jueves, 28 de febrero de 2008

42.- LUZ en el ojo del dragón.

Oye con atención, tu vida tal vez está pasando por algo parecido, aunque te parezca monótona. Si esquivas la mirada, hay una razón, y no quieres conocerla.

Capítulo 42: En el ojo del dragón
Sintieron la llegada de la media noche, estaban bajo La Cueva de El Gran Libro. Sus ojos, acostumbrados a la oscuridad podían distinguir muchas cosas.
Con voz casi inaudible, Reidor les mostró:
-Caí desde allá en el techo, por ese hueco, aquí estuve inconsciente muchos días; vean lo cerca de la corriente del río. Si hubiese llovido allá arriba, mientras estaba desmayado, el agua me habría arrastrado.
Sobre el suelo, había restos de mazorcas.
-Cuando caí, esto estaba cubierto por una capa de hojas, tampoco el agua había lavado mi colchón salvador; la estación lluviosa estaba por comenzar. ¡Cuántas coincidencias!
-Ahora viene lo mejor- Rió varias veces el anciano. -Lo descubrí hace la mitad del tiempo desde mi caída.
Reidor tomó las caras de los jóvenes, una con cada mano, puso la suya entre ambas y dijo más bajo aún:
-De ahora en adelante, ni una palabra, ningún ruido, respiren despacio, nuestra vida depende de eso; no vayan a fijar la mirada mucho tiempo sobre ellos; nos pueden presentir. Ni siquiera de reojo los observen.
Con movimientos silenciosos y lentos, comenzó a trepar por la pared oeste. Llegó a lo alto, entró por un estrecho túnel e inició un largo ascenso. Se detuvo varias veces, para descansar.
Largo rato después, emergieron sobre una amplia repisa de piedra. Desde el mirador, el espectáculo paralizó el corazón de la pareja. Allá abajo estaba La Cueva de El Gran Libro.

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