hierba; mantuvo los ojos abiertos y los fijó en la cara de la niña.
Desde su nueva posición, el enfermo vio sobre él sus dos grandes ojos. La pequeña cara se iluminaba con las luces de los vehículos al pasar por la autopista y con el destello de los relámpagos; no había luz artificial en la oscura explanada, además, los postes de iluminación más cercanos habían fallado momentos atrás.
La delgada figura se quitó de sus pequeños hombros un abrigo, sucio y roto, lo puso sobre el cuerpo del caído y afirmó:
–Tienes frío.
Corrió bajo el puente, en un instante regresó con trapos y periódicos, lo cubrió como pudo, sólo la cabeza del hombre asomaba bajo el manto de pobreza; con voz solícita la niña le dijo:
-No tengas miedo, puedes dormir tranquilo, yo vigilaré.
Le mostró una piedra en su pequeña mano, y la actitud de defenderlo de lo que fuera necesario.

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