martes, 9 de octubre de 2007

23, 24 y 25.- LUZ

La experiencia es una joya. Esta belleza no es Luz, ella es diferente.


Capítulo 23: Iniciación
Helio regresó al presente; meditó entonces sobre sus visitantes.
-La joven llamada Luz, ya llegó; un reto para Garras. Entre los dos debemos ayudarla. Mañana comenzaré la tarea de prepararla; su misión espera.
Desde el principio Luz resultó dispuesta a aprender, estaba ávida de conocimiento. Al cabo de cierto tiempo, Helio la dejó en manos de Garras Prometeo, ahora erigido en Maestro.
Los días pasaron y una noche, Garras pidió a Helio ir a ver algo en la biblioteca; Luz, utilizando pluma y tinta, escribió su propio nombre y luego con infantil voz, leyó un antiguo escrito sobre un viejo pergamino:
Por la Democracia murieron estos ciudadanos, considerando justo, con toda nobleza, no les fuera arrebatada; por ella, todos los sobrevivientes, es natural aceptemos sufrir penalidades.
-Progresas rápido Luz. Te felicito, leíste con mucho sentimiento y fuerza, el discurso fúnebre pronunciado por Perícles; unos pocos lo han recordado, y muchos lo seguirán haciendo en el incierto futuro.
Luz rió complacida y Garras Prometeo se sintió como un orgulloso padre.
El tiempo fluía; fue una época maravillosa para los cinco amigos; los abuelos Serena y Cantador se sintieron rejuvenecidos, Helio agradecía a la vida estas temporadas de paz; el más feliz era Garras Prometeo, actuando como maestro, padre y guardián. Luz vivía el continuo ahora de su infancia.

Capítulo 24: El agua
Ha pasado el tiempo. Cierto día Luz observaba fascinada el caudaloso río; bajo el caluroso sol, recuerda las palabras de su Maestro Garras:
-No es el mismo río, no es la misma agua; cambia cada momento, igual tú lo haces.
Luz tenía varios días explorando, sola en la sabana; es una nueva etapa de su formación. Los abuelos le habían transmitido, en el gran patio central de la casa, sus experiencias de viejos, necesarias para conservar la vida frente a destinos inesperados.
El ardiente sol estaba sobre su punto más alto; el espectáculo era extraordinario, la corriente turbia, la selva al otro lado del agua, las barcazas moviéndose sobre la espesa masa líquida. Luz sintió deseos de tocar el agua y se acercó a la orilla; metió su pequeña mano en la suave corriente y sintió una agradable frescura.
De súbito, un fuerte golpe en su costado la levantó del suelo y la lanzó lejos de la orilla; a pesar del aturdimiento, en el aire giró y cayó de pie, se dejó rodar amortiguando el impacto; miró hacia el río, un enorme caimán había emergido del agua en el mismo sitio donde ella introdujo su mano; frente a la enorme boca abierta, estaba su maestro Garras Prometeo. Garras gritó, sin quitar la mirada sobre los afilados colmillos:
-¡Agua mansa, otra ilusión!
El caimán, sin cerrar las mandíbulas, retrocedió y se hundió entre turbios remolinos.
La noche cubrió la sabana, Luz y su maestro Garras Prometeo descansan en la horqueta de un árbol. Aunque Luz prefiere los refugios subterráneos, también sabe arreglárselas sobre las altas copas. Garras habló, por primera vez desde el encuentro con el caimán:
-Luz, te he vigilado, discúlpame, era desconfianza.
-No Maestro, soy yo quien pide perdón por olvidar tus enseñanzas y las de mis abuelos, tu desconfianza fue acertada. Me has salvado la vida. Me prometo no olvidar lo aprendido con esta experiencia.
Mucho rato después, Luz habló de nuevo:
-Maestro Garras, no sentí tu presencia estos días; creí estar sola en la sabana. No estoy lista.
Con un susurro el maestro contestó:
-Desde el mediodía lo estás.
Garras bajó aún más la voz y dijo:
–Luz, mira al otro lado del río.

Capítulo 25: Maestra
Un venado salió de la maleza. A la luz de la luna, nervioso miró a todos lados, olfateó el aire y sediento se acercó al río; pasó por encima de un gran tronco seco y continuó hacia el agua. Apenas había franqueado el obstáculo, éste se convirtió en un largo caimán; de un coletazo lanzó el venado hacia la orilla; medio muerto, el animal se arrastró en dirección a la maleza; el caimán giró sobre su panza y se dispuso a alcanzarlo.
Cuando las grandes mandíbulas casi se cerraban sobre los cuartos traseros del moribundo, de la maleza emergió una sombra, rápida como una saeta. Un jaguar, casi tan grande como el reptil, atrapó el cuello del venado y lo arrastró. El caimán quedó con la boca abierta.
La escena ocurrió en el tiempo de dos latidos del corazón de Luz. Cuando ella recuperó la voz, dijo, susurrando cerca de la cara de Garras:
-¿Cómo sabías Maestro? No podías haber visto al monstruo del agua y creo que tampoco al de la selva.
-Vi al joven venado; su actitud de víctima me anticipó la tragedia.
No hablaron más esa noche.
Pasaron el día siguiente, desde la copa del árbol, observando las orillas del río. Cazadores y presas luchaban por la vida. En la noche, Garras Prometeo habló:
-La experiencia ajena es un libro abierto.
Fuera de su costumbre, pronunció más palabras:
-Dime, querida alumna, viendo tantas desdichas, tantos tristes finales de seres bien preparados para evitarlos ¿has aprendido algo?
Garras se acomodó, dispuesto a oír una larga disertación, como era la costumbre de Luz. Ella, con la mirada perdida sobre los lejanos maizales al otro lado del río, dijo:
-Fallaron porque no oyeron.
Luz no habló más. Garras Prometeo se enderezó de su cómoda posición, sus ojos se entrecerraron por la sorpresa; esperó largo rato y por fin habló; al mismo tiempo paseó la mirada sobre el paisaje.
-Por favor, sé mi maestra por este momento.
También ella barrió el horizonte con la mirada, suspiró y dijo:
-Fallaron porque no oyeron. No oyeron las enseñanzas. No oyeron sobre las experiencias ajenas. No oyeron los avisos contenidos en las coincidencias de muchos eventos a su alrededor. No oyeron sus propias quejas internas. No oyeron esa suave voz, saliendo desde adentro, sugiriendo una y otra vez el mejor camino para evitar el dolor.
Garras Prometeo sintió ensancharse su corazón y pensó:
-Está lista para la gran misión.
Luz susurró:
-Maestro, un gran peligro se acerca.
Moviéndose rápido y en silencio, Luz se ocultó en la densa copa del árbol.

2 comentarios:

Aurora Pinto dijo...

Hola, Joseín: me tienes en ascuas... ¿cuándo conoceremos a Luz?

Cariños,
Aurora

Joseín Moros dijo...

Pronto muy pronto.
Cuando la veas me cuentas tu experiencia.
Gracias por tu visita Aurora.
Un abrazo