domingo, 24 de junio de 2007

11.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 11: Guardián
Salió la luz del sol, la pequeña no se había movido del lado del hombre tendido en el suelo; pasaron algunos vagabundos, no se acercaron, tal vez la piedra en la mano de la niña los disuadió, o tal vez, la mirada de un pequeño pájaro verde sobre un cercano árbol.
Una patrulla de la policía se detuvo ante la escena; cuando llegó el vehículo de la morgue, la niña soltó la piedra y se dispuso a regresar bajo el puente; la mujer policía se dirigió a ella.
-Espera, tengo una chaqueta y algo de comida, es una chaqueta que abandonó un detenido y la comida la acabamos de comprar, está caliente.
La pequeña se puso la prenda grande y arrugada, comió en silencio; siguieron interrogándola:
-¿No sabes quién era? ¿No lo habías visto antes?
Llorosa, se alejó de la patrulla; caminó por el borde de la autopista, buscando latas vacías para vender y comprar comida; al final del día, descendió a su refugio bajo el viaducto de la autopista; un pájaro verde la había seguido de árbol en árbol y de techo en techo, se posó en un arbusto muy cercano a ella y la miró, sin hacer ruido. Ella no había notado su presencia en todo el día, lo vio, sonrió y dijo:
-Así me miraba mi abuelita. Quédate cerca, yo te cuidaré- Y le lanzó un trozo de pan que sacó de la chaqueta.
El pájaro saltó y lo comió, regresó a su sitio, se encogió y no cerró los ojos; la pequeña dijo:
-¡Gracias a Dios esta noche de Navidad tengo tu compañía! Hoy es noche de Navidad. ¿Sabes qué es eso?
La niña se sintió tranquila y cerró los ojos.
De allí en adelante, al ver aparecer un pájaro verde, algo bueno ocurrió en su vida; años después, en su puesto de trabajo en una oficina, vio uno a través de la ventana. Le pareció que era el mismo de siempre, sacudió la cabeza y dijo:
-Es imposible, los pajaritos no viven tanto tiempo. Han pasado muchas Navidades desde aquella noche. ¿Qué cosa me estará hoy anunciando?
Y le gritó:
-¡Feliz Navidad!

domingo, 17 de junio de 2007

10.- ALAS DE MARIPOSA


Capítulo 10: Alas de mariposa
En el mismo momento que el hombre comenzó a llorar, el duende de la oscuridad presintió que algo inesperado podía pasar; le parecía imposible que perdiera a este hombre; si ocurría así, su ascenso se detendría por siglos, tal vez miles de años y lo que sería peor, su poder disminuiría de manera dramática; quién sabe si tendría que regresar al desierto donde nació y empezar de nuevo, con más odio acumulado. De reojo, miró a la mujer; sintió que ella también presentía un desenlace inesperado, su perfil estaba iluminado por las luces de la tormenta, de su cara caían gotas de lluvia, de sus ojos salieron lágrimas.
El oscuro vio la primera gota, diferente en luminosidad a la lluvia; esa lágrima tenía un halo de poder tan grande que el visitante se sintió de nuevo en su infancia; fue en el desierto, cuando desde las profundidades de las cuevas de lobos, miraba la claridad del sol, allá afuera, con deseo y con rabia; le atraía la luz, pero también le atraía la oscuridad y él había decidido permanecer en las tinieblas.
Cuando el hombre murió, el visitante comprendió que lo perdió para siempre; decidió mirar de frente a su contrincante, quería ver cómo se regocijaba con el triunfo, ver su orgullosa mirada de superioridad.
Ante los estupefactos ojos del malvado, la mujer relajó todo su cuerpo; la más absoluta y completa paz la envolvió; abrió por completo sus blancas alas, levantó los brazos, alzó la mirada al cielo y con los ojos abiertos, sonrió; todo en total silencio.
El oscuro abrió por completo su boca, como para tragar la luz de felicidad que emanaba de la mujer. Paz, Divina Paz, ése era el poder que ella ganaba con la victoria, lo pudo ver en todo su esplendor; en su mente envilecida por millares de años de maldad, nació una pequeña duda; fue tan pequeña, comparada con la gigantesca firmeza de su decisión de permanecer en la oscuridad, como la diferencia entre una gota de agua y todos los océanos de la tierra; pero fue suficiente, se sintió en la cueva de su infancia rodeado de lobos; con su cuerpo de bestia se adelantó hacia la luz, permitió que un pequeño haz brillante lo tocara, avanzó aún más y al exponerse por completo a la luminosa claridad del sol, se sintió llevado hacia lo alto.
Desde el lugar en la azotea del inmenso edificio, donde antes ocupaba su terrible forma; salió flotando una pequeñísima y tenue mariposa, casi transparente y de apariencia tan frágil como una lágrima de alegría.
La lluvia cesó, la hermosa y pequeña joya alada enfiló hacia la montaña de El Ávila, seguida de otras figuras que despegaron de todos los edificios cercanos. La mujer de blancas alas, fue testigo de la transformación del ente oscuro en mariposa; de la transmutación de desarrollado malvado, a semilla de bien; era la primera vez en su larga existencia que vio algo así; siguió con la mirada a la pequeña mariposa hasta que llegó a la montaña y rodeada de otras muchas de múltiples colores, se posó dentro de la copa de un árbol, como un granito de Divina Paz. Un recién nacido pequeño duende alado, forma ahora parte de la mágica población de la montaña.
La mujer bajó la mirada hacia la solitaria figura de la niña; estaba erguida al lado del cadáver del hombre, parecía no sentir los azotes de la lluvia ni el peligro que todavía la amenazaba.

viernes, 15 de junio de 2007

9.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 9: Final
De la oscuridad de la mente del enfermo, brotaron todos sus pasados actos de venganza; las caras de miedo y de dolor de sus víctimas aparecían y desaparecían, al igual que la cara de la niña con las explosiones de luz; los gritos de dolor y terror del pasado, se correspondieron con el rugido de los motores de los vehículos y los truenos; las lágrimas de los que sufrieron, las sintió igual que la lluvia cayendo sobre su cara. Y entonces se arrepintió. El profundo dolor del arrepentimiento lo envolvió; se arrepintió desde las células más profundas del centro de sus huesos, cada átomo de su cuerpo se arrepintió; hasta la hierba sobre la que reposaba, sintió el arrepentimiento; la lluvia al tocarlo, se contagió con su pena.
La niña notó que algo nuevo estaba pasando e intentó ver mejor la cara del hombre.
-Estás llorando. Está lloviendo, pero también tienes lágrimas. ¿Te duele algo, verdad?- le susurró al oído.
El llanto contenido del hombre, desde que su hermana desapareció, se desbocó; lloró todos los llantos acumulados, todo su cuerpo empapado por la lluvia pareció mojado de lágrimas; en algunas partes de la ciudad, el río se salió de cauce, la lluvia arreció; arrepentimiento y llanto, llanto y arrepentimiento; era un lloro de tono bajo y continuo, como el quejido de una viga con sobrepeso; sonaba tan doloroso, que la niña lo sintió como suyo.
-No llores tanto, si hiciste algo malo, promete que no volverás a hacerlo. Así decía mi abuelita que ya murió- La voz en su oído, sobresalió por encima del sonido de los vehículos, los truenos, la lluvia y los gritos de sus víctimas.
-Toda mi vida fue una equivocación- murmuró el hombre en su idioma natal. Levantó la cabeza, miró hacia los rascacielos perdidos en la negrura, gritó:
-Si volviera a vivir, no haría el mal que hice- y murió.
Murió como mueren las plantas, los animales y los seres humanos; sólo quedó el cuerpo, la vida se fue a alguna parte.
-Te moriste, igual que mi abuelita. No tengas miedo, me quedo contigo hasta que sea de día y vengan los que limpian las calles, ellos te llevarán- Habló llorando por el extraño, que ahora sonreía, aliviado del dolor que lo hizo sufrir.

miércoles, 13 de junio de 2007

8.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 8: Compañía
-No tengas miedo, puedes dormir tranquilo, yo vigilaré.
Estas palabras llevaron al hombre al lejano pasado, a su infancia. Habían sido pronunciadas en otro idioma pero con igual significado.
Tenía él cinco años de edad y su hermana mayor, de ocho años, las había dicho en la fría oscuridad. Había una pausa entre guerras y ellos, al igual que muchos niños en Europa, sobrevivían en las calles; estaban solos en el mundo, sus padres y familiares habían desaparecido. Él siempre estaba asustado, su hermana lo cuidaba y todas las noches velaba su sueño; fue siempre así hasta que ella desapareció; el niño nunca supo que pasó. Una madrugada había despertado y su protectora ya no estaba allí. Tiempo después decidió nunca más sentir temor; tenía mucho miedo de sentir miedo, sin el consuelo de alguien. A partir de esa época, su máximo placer fue la venganza y decidió que la mejor era hacer sentir miedo, aterrorizar; nunca profundizó el por qué de sus acciones, su única motivación fue vengarse con el terror; disfrutó al ver las caras de miedo en sus víctimas; el mundo entero fue y es su enemigo.
La voz de la niña, cerca de su oído lo trajo al presente.
-Cierra los ojos y descansa, si hay algún peligro yo te defenderé y dejaré que me lleven para que no te vean.
Esta última frase le hizo abrir, mucho, los ojos; gritó palabras en el idioma de su infancia.
-¡Eso fue lo que pasó! Ella no me abandonó. Ella se sacrificó por mí. ¡Ella no me abandonó!- Lo repitió varias veces, la pequeña no entendió.
El hombre se esforzó por distinguir la cara de la niña y con voz lenta pero clara, le dijo en español.
-Huye si hay peligro, escapa, no merezco tu sacrificio- La miraba bajo la parpadeante luz de los vehículos y relámpagos en el cielo.
-No tengas miedo, duerme tranquilo, yo estoy aquí- Repitió ella muchas veces, mientras con la piedra en la mano miraba a su alrededor, asustada pero decidida.

domingo, 10 de junio de 2007

7.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 7: El gran poder
Cuando el visitante vio salir a la niña de debajo del puente, un ronquido de furia salió de su cuerpo; palabras lentas y pesadas como rocas, emergieron de su boca.
-¿Qué intentas hacer? ¿Quién es ella? ¡No te atrevas, ese hombre ya es mío, no puedes salvarlo!
De una de sus manos, salió un rayo que iluminó la azotea del rascacielos.
Más rápida que el pensamiento, el ángel interceptó la centella, que se extinguió con un sonido retumbante por todo el valle; sin desviar la mirada de la niña, ella dijo en voz baja, como para sí misma:
-Esto es una sorpresa, se están moviendo fuerzas muy profundas y superiores del universo; ni tú ni yo podemos hacer nada, sólo esperar.
A pesar de la distancia, ambos entes podían oír la conversación del hombre y la niña; tienen poderes parecidos, los dos vinieron de la misma fuente, pero cada uno eligió libremente el camino que ahora recorre. El oscuro ser intentó desplegar sus inmensas alas y lanzarse en picada, como un halcón hambriento, sobre la pequeña; no pudo, algo lo mantuvo petrificado sobre la azotea, fue una voluntad superior a la de ambos observadores; es una fuerza, que el furioso gigante conoce desde que nació; contra la que nada pueden sus poderes, a pesar que se han ido multiplicando en su larga existencia. Él no debe permitir que este hombre escape de su influjo, es su única esperanza para ascender en la escala de poder que escogió; con este discípulo, se multiplicará su fuerza de tal manera, que hasta podría lanzar a la mujer a las aguas putrefactas; esas aguas, que al igual que su poder, tienen la fuerza maloliente de la infección mortal.
-¿Por qué esta mujer escogió una misión tan tonta e infructuosa?- se preguntó, mientras esperaba el desenlace.
-La mayoría de las veces no puede evitar que ocurra lo que pretende detener, en cambio yo, escojo a los malvados más efectivos para facilitar su salto a la oscuridad; escojo a los débiles indecisos y la mayoría de las veces aceptan mi compañía, y hasta la buscan si me he retirado; vuelven a sus vicios y miserias, con eso me llaman; y yo me fortalezco a pasos gigantescos.
Continuó pensando, intrigado e impotente:
-¿Qué placer encuentra en esa tarea? Está sufriendo. Cuando raramente se cumplen sus propósitos, ¿qué clase de poder adquiere? ¿De qué manera se siente premiada?

sábado, 9 de junio de 2007

6.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 6: Piedad
La niña tenía sueño y frío, no se atrevía a dormir, era muy peligroso; adormecerse por la noche no era su opción, debía mantenerse en guardia; estaba sola bajo el puente de la autopista y hacía horas que sentía más miedo que de costumbre. El viento, la lluvia, los rayos y los ruidos de la noche eran diferentes; ahora los pasos sobre la hierba un poco más arriba de su refugio la aterrorizaron.
Se asomó con cuidado y vio a un hombre sentado en el suelo, lucía muy mal, tal vez enfermo o herido y no tenía aspecto de callejero o borracho; no aparentaba ofrecer peligro para ella, pero no bajó la guardia. A sus escasos ocho años, tenía suficiente experiencia para no confiarse; las luces de los vehículos que pasaban iluminaron la cara del hombre y ella sintió piedad; se arriesgó a salir.
Apenas la pequeña se movió, el hombre volteó la cabeza; había sentido su presencia, la miró con rostro impasible. Ella avanzó despacio, sin hacer caso a la lluvia; se detuvo a pocos pasos del sitio donde el solitario ser se disponía a dejar de vivir.
-Estás enfermo- le dijo –Debes irte a tu casa- y como él no contestó, continuó.
-No tienes casa, por eso estás aquí. Yo tampoco tengo, pero es peligroso que sigas solo. Te ves mal, acuéstate.
El hombre aflojó el cuerpo, dejó que su espalda reposara en la fría y mojada hierba; mantuvo los ojos abiertos y los fijó en la cara de la niña.
Desde su nueva posición, el enfermo vio sobre él sus dos grandes ojos. La pequeña cara se iluminaba con las luces de los vehículos al pasar por la autopista y con el destello de los relámpagos; no había luz artificial en la oscura explanada, además, los postes de iluminación más cercanos habían fallado momentos atrás.
La delgada figura se quitó de sus pequeños hombros un abrigo, sucio y roto, lo puso sobre el cuerpo del caído y afirmó:
–Tienes frío.
Corrió bajo el puente, en un instante regresó con trapos y periódicos, lo cubrió como pudo, sólo la cabeza del hombre asomaba bajo el manto de pobreza; con voz solícita la niña le dijo:
-No tengas miedo, puedes dormir tranquilo, yo vigilaré.
Le mostró una piedra en su pequeña mano, y la actitud de defenderlo de lo que fuera necesario.

jueves, 7 de junio de 2007

5.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 5: La presencia
En la oscura explanada, el hombre agonizante meditaba.
-Llegó el momento, se equivocaron los médicos. En lugar de tres meses, viví siete años más. Muchos pagaron por los dolores de mi enfermedad; voy a morir en minutos
Miró hacia los rascacielos que tenía a la vista. Sintió una presencia, la misma que le había acompañado cada vez que se dispuso ha realizar alguna hazaña, donde caerían culpables e inocentes. El no se sentía creyente, ni siquiera supersticioso, pero presentía cosas que nunca logró explicarse con su negación de lo invisible; siempre asoció esa sensación con aquello que, en su juventud, experimentó en un zoológico: estaba distraído y al voltear, se encontró a pocos pasos de unos amarillos ojos que lo miraban; un enorme tigre de Bengala lo había estado observando desde la oscura profundidad de una jaula, la fiera saltó hacia él y se estrelló contra los barrotes; él no se movió, se quedó admirando los ojos amarillos que lo seguían escrutando, anticipando el sabor de su carne; no sintió miedo, ya no lo conocía, no quería sufrirlo.
El hombre cada vez más débil, siguió observando los rascacielos; además de la mirada del depredador, sintió otra y para su sorpresa, la memoria le trajo algo más: su primera visión del mar cuando apenas tenía diez años; esa vez se sintió tan pequeño que le dolió el pecho; una gran felicidad lo invadió, al presentir que algún día cruzaría ese océano y encontraría lo que calmaría su rabia y tristeza; con la lluvia mojándolo, y en el pecho estas contradictorias emociones, se dispuso a morir.

miércoles, 6 de junio de 2007

4.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 4: Soledad
-Contestaré tu segunda pregunta.
El visitante había hablado sin mirarla:
-En esa multitud, en el estadio deportivo, está un hombre. No vino para causar una matanza colectiva, no sería un espectáculo tan importante como para hacerme viajar desde el otro lado del planeta; aún menos, para dejarme ver y decirte mi nombre.- Cruzó los brazos y desplegó sus correosas alas, luego pareció bostezar abriendo su babeante boca.
Con las miradas fijas sobre los lejanos y potentes reflectores, ambos seres guardaron silencio y esperaron.
Cuando terminó el evento en el terreno, la multitud se dirigió hacia sus vehículos personales y colectivos; las tribunas quedaron vacías, los alrededores desiertos y silenciosos. Los ocupantes de las azoteas, vieron venir caminando por el centro de la autopista a un hombre; se desplazaba como un herido de muerte.
Los automóviles pasaban a alta velocidad, lo esquivaron haciendo rechinar los neumáticos; la iluminación de la vía no era suficiente para distinguirlo. El hombre siguió, tambaleante, en dirección hacia la gran torre donde estaban los dos formidables interlocutores.
Desde gran distancia, la mujer de blancas alas lo reconoció; en los últimos años, ese rostro había estado presente en terribles momentos de violencia y muerte alrededor del mundo. El hombre miró hacia arriba, ella supo que los presintió. El solitario caminante se desvió hasta una explanada, a la orilla del que fue un río ahora convertido en ancha cloaca abierta. Se tambaleó y cayó; medio sentado parecía esperar algo. Muchas clases de ojos lo miraban desde los alrededores, ninguno perteneciente a un ser humano.
Por un instante la luz de un vehículo, que pasó raudo por la autopista, lo iluminó; es un hombre viejo, con opaca mirada. Dedicó su vida al crimen y la violencia, participó en matanzas colectivas, comercio de vicios, guerras y revueltas; su orgullo es haber roto todos los mandamientos de las religiones modernas. Sus dioses son la ira y la venganza. Tuvo esposa e hijos, que finalmente abandonó; está solo en el mundo, no posee amigos, ni amistosos vecinos, antiguos compañeros de escuela o una mascota; no tiene una tumba donde llevar flores, una vieja carta para releer, una fotografía para suspirar.
La bella mujer sintió con dolor auténtico la soledad de ese ser humano. Con tristeza se dijo:
-Hay miles de millones de habitantes en el mundo y él está solo. Hace un momento, estaba dentro de una inmensa muchedumbre de alegres espectadores y él estaba solo; es un ser que se aisló, por eso parece destinado al mal. La enfermedad que lo está matando, esta noche le avisa que es el final de todo o casi todo. Nadie se percatará, a nadie le importará, ni siquiera a sus enemigos, hasta ellos lo olvidaron.
Ella ha visto mucha gente así en el pasado, grandes poderosos que murieron como si ya estuvieran muertos desde mucho tiempo.
Angustiada, se preguntó en silencio:
-¿Por qué este ser ha sido seguido por tan poderoso señor oscuro?
El gorro casi se le cae por la sorpresa, cuando el visitante contestó:
-Lo sigo, porque él será mi sucesor.
Fue como si hubiera leído el pensamiento de la guardiana, luego alzó la voz.
-Al haberlo encontrado, ya puedo ascender en mi jerarquía. ¡Esta noche llegaré ha ser tan poderoso, que hasta podré aniquilarte! ¡Y te destruiré!

martes, 5 de junio de 2007

3.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 3: Anfiteatro
Llegaron a la azotea de uno de los más altos edificios de la ciudad, recuperaron sus anteriores formas y la mujer habló; usó una lengua tan antigua como el mar.
-¿Quién eres? Nunca te había presentido. Me llamo...- Dijo su nombre, un sonido que pronunciado por un ser humano le cubriría de fuerza y protección sobrenatural.
Sin mirarla, el visitante contestó:
-Soy más antiguo que tú, te conozco desde que naciste hace más de tres mil años. Frustraste uno de mis pasatiempos menos importantes, en La Ciudad de Esmeralda. Nunca pudiste percibirme, me doy cuenta que ahora tu poder ha aumentado. Mi nombre es...
Al pronunciarlo se desplomó la lluvia, el viento arreció, varios árboles, cayeron, dos vehículos chocaron, las luces de las calles se apagaron por un momento y la autopista quedó devorada por la negrura.
-¿Eras tú?-contestó ella. -Creí que te habías ido de este mundo, pensé que los magos del desierto te habían destruido.
-¿Destruirme? No eran tan fuertes, sólo me alejé; encontré diversión en ciudades más al norte- y continuó en tono de rabia:
-Muchas veces al derrotarte, te observé. No pudiste darte cuenta, no tenías suficiente poder- Rió hacia dentro, como tragando las carcajadas y la mujer preguntó:
-¿Qué has venido a hacer? ¿A quién sigues?- Habló como el llanto de un pájaro perdido en la noche.
En las azoteas de los alrededores, arrastrados por el viento, estaban llegando pájaros de variados colores, pétalos de flores, plumas sueltas, mariposas de claros tonos. Al descender recuperaron su aspecto de duendes; había de todos los tamaños y formas imaginables; en silencio, miraban hacia el edificio más alto con preocupación y firme decisión.
También estaban los duendes oscuros de la noche. Llegaron como aves nocturnas, murciélagos, insectos peligrosos, arrugados papeles y bolsas de desechos arrastrados por el viento. En las calles rodaba la basura por cunetas y aceras, figuras extrañas se desplazaban; animales callejeros, ratas, insectos rastreros, todos se apresuraban a tomar los mejores puestos de lo que prometía ser un gran espectáculo.
La mayoría de los habitantes de los edificios no percibieron nada extraordinario, pero las pesadillas y los malestares eran casi generales. Muy contados transeúntes, sin saber por qué, se apresuraron para regresar a sus hogares.
La mujer repitió las preguntas:
-¿Qué has venido a hacer? ¿A quién sigues?
El ente guardó silencio; ella por tercera vez y ahora con firme voz dijo:
-¿Qué has venido a hacer? ¿A quién sigues?-

domingo, 3 de junio de 2007

2.- GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 2: Surge la oscuridad
Como todas las noches sobre el valle de Caracas, las luces de grandes avenidas y autopistas dibujaban ríos de luz. Hay zonas muy brillantes donde se agolpan multitudes, también existen áreas muy oscuras y allí deambulan toda clase de seres inimaginables.
En las alturas de la montaña de El Ávila, se asoman muchas caras de expectantes ojos mirando hacia la ciudad; algunos buscan en la distancia el espectáculo que los hará brillar de emoción: violencia, crueldad, sufrimiento. Son ojos de duendes oscuros, disfrutan las tragedias de los humanos y cuando está en su poder las precipitan.
Hay también otras caras, muy preocupadas; también tratan de intervenir y atenuar, si pueden, los trágicos desenlaces. No está en el poder de los vigilantes duendes, detener a los depredadores de la noche; se mantienen cerca de ellos a fin de disminuir la fuerza de su maldad.
Desde que aparecieron los primeros seres humanos en el valle, día y noche se celebra este torneo de fuerzas opuestas. Cuando los entes oscuros bajan a la ciudad, son seguidos de cerca. Parecen jugadores de fútbol marcados por el equipo contrario. Los del bien hacen esfuerzos para advertir a las personas del peligro que se avecina; algunas atienden el aviso, otras no les interesa y se sumergen más en la función que divierte y llena de energía a los malignos.
Los más poderosos depredadores de la noche han ido adquiriendo aspecto de bestias formidables: unos vuelan, otros saltan de una azotea a otra, muchos se arrastran furtivamente por las cunetas de calles y autopistas. Unos pocos son muy grandes, tan altos como postes de electricidad, la mayoría son pequeños, como ratas veloces y saltarinas.
Siguen a los delincuentes y desalmados, saben que ellos les proporcionaran un buen espectáculo. Los que tienen el tamaño adecuado, se trepan en los vehículos; los más grandes se apostan inmóviles, agazapados en las azoteas de los edificios más altos, y así obtienen un puesto de primera fila. Les atrae las multitudes, saben que ellas fácilmente pueden perder el control y hacen todo lo posible para que esto ocurra.
Ya adentrada la noche, el duende oscuro se encogió sobre si mismo, una corriente de aire lo levantó, salió flotando hacia el valle como una negra y vacía bolsa plástica de basura, arrastrada por el viento. Ascendió sin hacer ruido y se hizo casi invisible sobre el negro fondo del cielo.
Ella también se transformó, en un pequeño pájaro verde de los que abundan en la montaña, y emprendió el vuelo tras la informe masa negra que se alejaba.

viernes, 1 de junio de 2007

1.-GUARDIANES DEL VALLE


Capítulo 1: El visitante
Una figura, con aspecto de ángel mitológico, está de pie cerca del teleférico que llega a la montaña El Ávila. Ella está preocupada, esta noche hay un grotesco ser en la cúspide, llegó con el chispazo de un rayo que destruyó un árbol y lo consumió hasta las cenizas.
La mujer con alas usa gorro, como el de Santa Claus, lo adoptó cuando se dio cuenta que con él, los niños se alegran si se ve obligada a dejarse ver. Por razones como ésa, desarrolló alas cientos de años atrás; había observado que las gentes que salvaba de algún apuro, se sentían más felices al ver blancas plumas en su espalda, y todavía el efecto funciona.
Miró al visitante, a pesar de la oscuridad lo veía en detalle; podía ver hasta las caras de las personas en los cerros al otro lado del valle, y oír sus voces allá abajo.
Desde su punto de vigilancia observó la espalda del espíritu oscuro, inmóvil parecía un árbol seco de grueso tronco y ramas puntiagudas. Pudo ver también sus negras alas plegadas y sus gruesos brazos caídos; en la cabeza tenía cuatro cuernos retorcidos, algunas veces la movía y ella alcanzó a distinguir una cara cruzada de arrugas, con ojos rojos y amarillos. Ostentaba un elaborado aspecto para aterrorizar, como realizado por un escultor de la maldad.
-¿Quién es? ¿A qué vino?- murmuró la mujer.