domingo, 16 de septiembre de 2007

3 y 4.- LUZ


Capítulo 3: Nuevo peligro
La luna quedó casi eclipsada por las nubes; la carrera por la selva fue brutal, a lo lejos se oye el ruido de la batalla; los dos ancianos, llevando a Luz, avanzan entre las sombras; el área de combate aumentó a sus espaldas, los viejos se sienten empujados en la dirección menos aconsejada por sus años de experiencia. El río, frente a los prófugos, está plagado de peligros: caimanes taimados, hirvientes bancos de pirañas y la pesada corriente del viajero océano, inmenso caudal, tibio y turbio. Un barco amarrado a la orilla, es otro peligro mortal; los ocupantes los matarán sí los sorprenden; no hay alternativa, en la nave podrán esconderse, en la selva cercana serán encontrados por sus perseguidores.
Aprovechando el paso de una negra nube, los tres refugiados se ocultaron entre la carga; no se atreven a producir sonido alguno; alertas, vigilan mientras la noche termina; el barco zarpó al amanecer en dirección a la orilla opuesta; la fría noche se fue transformando en una mañana calurosa y húmeda; las horas transcurren lentas y pesadas.
Llegaron a la otra orilla, los tres polizones no se han movido de su escondite; esperan la caída de la siguiente noche; les llegan aromas desconocidos y los abuelos se asustan aún más cuando el viento les lanzó un olor, ahora familiar para Luz, es el mismo olor desde donde salían los silbidos malignos en la oscuridad.
Llegó la noche, más tripulantes arribaron al bote; ante el peligro de ser vistos y asesinados, los viejos decidieron desembarcar entre las sombras.

Capítulo 4: El viejo cuartel
Otro día en extremo caluroso terminó. Las bocas de los tres fugitivos arden por la sed, tienen las lenguas inflamadas, los estómagos vacíos duelen, sus músculos tiemblan de cansancio; las luces de las casas los atemorizan, están en territorio enemigo; decidieron rodear el centro poblado y adentrarse en la selva, alejándose del río.
Tiempo después, una débil luz les mostró una solitaria casa; es una vieja construcción de dos pisos, gruesas paredes y un gran patio central. Tiene aspecto de haber sido un puesto armado de avanzada; la estructura les pareció gigantesca.
De súbito, el aire trajo un sonido lejano: intercambio de silbidos; los abuelos no se movieron hasta la llegada del temible olor. El miedo los impulsó y en veloz carrera, los dos ancianos con su nieta, subieron como pudieron hasta la primera ventana y penetraron en la oscura habitación. Una voz masculina se oyó muy dentro de la fortaleza, emitía una alegre canción; los fugitivos huyeron, en sentido opuesto, por una enorme escalera hacia el segundo piso.

4 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Una huída muy angustiosa y precaria. Así parece ser la vida de muchos seres humanos en la actualidad. Muy sugerente tu historia, querido amigo.

Joseín Moros dijo...

Gracias por tu visita Isabel. Siempre eres bienvenida.

JCZ dijo...

Okey, okey. Decir que mi atención es presa de esta historia, resulta poco. Voy por más...

Joseín Moros dijo...

Gracias Lemur!