viernes, 25 de abril de 2008

56, 57.- LUZ en Noche y Espectáculo

¿Hacia dónde va esta gente? ¿En verdad tienen una meta? Más bien parecen arrastrados por el viento del tiempo. Serán engullidos por el olvido.




Capítulo 56: Una noche de brillante luna
Las lluvias diminuyeron. El Maestro Reidor había insistido en esperar hasta la temporada de sequía para viajar al norte.
-Cuando me recuperé de la caída por la fosa, tomé vía norte, río arriba.- les había explicado. -Avancé durante muchos días, comiendo restos vegetales arrastrados por el río subterráneo y encontré varias salidas a la superficie, pero los ataques de los monstruos voladores me obligaron a continuar bajo tierra- Reidor comió algo más y continuó hablando.
-Muchos días después llegué al sitio, es una zona muy hostil y estuve allí un tiempo, solo por supuesto; algo me empujó a regresar, un impulso extraño me pedía volver bajo La Cueva de El Gran Libro.
Guardó silencio y no habló más del asunto.
El día de la partida hacia el norte, sobre la espalda de Luz estaba asegurado el misterioso paquete. Ante las preguntas de sus compañeros de expedición, ella argumentó:
-Por su propia protección no deben saber de esto. Son las instrucciones de mi Maestro Garras Prometeo.
Varios días después llegaron bajo La Cueva de El Gran Libro. Habían empleado mucho tiempo en reabastecer los escondites de la ruta, borraron huellas y ocultaron las entradas. Si entraban los espías no podrían encontrar los accesos de La Cueva de El Gran Libro, La Piedra Salvadora y mucho menos El Refugio del Ultimo Consejero. Como buenos generales, cubrían la retirada.
Los tres amigos decidieron pernoctar en el más temido sitio, bajo el subsuelo de La Cueva de El Gran Libro. Casi a media noche llegó un ruido desde el techo del túnel; era un bajo rugido y entraba por el hueco desde donde, toda una vida atrás, cayó Reidor.
Luz, después de haber enterrado en lugar seguro su morral, les advirtió:
-Voy a subir por el túnel secreto, miraré una sola vez y oiré cuanto pueda.
Largo rato después estaba en el mirador, cerca del techo de la terrible cueva, tenía la cara pegada al suelo y los ojos cerrados con fuerza. El rugido de una inmensa multitud retumbaba en el recinto; la luz de la luna penetraba dentro de la gruta y la iluminaba casi hasta los más lejanos rincones. La repisa de piedra donde ella estaba, seguía a oscuras.

Capítulo 57: Preludio de un espectáculo
Frente al Gran Libro, Rompecráneos erguía su enorme cuerpo. El libro, el cual él mismo devolvió a su sitio tiempo atrás, cuando fue derribado al calor del combate, estaba a su lado. La luz de la luna daba de lleno a Rompecráneos y al libro. El viejo volumen, a pesar de lo deteriorado por el tiempo, mostraba a todos sus páginas. El Libro lucía retador, desde incontables generaciones había sido fuente de poder del Gran Consejo; nadie recordaba cuándo llegó, ni de dónde salió y mucho menos quién lo trajo.
Una vez al año, la luz de la luna entraba a la sagrada cueva; desde siempre esa trascendental noche, El Gran Consejo se reunía en secreto para la ceremonia de ingreso a nuevos acólitos; ellos debían ser representantes de los clanes, y haber sido elegidos por sus compañeros de clan.
Esta noche de luna era diferente, Rompecráneos había decretado algo nuevo. Citó a todos los habitantes a reunirse frente a la Cueva y la pena de muerte era el castigo a los inasistentes, considerados traidores.
La anterior tierra sagrada, ahora lucía invadida por la multitud; no sólo la monumental caverna estaba llena, también la explanada frente a ella; allí se movían, mezclados unos con otros, los clanes en su totalidad. Entre ellos se agitaban con dificultad los nuevos dueños del poder, menores en número comparados con la suma de los concurrentes. Los puestos al frente estaban ocupados por los más afectos a Rompecráneos; la multitud, enardecida por la emoción, no callaba. El gigante impresionaba con su alarmante aspecto, una cicatriz gruesa y serpenteante, desde la frente hasta el final de la espalda, se destacaba en su cuerpo; le faltaba la oreja derecha y parte del cráneo era visible, el hueso blancuzco nunca llegó a cubrirse con piel nueva. Todos conocían la historia de cómo, frente a frente, venció a un terrorífico guerrero, luego de haber recibido, a traición por supuesto, la terrible herida. Sus cobardías pasadas fueron maquilladas para engrandecer la imagen del líder.
Rompecráneos había duplicado su peso, los anteriores sólidos músculos, ahora eran grasa en mayor parte. La buena vida lo estaba matando.
Justo a la media noche, comenzó su discurso.

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